Neurocreatividad. Néstor Braidot

Neurocreatividad - Néstor Braidot


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      Somos seres creativos por naturaleza.

      Los avances en el estudio de las neurociencias y la revalorización de esta disciplina aplicada han abierto el juego y proponen saberes que permiten establecer los espacios propicios para que cada persona encuentre de dónde abrevar para que su creatividad resulte más frondosa, frecuente e innovadora.

      Estos conceptos comienzan a desarrollarse hacia finales de la década del ‘90.

      Primero, hubo una suerte de deslumbramiento inicial con las neurociencias, que se presentaban como la puerta de ingreso para develar todo lo que el cerebro tiene para articular con nuestro quehacer. La disciplina empezó a atravesar al ser humano en sus más diversos ejes.

      Qué más tentador, entonces, que recurrir a estos nuevos conocimientos disponibles para convertirnos en seres más creativos.

      La creatividad abarca desde el método para resolver un problema hasta la manera de criar a un hijo, pasando por las estrategias para mejorar nuestra empresa o labor profesional o las conductas que colaboran en la vida de pareja.

      Esta obra se convierte en un aliado, entonces, para explorar técnicas y ejercicios que permitan explotar el potencial creativo de la manera más rica y fructífera posible.

      Incluye un amplio recorrido teórico para dar un marco al conocimiento preciso que permita articular activamente las neurociencias con la creatividad.

      Propone soluciones y recursos para incorporar a la vida cotidiana, tips para detectar caminos incorrectos y herramientas para motorizar sendas positivas, así como prácticas y ejercicios para potenciar capacidades.

      Una propuesta para leer y releer, para sumar al escritorio de todo profesional, a la bibliografía de cualquier estudiante y a la mesa de luz de quien anhele obtener más recursos para hallar nuevas y mejores ideas.

      Algunas definiciones para conocer el cerebro

      El primer paso para ejercitar el cerebro y liberar su creatividad es comprender qué es y cómo funciona este engranaje fundamental de los seres humanos.

      Como primera aproximación, el cerebro es el órgano que alberga las células que se activan durante los procesos mentales conscientes y no conscientes.

      Cada una de las partes que lo componen tiene una función específica, que es resultado de la activación y combinación de mecanismos complejos.

      Las funciones del cerebro pueden agruparse en tres grandes conjuntos:

Sensitivas: el cerebro recibe estímulos de todos los órganos sensoriales, los compara, los procesa y los integra para formar nuestras percepciones.
Motoras: el cerebro emite impulsos que controlan los movimientos voluntarios e involuntarios de nuestros músculos.
Integradoras: el cerebro genera actividades mentales como el conocimiento, la memoria, las emociones y el lenguaje. Más aún, resuelve ambigüedades, da sentido al mundo y crea información a partir de datos incompletos.

      Así, el cerebro nos permite un abanico infinito de posibilidades, que incluyen (por citar un número más que finito de ejemplos bien diferentes los unos de los otros)…

       Agitar la mano para saludar.

       Disfrutar de un aroma que nos resulta conocido en la puerta de nuestro café favorito.

       Distinguir una marca de otra sólo a partir de su logotipo.

       Transformar los pensamientos en habla y el habla en escritura.

       Almacenar conocimientos y recuerdos en la memoria.

       Reconocer las diferencias entre dos elementos prácticamente iguales.

       Completar un Sudoku.

      Supongamos una persona que entra en un concesionario dispuesto a elegir su nuevo automóvil.

      Se acerca a los diferentes modelos, toca el tapizado (función sensitiva: ¿Le da placer? ¿Le resulta suavecito? ¿Arremete el deseo de sentarse a manejarlo?), observa los colores (otra función sensitiva)…

      Recorre el salón. Compara los modelos (función integradora: recuerda haber leído un artículo periodístico sobre que el que tiene delante de sus ojos consumía poco combustible y, al mismo tiempo, era muy cómodo, pero también le viene a la mente el comentario de un amigo que lo compró y que no estaba del todo satisfecho).

      Sopesa toda esa información durante un buen rato. Se imagina al volante de uno y de otro. Finalmente, se acerca al vendedor y ejerce dos funciones motoras.

      Primero, levanta su dedo índice, apunta al que se convirtió en el “auto de sus sueños”. Luego, habla: “Quiero ése, en color rojo”.

      La corteza cerebral es la zona responsable de la capacidad de razonar.

      Es la región que nos diferencia del resto de los animales. Se encarga de las funciones cognitivas más elevadas, como el lenguaje, la planificación, la creatividad, la capacidad de relacionarse con los demás, la asociación, la innovación y la imaginación.

      En otras palabras, la corteza cerebral se ocupa de todas las habilidades que requiere el comportamiento inteligente.

      Esta estructura lleva miles de años de evolución. Alcanzó una superficie tan importante que necesitó plegarse sobre sí misma para poder acomodarse dentro de las fronteras del cráneo. Así dio origen a las arrugas que dan origen a los surcos y circunvoluciones.

      Si pudiéramos desplegarla y extenderla, ocuparía unos 2500 centímetros cuadrados.

      La corteza recubre el resto de las estructuras cerebrales y se encuentra dividida en cuatro grandes zonas:

       el lóbulo parietal,

       el lóbulo temporal,

       el lóbulo occipital,

       el lóbulo frontal.

      Dentro de cada uno de los lóbulos existen varias áreas diferenciadas que cumplen distintas funciones.

      Algunas son responsables del habla y el lenguaje, otras procesan la información que ingresa a través de los canales sensoriales, nos permiten mover voluntariamente los músculos para caminar, correr o subir una escalera.

      También están las dedicadas a las funciones mentales superiores.

      El cerebro humano está dividido en dos hemisferios que funcionan de modo diferente, pero complementario, y se conectan entre sí mediante una estructura que se denomina cuerpo calloso.

      Cada hemisferio se ocupa básicamente de los procesos sensoriales y motores del lado opuesto del cuerpo, por ello, los movimientos del pie y de la mano izquierda son controlados por el hemisferio derecho, y viceversa.

      Por ejemplo, si se sujeta con la mano izquierda una taza caliente de café, la sensación de quemazón que se registre a través del tacto será transmitida a la corteza sensorial del hemisferio derecho.

      La única excepción en el cruce hemisférico de la información es el olfato, pues los olores se procesan en el mismo lado de la fosa nasal que los capta.

      En la mayoría de los individuos diestros el hemisferio izquierdo controla el lenguaje y otras tareas de procesamiento serial de la información.

      Mientras


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