Cásate conmigo... de nuevo. Mariolina Ceriotti Migliarese
personales de cada uno, o la forma en que esos legítimos proyectos personales se van a compaginar, de forma equilibrada y satisfactoria, con el nuevo proyecto compartido de la familia. Muchas veces, el nacimiento de los hijos supone, en este terreno, un momento importante de toma de decisiones, no exento de dificultad.
Por eso, es evidente que los primeros acuerdos no pueden ser suficientes. A lo largo de la vida, va a ser necesario hacer adaptaciones mutuas y continuas, que tendrán que superar el encuentro y enfrentamiento, a veces, con las situaciones de la vida diaria. Pero precisamente este elemento puede abrir paso a un “trabajo psíquico”, complejo y estimulante a la vez, en el que la pareja se encuentra y se enfrenta, media y llega a acuerdos. Es típico de cualquier relación que se pueda llamar vital.
Este “trabajo psíquico”, entre continuidad y cambio, es el que permite que la relación se modifique con el tiempo, pero sin perder nunca su configuración específica más profunda.
Confío en poder mostrar con claridad que las crisis más graves se producen precisamente cuando esa confrontación es, por cualquier motivo, insuficiente. A veces es por una dificultad prolongada, quizá no reconocida, para hacer frente y superar de forma abierta los momentos críticos, desde el punto de vista fisiológico, que tiene el vínculo. Esto lleva consigo una insatisfacción crónica que puede crecer solapadamente, y que distancia progresivamente al hombre y a la mujer, hasta que estalla la crisis.
II.
TRES RELATOS
El que sabe todas las respuestas
no se ha hecho todas las preguntas
Confucio
LA SEPARACIÓN SE HA CONVERTIDO en un hecho muy común del horizonte cultural actual, socialmente aceptado. Esta situación reclama el desarrollo de una nueva forma de pensar: ¿es posible seguir amándose, también cuando en la pareja pasa algo grave? ¿Qué hacemos cuando suceden hechos que no son fisiológicos, como una traición, el enamoramiento de otro, u otras situaciones importantes, que ponen en seria crisis la confianza recíproca?
¿Se puede reconstruir la relación, realmente, en casos como estos? ¿Podemos volver a enamorarnos tras una desilusión profunda? Entre los creyentes, es frecuente que una crisis matrimonial importante dé paso a preguntas más amplias, relacionadas con la fe y con el significado vocacional de la elección: ¿cómo se pueden conjugar la desilusión y el amor? ¿Cómo se puede continuar con la relación, tras la ruptura de la promesa o cuando la gravedad de la desilusión parece hacer que se esfumen por completo los proyectos que habíamos soñado cuando nos enamoramos? ¿Puede Dios querer esto? ¿Es posible que quiera que seamos infelices?
La respuesta a estas preguntas no es sencilla. No hay respuestas estandarizadas, o válidas para todos y por igual. Solo existen las historias personales. Pero en cualquier historia, por muy diferente que sea de otras, salen a la luz elementos que se repiten significativamente y que permiten identificar algunas claves de interpretación que tienen una utilidad transversal y válida para todas las situaciones. Y contar con una clave de lectura nos permite mantener siempre abierta la esperanza.
Por este motivo, he decidido que las partes más teóricas del libro vayan de la mano de ejemplos concretos, tomados de la historia de tres parejas. Las he seleccionado entre las muchas que han acudido a mí en momentos de crisis más aguda, y a las que he acompañado en el recorrido de comprensión de su propia historia.
Quisiera aclarar que no se trata de parejas “patológicas”, sino de parejas completamente normales, como las que nos encontramos a diario: personas que se han enamorado, que han decidido casarse, y que han tenido hijos. Son personas que se quieren. Pero, a pesar del amor mutuo, algo en su historia se ha roto: algo que ellos, por sí solos, no pueden reparar.
Al igual que en otros casos, también en estos, los dos cónyuges han sido incapaces de abrir a lo largo del tiempo un encuentro lo suficientemente franco y abierto entre ellos. Este es necesario para negociar la relación, reorganizarla y darle una nueva forma que sea más satisfactoria para ambos. Los motivos son variados; muchas veces se evita la discusión con la intención declarada de proteger al otro, a uno mismo y a la relación. Pero la dificultad para comprender las dinámicas que están en juego y modificarlas de forma flexible ha llevado a endurecer y a dejar sin salida la estructura misma de la relación. En ausencia de una buena comunicación y de una recíproca y progresiva adaptación, la relación se ha vuelto paulatinamente asfixiante e insatisfactoria, y desemboca en el problema que ha hecho estallar la situación.
En este capítulo, me propongo empezar por presentar las tres situaciones tal y como me las encontré en el momento de la petición de ayuda. He elegido nombres imaginarios y he procurado que los protagonistas no sean reconocibles, aunque han dado su consentimiento al uso de su historia. Por razones de espacio, no podremos seguir sus historias hasta el final. A lo largo del libro, voy a recuperar elementos de una o de otra, para ilustrar las partes más teóricas con ejemplos más concretos.
Primera historia: Marta y Luca
Marta y Luca tienen la misma edad; los dos son profesionales, y tienen a sus espaldas un largo matrimonio: llevan casados 27 años y tienen tres hijos mayores, que todavía viven en su casa. Cuando vienen a verme, están atravesando una crisis importante: Marta ha descubierto que Luca le traiciona. No es una traición episódica, sino una relación que había empezado casi tres años antes de que Marta la descubriese por casualidad. En ella no hay nada especialmente original: «la otra» es una compañera de trabajo más joven, con quien Luca comparte buena parte de su tiempo. Marta, que tenía plena confianza en él, nunca ha sospechado nada. Ahora está destrozada por la profundidad de la decepción y del dolor: tiene delante a un extraño, un hombre al que no conocía. Pero ella y su marido tienen una larga historia en común, tres hijos, y una vida juntos, que todavía tiene valor para ambos. Además, los dos son creyentes, y esto les mueve a hacer un intento serio de tratar de superar la crisis y de reencontrarse.
En el primer encuentro, Marta se muestra muy dolida y enfadada. Aunque está decidida a tratar de reconciliarse, afirma que no sabe si va a ser capaz de perdonar a su marido. Luca, en cambio, parece sobre todo agobiado y confundido: reconoce que siente el mal que le ha hecho a Marta, pero solo parece darse cuenta plenamente en este momento. Sobre todo, parece preocupado ante la posibilidad de una separación, que no quiere: la posibilidad de perder a Marta y su vida representa, en este momento, una hipótesis aterradora.
Segunda historia: Costanza y Gregorio
Costanza es la primera que viene a mi consulta, y lo hace sola. También ella ha descubierto recientemente que su marido la ha traicionado varias veces. Costanza y Gregorio llevan casi 10 años casados. Son las personas más diferentes que se pueda imaginar: ella es italiana, él es originario de un país africano; entre ellos hay tradiciones, cultura y costumbres completamente diferentes. Pero Costanza dice: «Cuando decidimos casarnos, éramos muy conscientes de nuestras diferencias, y durante todo el noviazgo cuidamos de forma especial nuestra relación. Quisimos que nos acompañara, paso a paso, un sacerdote que goza de la confianza de ambos. Después, casi enseguida, nacieron los niños: dos, de edades muy cercanas. La vida nos ha arrollado, y nos hemos alejado. Ahora he descubierto que él me ha traicionado varias veces, con chicas muy distintas a mí».
Costanza está destrozada, desconfiada, enfadada. Pero decide proponer a su marido un encuentro conmigo. El fuerte vínculo que él también tiene con sus hijos, y su marcado sentido de la familia le dan un pequeño margen de esperanza.
Unos meses después, Costanza y Gregorio vienen a mi consulta, y empezamos un recorrido, breve pero intenso, que les conduce al reencuentro.
Tercera historia: Chiara y Matteo
Chiara y Matteo llevan 13 años casados, y hace poco que han tenido a su tercer hijo. Matteo es seis años mayor que Chiara, y el trabajo le obliga a ausentarse de casa con frecuencia, a veces durante varios días. Durante una pelea bastante dura, Chiara le ha dicho a Matteo que se ha enamorado de otro: no admite que le haya traicionado (aunque él lo sospecha), pero Matteo se siente como si lo hubiera hecho. Siempre ha pensado en Chiara como una chica joven, sobre la