Daniel. Una guía para el estudioso. William H. Shea
caldeos” (vers. 30) al entrar las tropas persas en el indefenso palacio. El historiador griego, Xenofón (Cyropaedia VII, V, 24-32), confirma la declaración bíblica. Él no se refiere a Belsasar por nombre, pero relata cómo se estaba celebrando un banquete en el palacio babilónico esa noche y que fue muerto un rey de Babilonia. También narra por qué fue muerto ese rey. En un viaje de cacería, Nabonido, el rey titular de Babilonia, había matado anteriormente al hijo de Gobrias, el general persa que dirigiría las tropas a la ciudad la noche que Babilonia fue conquistada. En venganza por la muerte de su hijo, Gobrias mató al hijo de Nabonido.
Pero más importante que el destino de Belsasar fue el destino de las naciones acaecido esa noche. Las fortunas cambiantes de la historia se alejaron de Babilonia para coronar a Persia como el siguiente gran imperio mundial. Medo-Persia extendería sus fronteras aun más allá de lo que lo hizo Babilonia. La ciudad de Babilonia fue incorporada al Imperio Persa y por algún tiempo sirvió como una de las ciudades capitales de invierno para los reyes persas. Cuando Babilonia finalmente se rebeló contra Jerjes (el Asuero del libro de Ester) en el 482 a.C., éste apagó la revuelta con tal violencia que la ciudad comenzó a perder importancia desde ese entonces. El primer paso en la caída de Babilonia del poder, sin embargo, ocurrió al momento de la conquista medopersa en el 539 a.C.
El libro de Daniel integra historia y profecía. Las grandes líneas de historia profética que Daniel bosquejó están arraigadas en la historia de su tiempo. El primer poder mundial del cual las profecías en Daniel capítulos 2 y 7 hablaron fue Babilonia, representado por la cabeza de oro en el capítulo 2 (vers. 32, 38) y por el león en el capítulo 7 (vers. 4). Daniel mismo vivió bajo el poder mundial de Babilonia (capítulos 1-5, 7, 8), y continuó viviendo para prestar servicio bajo los potentados persas también (capítulos 6, 9-12). De modo que Daniel mismo vio el cumplimiento de la primera parte de estas grandes profecías que Dios le dio.
Daniel reconoció esta transición de imperios mundiales de forma interesante y sutil en sus palabras a Belsasar esa noche final antes de la caída de Babilonia. El profeta le señaló a Belsasar que el rey había dado “alabanza a dioses de plata y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra” (vers. 23). Esta secuencia tiene un sonido familiar para el lector de la profecía dada en Daniel 2. Allí, la gran imagen estaba hecha de oro, plata, bronce, hierro, y barro cocido, seguido por una gran piedra (2:31-35). Aparte del hecho de que Daniel sustituyó la “madera” por el “barro cocido”, la secuencia es la misma en sus palabras a Belsasar en la noche de la transición del reino de oro de Babilonia al imperio de plata de Medo-Persia. Sin embargo, Daniel hizo una variación interesante aquí en el capítulo 5, porque cuando comenzó a enumerar estos metales, colocó primero la plata antes que el oro. ¿Por qué esta alteración menor aunque significativa? Porque el cumplimiento de la profecía dada en el capítulo 2 en realidad estaba ocurriendo esa noche; la plata estaba sucediendo al oro, y Daniel da a entender esto en su discurso al rey.
LECCIONES DE NATURALEZA PERSONAL
En esta narración pueden hallarse profundas verdades espirituales de naturaleza personal aparte de las lecciones históricas y proféticas presentes. Miramos hacia atrás, a Belsasar, con una visión retrospectiva de 20/20 y decimos, “¡Qué hombre tan insensato! ¿Cómo pudo haber ido contra la palabra del profeta y el ejemplo proporcionado por la experiencia de su abuelo Nabucodonosor?”
Tal vez debamos mirar a Belsasar con un poco más de piedad, no para excusar su blasfemia, sino para tomarla en serio como un ejemplo para nosotros. ¿no será que nosotros también hacemos caso omiso a las palabras de los profetas y los ejemplos obvios de la actividad de Dios en la historia pasada para aferrarnos neciamente a nuestros propios caminos? En nuestras vidas, ¿han caído dichas palabras y acciones en oídos sordos y ojos ciegos? Puede que no seamos culpables de blasfemia e idolatría crasas como lo fue Belsasar, pero nuestros propios caminos perversos pueden igualmente frustrar la gracia de Dios.
Belsasar despreció la misericordia y la gracia de Dios, extendida a la casa real de Babilonia desde el tiempo de Nabucodonosor. La gracia de Dios también les fue extendida a nuestros ancestros, pero ese no es el caso. El caso es si nosotros hemos aceptado la gracia de Dios en nuestro favor y hemos ajustado nuestra vida según ellas, en vez de volvernos a nuestros caminos. Dios quiera que el ejemplo insensato de Belsasar nos evite hoy caer en caminos similares.
Hay lecciones concernientes al juicio en este capítulo. Dios lleva las cuentas de las naciones y los individuos. Babilonia y Belsasar fueron pesados en la balanza del juicio y fueron hallados faltos (vers. 27). En un extremo de la balanza se colocaron la misericordia y la justicia de Dios; en el otro, la rapacidad, violencia y orgullo de Babilonia y Belsasar. La misericordia de Dios sobrepasaba con mucho el orgullo de Belsasar, pero él escogió no aceptar esa misericordia. El juicio no es un tema popular en el mundo moderno. Por lo menos, no los juicios de Dios. Queremos nuestra debida porción de justicia en la corte, pero cuando se trata de enfrentarse a Dios, preferiríamos un Dios que no nos llame a cuentas. Preferiríamos evadir nuestra responsabilidad moral a toda costa si fuera posible. El tema del juicio divino no era más popular en el tiempo de Daniel, Jeremías o Ezequiel de lo que es en nuestros días. Si los profetas del Antiguo Testamento nos enseñan algo, es que en todas las edades una porción significativa del pueblo de Dios ha tratado de evadir su responsabilidad moral y así escapar del juicio de Dios.
Jesús ilustró este mismo elemento en su parábola del hombre rico que derribó sus graneros para construir otros mayores. Este hombre vivía su vida según el principio de la avaricia. Quería establecer más y más empresas. Entonces llegó la fatídica noche: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma” (Luc. 12:20). Esa era también la condición de Belsasar. También podría ser la nuestra, pero no necesita ser así.
En el otro extremo, vemos el ejemplo espiritual de Daniel. Permaneció de pie delante del rey confiado en el Dios a quien servía. Había recibido la palabra del Dios viviente, por lo tanto no necesitaba temer a la palabra de ningún rey, sin importar cuán poderoso fuera. Bien fuera distinguido con altos cargos (como lo fue por Nabucodonosor y Belsasar) o echado al foso de los leones (como lo fue por Darío) la fe de Daniel y su confianza en Dios permanecieron sólidas. Poco importaba a Daniel si los babilonios o los persas controlaban el mundo. Tales detalles no alteraban sus hábitos de oración o su integridad personal en lo más mínimo. Independientemente de cómo soplaran los vientos políticos del mundo, Daniel permaneció como la brújula al polo, fiel a su deber y a su Dios. Nuestro ejemplo a seguir en el capítulo 5 no es Belsasar, sino Daniel. Belsasar provee una advertencia de un camino que no debemos seguir; Daniel señala el sendero de la fe y la confianza que nos lleva al reino de Dios.
Por la fe, Daniel reconoció que no importa cuáles ejércitos resultaran triunfantes o cuáles reinos se establecieran en un momento particular, la historia aún seguía bajo el control de Dios. Ultimadamente, la historia avanzaba hacia la meta trazada por Dios. Y la fe de Daniel se hizo realidad al cumplirse el primer paso de las grandes profecías cuando los persas conquistaron a Babilonia.
Nosotros nos encontramos hoy al otro extremo de la línea. En términos del capítulo 2 de Daniel, estamos en la misma base de la estatua, entre los pies y los dedos, en el tiempo del hierro y el barro cocido. Estamos en espera del siguiente y último paso: el establecimiento del reino de la piedra, el reino de Dios. Podemos mirar hacia atrás en la historia y ver que los reinos de las bestias en Daniel 7 se han levantado y se han caído tal como lo predijo Dios. Cuánta más fe y confianza en Dios deberíamos tener hoy día, en que él conoce el futuro y lo ha revelado a sus siervos los profetas.
LECCIONES DE NATURALEZA HISTÓRICA
No solo podemos tener confianza en el futuro profético según nos fue revelado a través de Daniel, sino que podemos tener confianza en la palabra histórica que el libro de Daniel nos comunica también. Los críticos de la Biblia han intentado socavar la exactitud histórica de Daniel y, por lo tanto, socavar la exactitud profética. Ese intento ha fracasado, y en ningún lugar ha sido más evidente dicho fracaso que en el capítulo 5.
Primero, los críticos negaron que siquiera existió una persona como Belsasar. Pero las tablillas que salieron de las excavaciones en Mesopotamia demostraron su existencia, su posición política,