Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854. Angie Guerrero Zamora
diera de una vez su tierra: el general le mostró las montañas azules de los baldíos, i le dijo que fuera a trabajar a ellas. Esta respuesta le produjo sumo desconcierto, porque en la presidencia de Obando tenían torpemente fundadas sus esperanzas”: Manuel Joaquín Bosch, Reseña histórica de los principales acontecimientos, 50-51. Sobre las esperanzas y frustraciones tempranas de los plebeyos con respecto a los liberales se puede revisar: Ramón Mercado, Memorias sobre los acontecimientos del sur, LII, LVII, LXVII, entre otras. James Sanders dice que el aliciente para ir a la guerra por parte de los plebeyos era el botín, pero también afirma el deseo del liberalismo popular por quebrar el control de las tierras por parte de los hacendados, al punto de tener intenciones, después de las guerras federales, de repartir las haciendas conservadoras de los Arboleda de Caloto. Así mismo, en la costa del Pacífico, en Barbacoas, el liberalismo buscó atraer a los afrocolombianos con la abolición de la esclavitud, además de luchar por reconocer que las tierras aledañas a las minas no pertenecían a los propietarios, sino a la nación y que, por lo tanto, no debían pagar rentas por el usufructo de ellas. Véase James Sanders, Contentious Republicans. Popular Politics, 122, 77-78. Para este periodo fue común la resistencia de los manumitidos de pagar arriendo a los propietarios de las minas porque consideraban que les pertenecía. Véase: Jefatura política del cantón de Caldas, Almaguer 10 de agosto de 1852, en: Archivo Central del Cauca. Archivo Muerto. 1852. Paquete 53, legajo 77: sobre la mina de Gelima perteneciente al convento El Carmen de Popayán y las dificultades de organizar el trabajo afrodescendiente: Alcaldía parroquial, Tunía, 6 de febrero de 1852: ACC. AM. 1852. Paquete 53, legajo 78.
56 Robert Louis Gilmore, El federalismo en Colombia, 1810-1858, tomo II, 3-32; sobre Azuero (1854), Valledupar (1855) Ocaña (1854-1855): Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VIII, 133-134, 156-159; 285-286, 333-334; para Azuero, que fue una lucha por el control de la provincia entre las familias, véase: Goítia, Chiari y la Guardia: Aims McGuinness, Path of empire…, 112-113.
57 James Sanders señala que el temor de los indígenas del sur (provincia de Pasto) a los liberales por sus intentos de dividir los resguardos los hizo aliarse con los conservadores, y no tuvieron los primeros ninguna intención por negociar con las comunidades indias, pues su visión del ciudadano universal le era más cómoda con otros grupos plebeyos que con las estructuras comunales de los resguardos y sus habitantes, a quienes los consideraban ignorantes y demasiado piadosos. De esta forma, los indígenas de Pasto resignificaron los idearios conservadores y constituyeron lo que el historiador norteamericano denominó conservatismo popular indígena. James Sanders, Contentious Republicans. Popular politics…, 33-43 y 102-103. Para el caso de Tierradentro, el modelo de Sanders no se aplica; los conflictos que estas comunidades mantenían con la familia Arboleda y otras parentelas conservadoras de Popayán y Caloto por las tierras y los bosques quineros los llevó a aliarse con los liberales en la década de los cincuenta. Luis Ervin Prado Arellano, “Indígenas, guerras civiles y participación política. El caso Páez en la provincia de Popayán, 1830-1860”, James Sanders, Ishita Banerjee, Saurabh Dube et al., Cultura política y subalternidad en América Latina (Tunja: Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 2019), 125-148.
58 Samuel P. Huntington, The soldier anf the State. The theory and politics of civil-military relations (Nueva York: Caravelle Editions / Vintage Books, 1964), 80-85.
59 Luis Ervin Prado Arellano, La organización de los ejércitos republicanos en la Nueva Granada: provincias del Cauca (1830-1855) (Quito, tesis de doctorado en Historia Latinoamericana, Universidad Andina Simón Bolívar-Ecuador, 2019), 81-162. Los antecedentes de esta política se pueden consultar en: Juan Carlos Chaparro Rodríguez, Las relaciones político-militares en el marco de la transición política en Colombia, 1810-1830 (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 2010).
60 Edmund S. Morgan, La invención del pueblo. El surgimiento de la soberanía popular en Inglaterra y Estados Unidos (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2006), 160-169. Sobre estos principios en la Constitución gaditana, véase: Armando Martínez Garnica, “En defensa del honor militar…”, 5.
61 Juan Carlos Chaparro Rodríguez, ¡Desmilitarizar las repúblicas! Ideario y proyectos políticos de los civilistas neogranadinos y venezolanos (Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2017), 71-150.
62 Armando Martínez Garnica, Historia de la Guardia colombiana (Bucaramanga: Ediciones UIS, 2012), 13-14.
63 Armando Martínez Garnica, “En defensa del honor militar…”, 1.
64 Armando Martínez expone la siguiente lista de los generales, jefes y oficiales comprometidos con el golpe de Melo, que sin duda es incompleta e imprecisa: “cuatro generales (José María Mantilla, Martiniano Collazos, José María Gaitán y al propio Melo), cinco coroneles (Rafael Peña y Ramón Acevedo, Manuel Martínez Munive, Manuel Jiménez y Fernando Campos), ocho tenientes coroneles (Antonio María Echeverría, José Manuel Lasprilla, Mariano Posse, Juan Nepomuceno Prieto, José Valerio Carazo, Alejandro Gaitán, Santos García y José Antonio Sánchez), diez sargentos mayores, 27 capitanes, 23 tenientes (entre ellos José María Vargas Vila, Habacuc Franco y José Gabriel Tatis) y 54 alféreces...”. Armando Martínez Garnica, “En defensa del honor militar…”, 14.
65 Mantilla era para el melismo un militar de propaganda, ante la falta de apoyo de generales y políticos de talla nacional como López, Obando, Mosquera, París, Ortega, entre otros. Sobre los datos del general Mantilla, véase: José María Restrepo Sáenz, “la provincia del Socorro y sus gobernantes”, Boletín de Historia y Antigüedades, vol. XLI, n.° 476 (1954), 339; José María Restrepo Sáenz, “Gobernadores de Pamplona”, Boletín de Historia y Antigüedades, vol. XXXVI, n.° 411-413, (1949), 107; Oswaldo Díaz, La reconquista española, tomo 2. Contribución de las guerrillas a la campaña libertadora, 1817-1819 (Bogotá: Ediciones Lerner, 1967), 391-393; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo IV, 7-8 y 100; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo V, 118-119, 129-130, 152-169; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII, 34, 73, 276, 291; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VIII, 61, 99-100; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo IX, 379-380; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo X, 210.
66 Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII, 147-148, y 166-168.
67 Oswaldo Díaz, La reconquista española, tomo 2, 146-149; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo II, 92; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo IV, 100; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo V, 155, 212; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VI, 29; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VIII, 72, 301; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VIII, 61-62; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo X, 93; Cayo Leónidas Peñuela, Álbum de Boyacá (Tunja: Imprenta Departamental, 2.ª edición, 1970), 298.
68 Es errada la tesis de que el Ejército colombiano fue y es aristócrata; se repite hasta la saciedad, se sustenta por la presencia en el Ejército de hombres de estatus alto como Mosquera, París, Herrán; e incluso también se ha etiquetado en este grupo a Obando y López, lo cual, sin duda, es un yerro. Dicha tesis ya ha sido cuestionada por Malcolm Deas al afirmar que este sector de la oficialidad no era significativo en Colombia y que el servicio de las armas no era bien visto por los sectores más prominentes de la sociedad. Así mismo, expone que el Ejército realmente descansó en unos hombres que procedían de sectores no privilegiados y terminaron, por sus años de servicio, ganando experticia en la administración castrense y en el arte de la guerra. Esta tesis ha sido corroborada en estudios más detallados sobre la organización de las fuerzas armadas en la primera mitad del siglo XIX, donde se señala que buena parte de los oficiales, jefes y generales del Ejército eran personas que dependían del salario que recibían para sostener a sus familias. Respecto a cómo se repite la errada tesis de una fuerza armada aristocrática sin ninguna base empírica, véase: José David Moreno Mancera, “Relaciones cívico-militares en Colombia: supremacía y control de los partidos políticos sobre la organización militar”, Revista Científica General José María Córdoba, vol. 12, n.° 13 (2014), 337. La tesis del Ejército aristocrático está presente en: Anthony P. Maingot, “Social