Un rayito de luz para cada día. Ninayette Galleguillos Triviño
la niña cautiva que ayudó a Naamán, enviándolo junto al profeta Eliseo para sanarse de la lepra; el sobrino del apóstol Pablo, que le avisó a su tío del complot que había contra él para matarlo. También el generoso niño que regaló su merienda para alimentar a la multitud, ¡y tantos otros!
Los ángulos rectos, un poco mayores, me hacen pensar en personas ya adultas que fueron mencionadas en la Biblia como ejemplos de fidelidad: Aquila y Priscila, que ayudaron a evangelizar; Jabes y su maravillosa oración que hasta hoy nos inspira; Eliezer, que viajó hasta cumplir el pedido de Abraham de conseguir una esposa para su hijo Isaac; y otros.
Y, por fin, los obtusos, grandes ángulos de más de 90 grados, que representan a personajes destacados, como David cuando venció al gigante; Moisés cuando abrió por fe el mar Rojo y condujo al pueblo de Israel con paciencia; la valiente reina Ester que intercedió por su pueblo a riesgo de su propia vida; y tantos otros que podemos recordar.
Pero el versículo de hoy me hace pensar que si eres un ángulo agudo, recto u obtuso, aún puedes crecer. Observa lo que dice la Biblia: “Mi Dios suplirá todo lo que os falte conforme a sus promesas”. Si seguimos pensando en la geometría, hay un tipo de ángulos llamados suplementarios que no importa cuánto midan siempre añadirá a tu valor el ángulo necesario para ser más grande y medir ¡180 grados!
Quiero que pienses qué falta aún en tu vida que deseas que Dios supla, cambie, renueve, modifique o amplíe. Ten la certeza de que él es poderoso para hacerlo. Mirta
16 de enero
Lo que no se ve
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23, RVR).
Si te dijera que estoy pensado en un hombre que trepó un árbol, ¿en quién pensarías? ¡Exacto! ¿Y si te dijera que estoy pensando en el nombre del árbol que trepó Zaqueo? ¡Muy bien! Es el sicómoro. ¿Y si te dijera que estoy pensando en el anclaje del sicómoro? Pensemos...
Los árboles son plantas increíbles. Los hay de muchas clases, formas y tamaños. Algunos soportan fuertes tormentas, otros son derribados fácilmente por el viento. Muchos proporcionan sombra y frutos; y hay especies que tienen hojas y flores tan lindas que parecen sacadas de una postal.
Hace algunos años atrás vivimos dentro de un campus educativo donde el delicioso clima tropical nos permitía tener un exuberante paisaje verde. Mi hija pequeña disfrutaba la bendición de jugar al aire libre. En medio del campus había un árbol grande y frondoso. Los niños lo convirtieron en su centro de encuentro. Su grueso tronco los incentivaba a buscar la mejor manera de trepar. Sus ramas eran muy gruesas, así que ellos parecían muy seguros allá arriba; se desplazaban sin miedo y con facilidad hasta alcanzar lo más alto. Imagínate a los niños jugando felices sin ninguna preocupación. A ninguno se lo ocurría pensar que ese árbol perfecto para la diversión se caería o partiría en dos en cualquier momento.
¡La escena era perfecta! Pero lo que se veía no era lo más importante. Lo más importante era lo que no se veía: el anclaje, la parte del árbol que estaba enterrada bajo tierra. ¿Ahora sabes en lo que estoy pensando? ¡Sí, así es! Para que un árbol crezca firme necesita raíces.
La raíz no es visible, pero es la parte más importante. Es la que da vida, belleza y mantiene fuerte a un árbol. Mientras más profunda es la raíz, más grande y fuerte es el árbol. Imagínate a Zaqueo subiendo al sicómoro. ¿Qué hubiera pasado si el árbol no hubiese tenido raíz?
Cuando decides obedecer lo que Dios te pide, estás anclando las raíces de tu corazón en suelo profundo. Eso te mantiene firme ante las tentaciones, que no podrán destruirte porque estarás protegido por tu fe en Dios. ¿Dónde están ancladas las raíces de tu corazón? ¿Son profundas o fáciles de derribar? Magaly
17 de enero
¡Comunicados!
“E invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Salmo 50:15).
¿Sabías que fue en realidad un italiano llamado Antonio Meucci, y no Alexander Graham Bell, quien inventó el teléfono? El primero nunca pudo patentarlo. Entonces, el escocés lo patentó en 1876. Sin embargo, al poco tiempo los derechos de autoría fueron anulados por fraude.
¡Qué útiles son los teléfonos! No hace tanto, te hablo de hace solo cincuenta años, eran muy pocas las familias que tenían uno. Hoy, casi cada miembro de la familia posee el suyo.
¡Qué maravilloso poder hablar con alguien que está al otro lado del mundo! Hasta el año pasado mis nietas estaban al otro lado del mundo. Había once horas de diferencia. Ellas terminaban el día cuando yo lo comenzaba. Pero cuando hablábamos, ¡las sentía tan cerca! Me contaban sus aventuras, de su tortuga Manuelita, de sus campamentos y clases. ¡Tan dulces sonaban sus voces en mis oídos!
Ahora con un teléfono hasta se puede ver al interlocutor. Esta es una aplicación que no tiene el teléfono divino, jamás podremos tenerla, pues Dios le dijo a Moisés: “No me verá ojo y vivirá” (Éxo. 33:20).
Sin embargo, el teléfono divino tiene otras aplicaciones que no tenemos ni en los teléfonos más sofisticados. Algunas son:
Nunca se pierde la señal. Puedes estar en el lugar más apartado, pero Dios te escuchará si oras.
No te quedas nunca sin batería, pues por el Espíritu Santo siempre podemos acudir al Padre en el nombre de Jesús, y nuestro Padre nos oye.
Nadie puede robarte este teléfono ni de la mochila ni del bolsillo.
No hay peligro de que los intrusos entren a tu línea, pues es privada. Hay cosas que solo puedes y quieres contarle a tu Padre tierno, Dios. Cosas que te asustan, avergüenzan y quieres que él perdone.
Ni siquiera necesitas marcar número o seleccionar nombre, solo debes invocarlo. Salmo 50:15 dice: “E invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás”.
Y recuerda, dijo el apóstol Pablo que podemos acercarnos al trono de la gracia para obtener el oportuno socorro. Cualquiera sea la ayuda que necesites, Dios está a la distancia de una oración. Úsala. Mirta
18 de enero
Demasiado bueno para ser cierto
“Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender” (Salmo 139:6).
¿Has oído alguna vez decir: “Es demasiado bueno para ser cierto”? La frase está hecha para expresar que si ves en un negocio, por ejemplo, algo muy lindo, útil y sumamente barato, quizá algún problema tenga... ¡no puede ser perfecto! En general, en nuestro mundo la calidad y la belleza cuestan, ya sea tiempo o dinero. Si quieres tener un trabajo bien hecho, deberás dedicar tiempo. Y si quieres un buen auto, generalmente tendrás que pagar un buen precio por él.
Hace unos años, sin embargo, viví una excepción a esta frase popular. Estábamos por comenzar a hacer la escuela en casa con mis hijas, y estaba buscando programas de estudio para ellas. Vi cosas hermosas y buenas en internet, pero los programas que me gustaban costaban cientos de dólares, dinero que no podíamos pagar como familia. Finalmente me encontré revisando una página web muy buena, y parecía ser gratis. ¡No lo podía creer!
De hecho, no lo creí al principio. Estuve por un buen tiempo esperando que en cualquier instante apareciera un cartelito diciendo que