Las guerras de Yugoslavia (1991-2015). Eladi Romero García
futuro ministro de Defensa croata, era un emigrante que había hecho fortuna en Canadá montando una pizería en Ottawa. De regreso a su país, se había vinculado a Tuđman, convirtiéndose en uno de los halcones de su partido. El ataque no hirió ni mató a nadie, pero los serbios lo magnificaron. Uno de los misiles, que no llegó a explotar, fue mostrado en la televisión de Belgrado como prueba de la agresión croata sin que mediara provocación alguna. La tensión se acentuó aún más. A finales del mes de abril, los serbios locales armados, asistidos por voluntarios del nuevo Partido Radical Serbio de Vojislav Šešelj (empeñado a reducir Croacia a lo que pudiera verse desde la catedral de Zagreb, según manifestó en alguna ocasión) y otros grupos nacionalistas, levantaron barricadas en Borovo Selo para mantener a la policía y milicias croatas fuera de la aldea. Šešelj declararía posteriormente en el Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia que su intervención se hizo por solicitud de Vukašin Šoškočanin, el presidente de la comuna de Borovo y comandante de la Defensa Territorial local.
En la noche del 1 de mayo de 1991, cuatro policías croatas entraron en Borovo Selo y trataron de cambiar la bandera de Yugoslavia que ondeaba allí por la bandera de su república. El incidente parece haber sido una decisión espontánea de los agentes surgida aprovechando el festivo Día del Trabajo. Pero el asunto salió mal, pues dos de los participantes resultaron heridos y fueron capturados por los milicianos serbios.
Al día siguiente 2 de mayo, las autoridades croatas de las vecinas ciudades de Osijek y Vinkovci enviaron unos 150 policías a Borovo Selo, junto al Danubio, para liberar a los cautivos. La policía, que viajaba en un convoy de autobuses y vehículos policiales, llegó a la aldea, donde cayó en una emboscada. Doce policías croatas murieron y otros veinte resultaron heridos; los serbios también tuvieron algunos fallecidos, aunque se desconoce el número exacto (entre tres y veinte). Posteriormente, los serbios procedieron a mutilar los cuerpos de los agentes atacantes, lo que inflamó la propaganda croata, que volvió a rememorar el odio étnico surgido en la Segunda Guerra Mundial y las atrocidades de los chetniks. Por la tarde, el ejército federal volvería a interponerse, retirando los cadáveres.
Después de una reunión de la presidencia yugoslava celebrada el 4 de mayo, que condenó la masacre de Borovo Selo, el ministro de Defensa federal ordenó a su ejército que tomase posiciones en el área para actuar como un tapón entre los dos bandos. La 63 Brigada Paracaidista se desplegó en la zona, y el primer ministro federal, el bosniocroata Ante Marković, viajó a Borovo Selo para negociar la liberación de los policías croatas capturados. El gobierno de Croacia, por su parte, aceptó la mayor presencia del ejército federal en el área, hecho que luego tendría importantes consecuencias en la inminente guerra que se avecinaba. Dicho gobierno se enfrentó a serias dificultades políticas por los errores cometidos, criticados por el alcalde de Osijek, Zlatko Kramarić, y el jefe de la policía croata en dicha ciudad, Josip Reihl-Kir, quien también se quejó abiertamente de que extremistas croatas se hubieran hecho cargo de la situación en la zona, obstruyendo sus esfuerzos para negociar la paz. De hecho, dos meses después, el 1 de julio, fue asesinado en Tenja mediante dieciséis disparos de Kalashnikov, en lo que parece fue un control-trampa orquestado por un reservista de la policía croata con vínculos en el HDZ llamado Antun Gudelj, que interceptó su vehículo. En el incidente también resultaron muertos Milan Knežević y Goran Zobundžija, concejal y vicealcalde respectivamente de Osijek, siendo además herido el alcalde de Tenja Mirko Tubić. Gudelj, tras muchas vicisitudes y apoyos encubiertos, sería condenado en 2009 a veinte años de cárcel gracias a la perseverancia de la viuda de Reihl-Kir, Jadranka, por lograr algo de justicia.
Los heridos croatas que habían sido capturados en Borovo Selo sufrieron diversas vejaciones. De hecho, en fecha tan tardía como el 10 de mayo de 2011, cuatro paramilitares serbios fueron acusados de ello por un tribunal de Osijek, aunque por haber sido capturado únicamente uno, llamado Milan Marinković, la sentencia solo le condenó a él a 3 años y 6 meses de prisión por el delito de malos tratos a prisioneros de guerra.
En esta oleada de muertes sospechosas y asesinatos por emboscadas tuvo lugar, el 15 de mayo, la defunción del presidente serbio de la comuna de Borovo Selo Vukašin Šoškočanin, miembro del Partido Democrático Serbio, al parecer ahogado «accidentalmente» en el Danubio cuando regresaba de visitar un campo de refugiados de Vojvodina. Šoškočanin, organizador de la masacre de los policías croatas, quizá pudiera haber sido asesinado por submarinistas del ejército federal yugoslavo, aunque no hay pruebas de ello.
Entre otros incidentes a destacar, debemos recordar lo sucedido en el histórico puerto de Split, donde, el 6 de mayo, se produjo una multitudinaria protesta de los ciudadanos (se habló de hasta cien mil manifestantes) ante el edificio Banovina, cuartel general del ejército federal en la zona. Entre las peticiones de aquellos estaba el fin del bloqueo impuesto por los militares yugoslavos al pueblo de Kijevo (del que hablaremos más tarde). La situación se descontroló, se cruzaron disparos y un soldado federal de origen macedonio resultó muerto. Los medios de comunicación serbios volvieron a acusar al gobierno croata de fascista y genocida. El 5 de junio fueron detenidos cuatro supuestos responsables, juzgados por un tribunal militar y sentenciados a varios años de prisión, aunque el 25 de noviembre serían liberados en un intercambio de prisioneros. Para evitar nuevos problemas, la fuerza federal iría retirando su material de Split, para instalarlo en lugares más seguros.
Una primavera cada vez más violenta, a la que seguiría un verano donde definitivamente se declaró abiertamente la guerra contra las dos repúblicas separatistas. Y para avivar más el fuego, las autoridades croatas organizaron un referéndum por la independencia para el 19 de mayo, en la que salió vencedor el sí por abrumadora mayoría (más del 93% de los votantes). No obstante, en las zonas de mayoría serbia el referéndum fue boicoteado.
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