Shine. Ana de Andrés
para el éxito, y sin caer en la inercia. Nos exigen también que emprendamos acciones que nos aseguren un mínimo consumo de energía para el máximo rendimiento, eliminando gestiones y patrones de comportamiento no esenciales o inconsistentes con quienes somos para poder enfrentarnos bien pertrechados a lo desconocido.
La última estrategia tiene que ver con descubrir y recordar que en el fondo todo es un juego. No tiene esto nada que ver con el cinismo que a veces adoptamos para poder seguir adelante con el corazón protegido. Se trata más bien de teñir la imagen que tenemos tanto de nosotros mismos como de los otros con grandes dosis de irreverencia, amabilidad, sentido del humor y compasión. De ponerle a nuestras vidas un poco de «mediterraneidad», conservando intactos al mismo tiempo un cierto candor y un compromiso firme con el mundo que nos rodea. De entender que en todos los sistemas y organizaciones existe un juego que se va volviendo más complicado a medida que vamos ascendiendo por la pirámide, un juego que tenemos que comprender y aprender a jugar, especialmente si pretendemos aportar algo a la agenda grande. Y de aceptar que, para poder transformarlo, debemos jugarlo limpiamente y sin perdernos en él en lugar de juzgarlo o desdeñarlo.
Como pronto descubriréis, cada una de estas dimensiones o estrategias incluye un contenido que podríamos denominar «teórico», en el que analizaremos y compartiremos referencias, modelos y aproximaciones tanto conceptuales como prácticas y que aparece tejido con historias de muchas de las personas a las que he tenido el privilegio de encontrarme en el camino. Cada capítulo incorpora además el perfil de una persona o grupo de personas que para mí representan esa dimensión, explicando su trayectoria, lo que simbolizan y qué pueden tener que aportarnos como referentes. Todas las dimensiones incluyen además herramientas concretas y una sección con preguntas que espero os sirvan para guiar vuestra reflexión y os permitan decidir acciones concretas a llevar a cabo en este momento de vuestras vidas, tanto en la esfera personal como en la profesional.
Mi experiencia me permite declarar que poner en marcha estas estrategias os hará la aventura de liderar –y de vivir– más placentera, plena y exitosa, así que me atrevo a animaros a intentarlo. Ojalá las historias que aparecen en estas páginas sean tan inspiradoras para vosotros como lo han sido para mí. Ojalá os sirvan también para construir un espacio donde vuestra propia sabiduría se pueda revelar. Y ojalá las compartáis con muchos «otros», porque los tiempos hacen más urgente que nunca crear y alimentar espacios de conversación y acción donde diseñar e impulsar lo que deseamos en lugar de quejarnos de lo que hay y de lo que vendrá. Este libro es al mismo tiempo mi estrategia para encontrarme con muchas otras personas «inoculadas» con quienes construir nuevos mañanas basados realmente en el futuro. Cuento con vosotros para promover esos espacios de encuentro. Nada puede merecernos más en este momento.
19 Kairós, el «tiempo de Dios». Ya hablamos de ello en el Prólogo.
20 Covey, Stephen R. (2011). «7 hábitos de la gente altamente efectiva». Paidós Ibérica. Sin duda uno de los mejores de libros de Management que se ha escrito, que resiste con fuerza el paso del tiempo.
21 Aparece en una cita latina que proviene de las Sátiras de Juvenal, del siglo II, la época del Imperio romano. Se refería a la necesidad de disponer de un espíritu –no solo la mente– y de un cuerpo equilibrados para poder orar.
Revoluciones Privadas:
EL PROCESO DE
AUTOTRANSFORMACIÓN
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Cultiva tu presencia
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Cultiva tu presencia
Estar en calma es el mayor logro de nuestro ser.
Yogui Tea
Una de las conclusiones más importantes de mis años dando vueltas por el mundo es que la herramienta fundamental para el ejercicio del liderazgo –y de la vida– es una presencia poderosa. En estos tiempos de derrumbes y oportunidades es un requisito para cualquier ser humano que aspire a tener un cierto grado de libertad y una existencia no inocua.
Los mejores directivos y directivas que conozco son personas que cultivan esa presencia, y eso les permite canalizar su atención en formas poderosas, concentrándola en los propósitos, proyectos y personas que la merecen en cada momento. Mi experiencia, sin embargo, en contraste frontal con esta afirmación, es que nuestro mundo está cada vez más lleno de personas ausentes, en el sentido más amplio del término. Ese sentimiento de ausencia que todos experimentamos en algún momento, se ha visto agudizado por nuestra dependencia de la tecnología, por la cultura del selfie y del like, y por el afán de estar siempre disponibles. Esa presencia requiere que cultivemos de forma deliberada el silencio, la reflexión y el espacio interior.
De hecho, los estudios llevados a cabo por el equipo de Nitin Nohria –actual decano de la Escuela de Negocios de Harvard– sobre diferentes tipos de líderes y de liderazgos revelan que la única cualidad ampliamente compartida por los directivos más exitosos es la capacidad de reflexión. Será por eso por lo que algunos grandes líderes como Bill Gates, que es solo un ejemplo de una tendencia cada vez más común, se precian de hacer al menos un retiro al año. Sin embargo, en mi trabajo me encuentro con personas, equipos y organizaciones que actúan durante la mayor parte del tiempo sin apenas pararse a reflexionar. Y con reflexionar no me refiero a elaborar estrategias y planes más o menos eficientes, sino a escuchar y actuar desde la presencia, primero individual y después colectiva, en un encuentro profundo con el entorno, con los otros y con uno mismo.
Esta presencia es requisito indispensable para cultivar una visión estratégica y sistémica, rasgo fundamental de los grandes líderes, aunque desgraciadamente poco habitual en nuestros días. Únicamente sobre esa visión pueden apoyarse la creatividad y la innovación verdaderas, que parten de una mente y una conciencia expandidas y no se consiguen solo con técnicas más o menos depuradas. Una visión fundamental para enfrentarse a los dilemas que nos impone este «Nuevo Orden», que requieren una lógica diferente de aquella en la que se crearon y a los que no podemos enfrentarnos con soluciones procedentes del pasado.
Cuando trabajo con grupos me resulta enternecedora y dramática a la vez la dificultad que tienen muchos de sus miembros para elevarse, saliendo del territorio de la acción inmediata para poder conceptualizar o pensar a medio o largo plazo. En realidad, tengo que confesaros que encuentro paradójico que tantas personas hayan podido llegar adonde están pensando que gestionar sus quehaceres diarios con diligencia es sinónimo de liderazgo o contribución suficiente para un directivo. Eso sin mencionar lo que podríamos concluir de los que los han puesto ahí, que podría parecer que evitan a quienes piensan por sí mismos. En los tiempos que vivimos, el ejercicio del liderazgo no puede consistir meramente en ordenar el día a día, sino que hace necesario que nos adentremos en territorio ignoto y aprendamos a cultivar los vacíos como territorio fértil en lugar de esforzarnos por llenarlos y concentrarnos mayoritariamente en el hacer, y especialmente si es irracional.
Presencia y «gravitas»
La presencia a la que me refiero está necesariamente alimentada por la gravitas (entendida como dignidad y seriedad exentas de frivolidad), una de las antiguas virtudes que la sociedad romana más apreciaba. La gravitas tiene poco que ver con la gravedad o auto-importancia –tan frecuente en ciertos foros y por ello tan monótona–, a pesar de su etimología común, ya que ambas derivan de la palabra latina que indica peso. La gravitas a la que me refiero tiene un sentido ético, de seriedad y dignidad, y connota una cierta sustancia o profundidad en la personalidad. Para ser un gran líder hay que cultivar ese peso, hay que reflexionar, interpelarse, cuestionarse y cuestionar. La gestión del día a día, por muy complicada que nos resulte y por mucha energía que nos requiera, no puede ser suficiente.
El cultivo de presencia y gravitas en el mundo de hoy, donde las únicas constantes son la incertidumbre