Incursiones ontológicas VII. Varios autores

Incursiones ontológicas VII - Varios autores


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cargo de las propias incompetencias y falta de liviandad, terminando de socavar lo más recóndito, que para mí observador es una de las cosas más valiosas del ser, su dignidad.

      Figura 2. Jennifer Delgado Suarez, 2018, Tipos de arrogancia [Figura].Recuperado de https://rinconpsicologia.com/tipos-de-arrogancia/

      Traigo la figura 2 a este escrito para mostrar los tipos de arrogancia (Jennifer Delgado Suárez, 2018). Ella investiga este fenómeno y encuentra que, desde los cinco a los siete años, iniciamos los seres humanos con esta característica de vida, creemos saber más que nuestros mayores, es un espacio de pocos recuerdos, pero de grandes aprendizajes, donde comenzamos a manifestar algunos rasgos firmes de existencia.

      Detalla en su imagen la arrogancia individual, esa opinión enaltecida que no se acomoda a la realidad la cual se encarga de acrecentar o exagerar lo que hacemos, distorsionando de gran manera nuestra realidad. Esto me suena muy cercano, cómo desde el rincón más profundo de mi ser tenía que aparecer heroicamente, contando hazañas que hacía con la firme intención de poder mostrarme al mundo, hazañas poco valientes y nada constructivas, ya que se basaban en superar los límites de mi humanidad para poder demostrar que aquí había alguien, tanto así que sufrí golpes, accidentes, tuve momentos de ver a la muerte a los ojos, todo por esa vaga y banal obsesión de poder ser visible.

      Aparece la arrogancia comparativa, la cual busca, a través de la comparación con los demás, enaltecer las habilidades o características propias para sobresalir, teniendo una mirada muy sesgada de lo que es el otro. Esto me hace volver a mi trabajo, a mi rol, a mi parada frente al mundo cuando quiero destruir, aniquilar, llevar a cero a alguien; solo habla de mi manera de sobresalir, de levantarme de ese rincón con más fuerza, con más gallardía, eso sí, adolorido, humillado y con mi dignidad vulnerada, pero siempre con la frente el alto. Esto solo me ha traído problemas en mi existencia, lo describí anteriormente, la forma más valedera y constructiva de poder ser visible ante el mundo, es desarrollar esa capacidad asociativa y de acompañamiento con los demás, me lo muestra la vida, me lo muestra la pandemia por la que pasamos, la competencia de asociarse genera mayores beneficios que remar solo un buque interoceánico.

      Justo acá hago el link al desarrollo que deseo llevar a cabo a continuación, en donde traigo a colación la dignidad colectiva y propia, con la que venimos, la que desarrollamos como seres de sociedad, la que debe ser complementaria, la que nunca es suficiente, la que permite que al ser digno de estar, ser o vivir, a su vez potencia o elimina la posibilidad de usar un orgullo de una manera adecuada, con una misma palabra se puede crecer y ser visible desde el merecer, el ser ejemplo, el poder entregar todo lo que como persona se ha constituido, o caer en el profundo dolor. Por lo tanto, me pregunto ¿Cuál fue la afectación de mi dignidad para llegar a un orgullo tal como para ser soberbio? ¿Sentía afinidad por la arrogancia al ser notado prontamente por los demás por esta actitud? ¿Pensaba que la arrogancia y la soberbia apoyaban en el camino de ser visible?

      Estas preguntas tienen conexión directa con el siguiente aparte de la lectura mencionada anteriormente;

       “El soberbio, se cree superior, sin embargo su ego necesita de la aprobación y de la atención y reconocimiento de los demás, lo cual demuestra claramente su inseguridad interna, es en sí mismo una paradoja, pues por un lado se siente superior y por el otro su autoestima es baja y trata de ocultarla tras la soberbia y la arrogancia y muchas veces la manera de hacerlo es con el sarcasmo.” (Emilio Raúl Ruiz Figuerola, 2012)

      Así que estar escondido detrás del dolor, sin demostrar sentirlo, fue una herramienta de doble filo que trajo perjuicios a futuro, que se mostró como una característica de vida enalteciendo un Ego de mentiras, generando a la imagen publica una versión simplemente superpuesta para dejar en claro que la dignidad del ser que se presentaba estaba fuerte, firme y con la convicción de poder mostrar ese poder ante el mundo, pero definitivamente era una forma de sarcasmo que solo engañaba al exterior.

      Y por último Jennifer, Figura 2, detalla esa arrogancia antagónica, esa cúspide alcanzada donde se minimiza al otro, operando desde una superioridad exagerada, no real, la cual al ser vivida transgrede los límites de identidad y dignidad del otro, humillando y denigrando su humanidad. Esto no es más que el miedo grande a ser rechazado, excluido y no visto: rechazo y humillo al otro antes que eso suceda conmigo.

      Después de este corto, pero elocuente recorrido, llego a un espacio en donde con claridad encuentro que lo que hay detrás de esa arrogancia y soberbia, solo mostraba la necesidad de ser visto, valorado, resignificado desde una fuerza débil, queriendo lucir poderosa, una fuerza que demostraba que la dignidad de ese ser había sido transgredida y disfrazada para mostrarse ante el mundo, hoy no me alerto desenfrenadamente por lo que los demás vean de mí, el orgullo y esa suerte de sarcasmo vividos, solamente escondían un alma que aprendió a hacer lo demostrado y que hoy es consciente que la humildad de reconocer una dignidad valedera es el camino para permitirse ser visto.

      ¡Acompáñenme a construir esa dignidad!

      Del origen latín dignitas y este de dignos, que significa digno o merecedor, que conviene o merece, palabra usada en ocasiones para enmarcar el valor, merecimiento, libertad, con derecho, respeto e inclusive con poder, pero expresado contrariamente como indigno, no honesto, desleal, no merecedor, juicio emitido comúnmente por alguna autoridad, sea grupo o persona que tiene algún tipo de conocimiento superior o con poder para evaluar el valor de ser digno basado en parámetros de vida, escritos y/o estipulados por el sistema donde se nace .

      Antes de iniciar una profundidad en el análisis de esta distinción, es importante pararse en un lugar que permita distinguir cuáles son los límites de la dignidad, cuándo no se alcanza llegar a serlo, qué implica ser digno y qué genera su exceso.

      Un comentario comúnmente encontrado en nuestra vida diaria, es que todos nacemos dignos, por el hecho de ser humanos, la dignidad viene con nosotros, somos iguales, libres, pero con derechos y deberes escritos y determinados por quienes ya hacen parte del sistema; y si ya nacemos dignos, ¿por qué debemos ser evaluados por la mirada de otros?, ¿qué tipo de medición se puede realizar para medir la dignidad? Si cada sistema mira algo específico en la dignidad, ¿en qué sistemas seremos dignos y en cuáles no? Es aquí en donde el límite inicial de ser digno comienza a generar un abanico de posibilidades, ya que si nacemos dignos, podremos pertenecer a todo tipo de sistema, pero no es así; por ejemplo, en las religiones, el merecimiento de ser digno, de pertenecer a alguna de ellas, está limitado por una serie de requisitos que permitirán o no serlo y es alguien o un grupo de integrantes, que indicará, basados en sus conocimientos de su dignidad y la definición de su religión, quienes puedan aprobar el merecimiento de pertenecer, de hacer parte, de ser digno de ser incluido, entonces bien, ¿Realmente nacemos dignos? Si así fuera, ¿por qué existen diferentes estándares para evaluar la dignidad? Pues es aquí donde es importante mencionar que, para acceder a la dignidad de pertenecer y hacer parte, se debe cumplir con normas dadas, así que si revisamos lo mencionado anteriormente, nacemos en el lugar donde somos dignos de nacer y tenemos nuestra determinada dignidad, pero, para movernos a otro sistema, debemos mostrar que la dignidad definida allí puede ser alcanzada por nosotros. Me quedo con la pregunta: ¿Hay varias dignidades, con la que nacemos por ser humanos y las que nos piden para entrar en los diversos sistemas?

      Ahora que somos parte y demostramos ser dignos, ¿qué representa ser dignos para estar allí?, ¿solo por pertenecer y estar en un lugar donde somos dignos, esto nos mantendrá siéndolo siempre? Al parecer, continuar siéndolo amerita unas tareas o demostraciones de pertenecer, y es aquí donde cabe preguntar: ¿Qué debo hacer para ser digno siempre en este sistema? ¿Se logrará cabalmente este cometido? Al parecer, si se cumplen todas las normas y requisitos para pertenecer, la dignidad se mantendrá, se validará, y mereceremos llevar el título, de lo contrario seremos indignos de ello, y es aquí donde aparece su contrario, la negación de representar algo con lo que normalmente nacemos, no somos merecedores y este es uno de los puntos claves, ya que nos indica que por más dignos que nacemos podemos perder la dignidad de pertenecer a un sistema, pero nunca nuestra


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