Las miradas múltiples. Emilio Bustamante
experimentados y cuatro o cinco chicos que estaban practicando y cobraban muy poquito porque recién estaban aprendiendo. Pero lo hacían con mucha emoción. Nosotros dijimos: el que quiere trabajar de verdad, que venga con nosotros para trabajar en la empresa.
ANA DE LOS ÁNGELES
La propuesta de hacer Ana de los Ángeles partió de las religiosas del monasterio de Santa Catalina. Cuéntanos cómo fue eso.
Sí, fue una cosa muy curiosa y muy interesante. A principios del 2010 me convocó la priora del convento de Santa Catalina porque querían hacer una película sobre la vida de la beata Ana de los Ángeles. En un principio yo pensaba que su intención era hacer un documental, una película didáctica. Pero ella me dijo: “No, no, no, una película como esas que salen en el cine, ¿usted puede hacer eso?”. Le dije que sí. “¿Y eso cuánto cuesta?”. Le dije que no podía decirle, que primero había que escribir un guion y después, sobre esa base, se hacían los cálculos. Y me contó que hace unos diez años tuvieron una mala experiencia con una persona a quien le encomendaron hacer una película sobre la vida de la beata, y este señor les hizo una cosa impresentable. Me dio el video, me dijo: “Quiero que vea usted esto, nosotros queremos una cosa completamente distinta”. Vi el video, duraba dos horas o algo más, y efectivamente estaba muy mal hecho. Se querían sacar el clavo, y empezamos a trabajar. Me dieron las biografías, libros, materiales, aparte de que por mi cuenta también empecé a investigar en la biblioteca. Firmamos un contrato para el desarrollo del guion, y, luego de que este fue aprobado, un contrato de producción. Bacán, como un estudio. Después desarrollamos el presupuesto y sacamos adelante el proyecto. Ellas se encargaron de buscar el financiamiento. Claro, yo invertí también un poco, plata de la empresa, cosa que nunca debes hacer, pero, bueno, para terminar la película tuve que hacerlo.
La experiencia fue muy grata. Muy favorable para mí, pues no había hecho otra película desde Y si te vi no me acuerdo. Tenía varios proyectos en lista de espera, en desarrollo, presentados a concursos; no salían. Pero estos dos últimos años han sido muy intensos con esta película. Además, fue muy grato trabajar con artistas arequipeños e ir formando un equipo, lo cual ha sido muy útil para el siguiente largometraje.
¿No hubo conflicto por algún tipo de censura?
No. Había cosas que a mí me interesaban. La manera de enfocar a esa mujer obsesionada por Jesús, por el Divino Esposo, era la de una mujer enamorada. Es algo que también encuentras en el Cantar de los Cantares, en algunos salmos. El Cantar de los Cantares es poesía erótica. Lo bacán es que la puedes interpretar. Y a las monjas les encanta el Cantar de los Cantares. Les fascina. Y sobre esa base fuimos trabajando: la historia de una mujer enamorada. Los peores momentos para ella son cuando la separan de su amado, cuando no puede estar con él. O cuando empieza a dudar de su amor. Sobre esa idea fui construyendo al personaje. Para las actrices era muy útil, pues fue algo con lo que podían trabajar, y a las monjas también les gustaba. Lo que no les agradaba demasiado eran los episodios en los que la beata, cuando es priora y quiere reformar el monasterio, se encuentra con muchos anticuerpos en la comunidad e incluso sufre intentos de asesinato. Ellas tenían dudas de que fueran a dejar mala imagen de la congregación. Yo les decía que, al contrario, la beata salía fortalecida, que era bueno que ella venciera a las que trataban de eliminarla. Con ese argumento las convencí.
Una de las cosas que me llamó la atención fue que las monjas no dijeran nada sobre el demonio, sobre las tentaciones del diablo. La idea es supersencilla. El diablo es ella misma. La tienta, la insulta, la humilla, la ofende. Y ella tiene que defenderse de su propia imagen. Temí que la idea fuera muy surrealista para el gusto de las religiosas, pero no, parece que les ha gustado.
Nos contaste que tienes una formación laica, no religiosa, pero en la película están muy claramente representados los enemigos del alma: el mundo, el demonio y la carne.
Es que tengo una formación católica. Soy católico, apostólico y arequipeño. Fui bautizado católico y hasta los catorce años iba a misa y he sido acólito. Una ventaja de ser católico es que el catolicismo se basa mucho en imágenes. El cielo y el infierno están muy claros. Todo es muy visual. Además, para los católicos es muy importante la ceremonia, el ritual, el gesto, los símbolos. Y todo eso es recontracinematográfico.
¿Cómo fue la elección de las protagonistas?
Desde el primer momento, para mí, Doris Guillén tenía que ser sor Ana. Conozco a Doris desde hace siete años más o menos. Hemos hecho tres obras de teatro juntos. Para mí es, si no la mejor actriz, una de las mejores actrices que hay en Arequipa. Es bastante intuitiva y muy sensible.
Para la sor Ana jovencita, de los catorce a los veinte años, empezamos a hacer un casting en Arequipa, a buscar una persona que se pareciera un poco a Doris y que transmitiera la idea de ternura que tenían las monjas. Ellas decían que tenía que ser alguien tierna. No soy de los que convocan un casting con aviso en el periódico para que después se aparezcan doscientas personas; prefiero elegir entre tres o cuatro. Pero era difícil. Había algunas que les gustaban a las monjas y a mí no, y viceversa.
No sé cómo llegué a Adriana Cebrián. Fue por un vínculo, un amigo de un amigo, algo así. Vi primero la página de Adriana Cebrián, no la de Adri Vainilla. Vi el rostro, y sí: cara de monja. Y tierna. Luego ya entré a la página de Adri Vainilla, que es un personaje bastante excéntrico, una lolita. Adriana se considera performer. Es una chica muy trome, muy pensante. Ha estudiado filosofía, ahora ha terminado de estudiar diseño. Me comuniqué con ella, le envié el guion. Nunca había actuado en una película. Hicimos unas pruebas a través de una persona en Lima, porque yo no pude viajar. Vimos el video en Arequipa con las monjas, y nos gustó. A mí me gustó, a las monjas les gustó, y quedó aprobada. Cuando fue a Arequipa, su llegada coincidió con el ordenamiento de una monja, y fuimos a ver. Es tal como está en la película, se echa en el suelo, la llenan de flores. Es un espectáculo. Adriana me contó que de chica había sido muy religiosa y que en algún momento había pensado ser monja.
¿Cuál ha sido el presupuesto de Ana de los Ángeles?
Es secreto de confesión, no lo puedo decir. He hecho un voto de silencio. Lo que puedo decir es que la he hecho con la cuarta parte de lo que deberíamos, teniendo en cuenta que es una película de época. La ventaja es que hemos podido filmar en el monasterio. Hemos estado cincuenta y cinco días filmando en el monasterio, imagínate lo que hubiera sido pagar el alquiler diario. Tuvimos también el auspicio de la Sociedad Eléctrica, que nos puso cajas de electricidad para trabajar allí todo el tiempo. La inversión más fuerte fue en la dirección de arte, por el vestuario, la utilería, la escenografía.
Una de las cosas interesantes es el vestuario, que luce muy auténtico.
Eso es porque está hecho con fibras naturales que se usaban en la época: lana, bayeta, seda, lino, algodón. El director de vestuario se tuvo que ir a Puno, a Cusco, para comprar las telas.
¿La dirección de arte se vio facilitada por el convento?
En parte sí, pues teníamos la locación. La tarea de la directora de arte, que fue Susana Bouroncle, una artista arequipeña, fue elegir una paleta de colores, las texturas. Luego, confeccionamos muchos de los objetos: las cubetas, los candelabros; porque en el monasterio casi no hay nada del siglo XVII. Con el correr de los siglos el monasterio fue creciendo con estilos de acuerdo a la época. Por ejemplo, no pudimos filmar en la iglesia actual porque es una iglesia del siglo XIX.
Has dicho que se plantearon hacer la iluminación con luz natural, con velas.
Sí, hemos filmado casi íntegramente con sol y espejos. En interiores también, con espejos. Y en los interiores noche el noventa por ciento de la foto es con velas. Los refuerzos también. Aparte de las velas que ves en el encuadre, hicimos unos flats con velas; cincuenta, sesenta velas. Esa era la luz de relleno.