Sean. Virginie T.

Sean - Virginie T.


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quisiera tener tiempo para sí mismo. Desde que lo designamos alfa ha dedicado toda su vida a los demás, pero cuando uno encuentra a su alma gemela las prioridades cambian y su caso no tiene por qué ser diferente. Máxime cuando Sevana es un ser excepcional. Es la última fatel sobre la Tierra y posee un poder inmenso, fuera de lo común, de una fuerza que jamás había visto. Aún siento ese dolor punzante cuando pienso en los fateles y en el final cruel e inútil que tuvieron. A pesar del tiempo pasado, no he dejado de extrañar a mi familia ni siquiera un poco, aunque el descubrimiento de Sevana me consuela. Después de todo, su pueblo no se ha extinguido. He recuperado la esperanza de que otros como ella hayan podido sobrevivir a los complots de las manadas disidentes.

      — ¿Va todo bien? Te noto nervioso.

      Uhm, además de guapa, nuestra hembra alfa es, como poco, muy perspicaz. Sin embargo, la telepatía no es su poder principal. Solo puede comunicarse con la mente, no leerla. Pero es muy observadora y tiene un gran corazón.

      — Sí, todo va bien. ¿A qué se debe que el gran Manitú nos haya convocado tan de buena mañana? ¿Tiene miedo de ti y quiere que sus lugartenientes lo protejan de su propia mujer?

      La carcajada de Sevana me saca una sonrisa. Tiene una risa cristalina muy comunicativa, pero también un ángel guardián muy posesivo. Connor la rodea por la espalda mirándome fijamente con una expresión inequívoca en los ojos. El alfa vuelve a marcar su territorio. Sienten un amor profundo el uno por el otro y ya han sellado el vínculo, por lo que no hay riesgo de que nadie interfiera en su relación, pero eso no le impide tener celos de todos los hombres que se le acercan.

      — ¿Qué es lo que has dicho para divertir tanto a mi chica? Hacerla sonreír es cosa mía.

      Sevana se gira ligeramente para frotar su nariz contra la mejilla de Connor. No ha tardado en aprender a domar al guepardo con pequeñas atenciones. El tacto es crucial entre dos almas gemelas.

      — Cálmate, peluchito. Solo me ha gastado una broma.

      Al escuchar el apodo, estallo en una carcajada seguido de Owen, Liam y Nate, que llegan en ese mismo instante. Connor emite un leve gruñido.

      — Cariño, si no dejas de llamarme así delante de todo el mundo no me va a respetar ni un solo miembro de la manada.

      — No digas tonterías. Todos saben que eres un peluche feroz.

      Nuestras carcajadas se intensifican mientras Connor mordisquea la oreja de Sevana para castigarla, que acto seguido se gira para besarle. Será mejor que intervenga o me volveré a ver obligado a huir corriendo como un conejo asustado para no presenciar sus retozos, y nunca sabremos por qué nuestro amigo nos ha convocado. Me aclaro la garganta para poner de manifiesto nuestra presencia.

      — Perdón. Gracias a todos por venir. Vayamos al grano. No tengo tiempo que perder, quiero volver a llevarme a mi chica a la cama lo antes posible.

      Intercambian una mirada ardiente que lo confirma. Más vale que la reunión sea corta.

      — Puede que la amiga de Sevana corra peligro. Necesitamos vuestra opinión.

      — De acuerdo. Vamos fuera y nos lo contáis todo.

      El chalé de nuestro alfa está rodeado de mesas y sillas para poder reunir a toda la manada. Nos sentamos alrededor de una de ellas con Sevana en el regazo de Connor, como siempre. No pueden estar sin tocarse. Espero llegar a experimentar esa comunión entre dos almas algún día, como muchos metamorfos. Nuestro líder comienza su relato.

      — Hay algo que me tiene intranquilo desde que volvimos y hasta ahora no he caído en la cuenta de lo que es. Nate, tú podrás hablar con fundamento porque la conociste. Se trata de Ashley, la compañera de trabajo de Sevana.

      El oso asiente con la cabeza.

      — La recuerdo. Una rubia bajita con los ojos verdes. Aquellos lobos también la atacaron, pero no le hicieron nada grave.

      — Exacto. ¿Te acuerdas de lo que nos dijo?

      Nuestro amigo trata de recordar. Casi le sale humo por las orejas. Se le da mejor actuar que pensar, pero es un amigo fiel y un luchador formidable. No conviene cruzarse en su camino cuando saca a la bestia, es un auténtico buldócer. De pronto se le ilumina la cara. Parece que su cerebro se ha puesto en marcha.

      — Fue la primera persona que nos hizo sospechar de la naturaleza fatel de Sevana. Nos habló de su extraordinaria intuición.

      — Eso es. Pero antes, tomó precauciones. Me preguntó si estaba dispuesto a proteger a Sevana independientemente de quién fuera. Insistió mucho en este punto.

      Nate es más perspicaz de lo que creía.

      — ¿Crees que conocía los orígenes de Sevana?

      Vale. Veo perfectamente a dónde quiere llegar mi alfa y, si está en lo cierto, no pinta nada bien.

      — Crees que Ashley sabe que Sevana es una fatel y que quiso asegurarse de que no le harías daño antes de darte indicios.

      — Efectivamente. Sevana nunca le ha hablado abiertamente de sus poderes, y sin embargo tengo la impresión de que está al corriente de todo.

      Eso podría traernos dificultades. De ninguna manera debemos permitir que entre los rebeldes corra el rumor de que al menos una fatel escapó a la masacre. El hecho de que los Black lo sepan ya supone un inconveniente, incluso aunque no vuelvan a atacarnos teniendo en cuenta las pérdidas que les hemos ocasionado. Pero si varias manadas rebeldes oyen hablar del tema y se alían para destruirnos, podríamos estar en problemas. Tenemos el apoyo del gobernador, pero los humanos no tienen nada que hacer frente a una multitud de manadas enfurecidas.

      — Sevana, ¿qué relación tienes con tu compañera?

      — Es más que una compañera. Es mi mejor amiga desde hace seis años. Nos lo contamos todo, pero antes de que me preguntéis, no, como ha explicado Connor, nunca le he dicho claramente que poseo el don de la intuición. Al fin y al cabo, yo misma ignoraba mis orígenes fateles. Ahora bien, hace mucho que es mi compañera de planta, me ha visto trabajar y salvar vidas anticipando los síntomas de mis pacientes con cierta regularidad. Es posible que efectivamente lo haya adivinado, pero jamás me ha dicho nada. Eso sí, siempre ha hecho caso a todas las alertas que he dado, a pesar de la ausencia de signos claros de deterioro en el paciente. Ha sido mi mayor apoyo en el hospital desde el primer día.

       Creo que Connor está en lo cierto. Es evidente que su amiga ha tenido dudas sobre ella, pero puede que, como mucha otra gente, apenas sepa nada sobre los fateles. Desaparecieron hace varios años ya. Muchos han olvidado su existencia y la nueva generación ni siquiera la ha conocido. Eso es fácil de averiguar.

      — ¿Qué edad tiene tu amiga?

      — Treinta y cinco años.

      Vale. Desaparecieron hace veinticinco años, así que puede ser que conociera a algún fatel de niña y reconociera el poder de Sevana. Yo tengo la misma edad que ella y los recuerdo perfectamente. No obstante, seguramente mi infancia no se pareciera en nada a la suya. En cualquier caso, la duda es razonable. Debemos obtener más información sobre ella antes de preocuparnos en exceso. Pongo mi ordenador portátil encima de la mesa. No voy a ninguna parte sin él. Tengo alma de friki. Soy el informático de la manada y un as cuando se trata de saberlo todo de una persona.

      — ¿Nombre completo?

      — Ashley Peterson.

      Manos a la obra. Dejemos que la magia de Internet surta su efecto. Tras varios minutos tecleando, toda la información disponible sobre la señorita Peterson aparece en pantalla. La ficha está extrañamente incompleta y carece de foto. Un dato me llama inmediatamente la atención. Es huérfana, como yo. No se menciona a ningún familiar próximo conocido. Desde luego, muchos de los que estamos aquí hemos perdido a nuestros padres, pero al contrario que a los demás, a mí me ocurrió dos veces, aunque no recuerdo la primera. Más vale que me concentre en la pantalla antes de que me invada la rabia, como siempre. La acogieron con diez años, pero no unos humanos, como a Sevana: Ashley se ha criado en una manada, algo


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