Amor sobre ruedas. Ekiwah Adler Beléndez
Amor sobre ruedas Ekiwah Adler Beléndez
Primera edición, 2021
Volumen cinco de la
serie Habitaciones
Dirección de la colección
Benjamín Mayer Foulkes
Editor
Rodrigo Fernández de Gortari
Coordinación editorial
Salomé Esper
Edición original en inglés
Fran Quinn
Traducción del inglés al español
Kenia Cano y
Ekiwah Adler Beléndez
Corrección de estilo en español
Laura Wong Partida
Ilustraciones de portada y colofón
Abril Aranda Medina
Diseño editorial
Leonardo Vázquez Conde
Asesoría en derecho de autor
Raúl Eduardo Manzano Tapia
Néstor Adrián Villegas Cortés
© de los textos, Ekiwah Adler Beléndez
© del texto, Elena Poniatowska Amor
© del texto, Beth E. Jörgensen
© del texto, Francisco Hinojosa
© del texto, Alberto Blanco
© de la traducción, Kenia Cano
D.R. © 2021, 17, Consultoría, S. C.
Benito Juárez 35-1,
Colonia El Carmen,
Coyoacán,
04100, Ciudad de México
17editorial.org
Todos los Derechos Reservados.
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ISBN: 978-607-99316-2-9
Este libro se digitalizó en Malaletra.com.
Yorgos Seferis, estudioso y admirador de Cavafis, declaraba en alguna página vidente de sus Diarios: “en esencia, el poeta tiene un único tema: su cuerpo vivo”. Si prestamos atención a este enunciado de Seferis, descubriremos de inmediato que estamos hablando del mismo asunto de siempre: un ser que nace, madura, envejece y muere. Un cuerpo que, más que sujeto al tiempo, tarde o temprano habrá de ser liberado de su carga de aflicciones y placeres del tiempo por el tiempo mismo. El tiempo que pasa, el tiempo que está por venir, pero —sobre todo— el tiempo que en su imposibilidad de ser asido da forma al enigma del presente.
Amor sobre ruedas, el libro de poemas de Ekiwah Adler Beléndez, se enfoca justamente en esta realidad: el cuerpo vivo, sujeto al tiempo, en búsqueda de una liberación —así sea también temporal— de sus limitaciones a través de las palabras.
…la poesía me enseñó
a confiar en la gravedad. A amar el peso
de mi propio cuerpo. La elevación y la caída
del aliento.
Y es que todo esfuerzo humano, a final de cuentas, tal vez no sea sino un vano intento por vencer la fuerza de la gravedad. Amor sobre ruedas da testimonio de un esfuerzo valiente y singular —la vida vista, oída, sentida y vivida en y desde una silla de ruedas— que, si bien es inusual en la poesía de nuestro tiempo, no carece de sus ilustres antecedentes. Baste pensar en el luminoso caso del poeta de San Francisco, Kenneth Patchen, que desde su silla de ruedas —en la que estuvo confinado por muchos años— participó de la vida y las luchas de su tiempo sin que su creatividad y su gran sentido del humor se vieran mermados por el hecho de que una lesión en la columna vertebral lo mantuviese inmovilizado. En su vasta obra nunca se hace mención directa de lo anterior, si bien es posible y aun probable, inferirlo de todos sus escritos.
Amor sobre ruedas es lo mismo, pero al revés: Ekiwah lleva al lector en un viaje en, con y a través de su silla de ruedas escritas.
Así, en su “Poema de amor a mi silla de ruedas motorizada”, dice:
¡Ay mi cielo siniestro!
¡Ay mi fiel servidora!
¡Ay mi dama eléctrica,
tienes los nervios de acero!
¿Y cómo saber que es poesía esto que se escucha en la voz de un poeta? Emily Dickinson lo definió en términos estrictamente corporales: “Si leo un libro y hace que mi cuerpo sienta tanto frío que ningún fuego consiga calentarme, sé que es poesía. Si siento que me vuelan la tapa de la cabeza, sé que es poesía. Este es el único método que conozco de saberlo. ¿Acaso hay otro?”.
Cuando escribí el primer bosquejo del poema “Pacté por mi silla de ruedas: Sueño de una vida anterior”, la primera versión decía:
En mi vida anterior
bailé tan fuerte y rápido
que Dios me dijo —“la próxima vez
te daré una silla de ruedas. Así aprenderás
a ver, a escuchar y a quedarte quieto.
Aprenderás la paciencia”.
Mi maestro de poesía me interrumpió preguntándome “¿Y desde cuándo bailar demasiado es una razón legítima para el castigo espiritual?”.
No tienes cara de castigado. No hay suficiente remordimiento en ti para eso. Piensa en otra cosa. Revisión significa volver a ver la visión de un poema de nuevo.
Re escribir ese poema produjo en mí un Big Bang. Una gran explosión que todavía está sucediendo. La aventura de poder decir: “Yo pacté por mi silla de ruedas” y el reto de estar a la altura del pacto.
De esa explosión, llegó esta vida, este libro, un libro, que como mi vida, todavía está escribiéndose. Afortunadamente nueve años después, está lejos de concluirse, lejos de ser definitiva.
Pactamos
por nuestras sillas de ruedas.
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Mientras haya hombres y mujeres con discapacidad que sean vistos o se vean a sí mismos como niños eternos, incapaces de tener una vida sexual activa, una familia propia o un trabajo lucrativo, estos poemas altamente personales, no hablarán solo de mí.
A pesar de que tuve una educación maravillosa de parte de mi madre y mi padre que entre otras cosas impulsó mi imaginación, durante muchos años mi obstáculo principal fue tenerme lástima y me doy cuenta que eso me ha paralizado mucho más de lo que mi silla de ruedas me detiene.
Conozco a otros que no han tenido tanta suerte. Sus discapacidades los han convertido en chivos expiatorios para la violencia verbal y física, incluso para el abandono.
Luchamos por la accesibilidad física. Una que en México apenas comienza a existir. Pero la accesibilidad no solo debe ocuparse del acceso físico a los edificios. También debe promover el acceso imaginativo a la exuberancia espiritual (la cual no necesita de rampas o complementos especiales para dejarnos entrar).
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