Escenas de escritura. Cristóbal Olivares
href="#ulink_f13947d7-1abc-5130-ae49-bc7639533d74">13 Ahora bien, cuando en “Los ensayos de terror” Schwarzböck afirma que el Marqués de Sade y Louis-Ferdinand Céline —dos nombres de la institución literaria francesa, dos escritores de ficción— no son autores del siglo XX o para el siglo XX sino que ellos son el siglo XX, está remarcando, desde la estética, los indicios verdaderos que las obras de estos autores de literatura consignan en lenguaje negativo, remarcando el potencial impugnador de estas literaturas frente la totalidad sobre la que se cierra el lenguaje positivo del siglo XX.
No dejemos de recordar que el siglo XX es el gran siglo de la devastación, de las guerras, las dictaduras, del totalitarismo y los genocidios; pero también es el siglo del espectáculo y de la obscenidad. En un sentido muy cercano a Guy Debord, según deja entrever Schwarzböck, la positividad del lenguaje de los pactos (económicos, militares, civiles), la positividad del lenguaje del Estado guardaría una relación de identidad con la representación espectacular:
el siglo XX no necesita disimular la obscenidad de sus tragedias (todos hemos visto imágenes de los campos de concentración). Por el contrario, a través de su obscenidad disimula lo verdaderamente inconcebible, lo no-idéntico, lo que sólo puede expresarse negativamente. Precisamente por esto, el potencial impugnador que una lectura de Céline y Sade puede ofrecer no está dado, no es positivo, sino que exige un desciframiento estético y una puesta en escena cuidadosa en la compleja escritura estético-política. Tarea de “Los ensayos de terror”, de acuerdo con Schwarzböck, es demostrar que nada de este potencial se identificaría con la representación espectacular y obscena de imágenes de violencia. Así, por ejemplo, contra la más común opinión que ve en la literatura de Sade un antecedente ilustrado del totalitarismo,14 Schwarzböck, a través de la lectura que Bataille hace de Sade, va a profundizar en la siguiente tesis: “Sade no es, para Bataille, un protonazi. Es una víctima (un preso) que, cuando escribe, escribe el discurso de sus verdugos. Los poderosos, a quien él en sus novelas hace hablar, en el mundo empírico callan”. Finalmente, la otra tesis en la que ahondará la autora en estos “Ensayos de terror”, contra el prejuicio de un poderoso segmento de la intelectualidad francesa bienpensante, es la siguiente: “El mundo culpable en el que Céline, para Sollers, es inocente, es el siglo XX. El mundo que habitó Céline (‘el infierno’, ‘un planeta de locos homicidas’) fue nazi, aun cuando se piense a sí mismo, convenientemente, del lado de la Resistencia, del lado de los Aliados, del lado de los Buenos”.
IX
En estas Escenas de escritura presentamos el ensayo “El caso D’Annunzio. Algunas consideraciones estéticas sobre D’Annunzio lector de Nietzsche”, de Rubén Carmine Fasolino. Fasolino es profesor de Estética en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid y nos vamos a referir a él como un autor e investigador emergente cuya reflexión se apoya en la asunción de lo impensado que resta en el quiasmo entre deconstrucción derridiana y psicoanálisis lacaniano. Reciéntemente Fasolino ha sido editor de los Espectros de Derrida. Sobre Derrida y psicoanálisis (2020) junto a José Miguel Marinas y José Luis Villacañas.
La cuestión de lo impensado podría servirnos de puerta de entrada a indicios fundamentales de “El caso D’Annunzio”, que, recordemos, es un ensayo sobre D’Annunzio y Nietzsche. Porque lo impensado de la conjunción, la y de la conjunción, anuda una experiencia de lo imposible, y a lo que refería, por ejemplo, el anteriormente impensado quiasmo entre desconstrucción derridiana y psicoanálisis lacaniano era a la imposible relación entre Lacan y Derrida, o si se prefiere, la relación sin relación, la no-relación sexual de Lacan y Derrida. Así, habría que intentar leer, pues, “El caso D’Annunzio” con el cuidado y la entrega que exige una relación imposible.
Ahora bien, para Fasolino, pensar lo imposible exigirá generar yuxtaposiciones sobre más de un legado. De hecho, uno de los legados que marca la impronta de la escritura de Fasolino se inscribe en la senda abierta por Paco Vidarte (†) en la lengua española y se podría decir que dicha impronta es solidaria de la gravedad de un nombre-nudo de autoría del fallecido pensador: ‘DERRILADACAN’. El título pone en escena una yuxtaposición, o si se prefiere, el programa de un pensamiento basado en la yuxtaposición y que citaré brevemente:
Lo que a mí me interesa es inventarme una relación Lacan/Derrida. Leer, por ejemplo, Joyce le sympthome y Ulysse gramophone a la vez, La ética del psicoanálisis y Psyché o D’un discours qui ne serait pas du semblant y Une certaine possibilité de dire l’évenement. Ponerlos juntos como en Glas se nos propone la imposible contigüidad de Genet y Hegel; o la lacaniana metonimia de Kant con Sade. Yo leo así a Lacan y Derrida desde hace tiempo, yuxtaponiéndolos, dejándolos caer uno al lado del otro, esperando que la metonimia Lacan/ Derida haga surgir inesperados efectos de (sin) sentido. (Vidarte 2007, 106)
En “El caso D’Annunzio” Algunas consideraciones estéticas sobre D’Annunzio lector de Nietzsche”, Fasolino también lleva a cabo una estrategia de yuxtaposiciones, pero en el acto de repetir el legado de Vidarte, a nuestro modo de ver, también ha cortado con él, porque en toda repetición hay pulsión de muerte recortando el nombre-nudo original, aunque generando al mismo tiempo la posibilidad de un nuevo anudamiento. He aquí el trabajo de la muerte en la escritura de los nombres. De modo que la yuxtaposición en la escritura de Fasolino también habrá sido inventiva, productiva, ya sea al interrogar la desconstrucción derridiana y el psicoanálisis lacaniano como al pensar a D’Annunzio con Nietzsche. Sin la menor intención de agotar su alcance, ingresemos entonces en la trama del ensayo del autor.
El título de “El caso D’Annunzio” evoca un clásico de la obra nietzscheana: Der Fall Wagner (1889) o El caso Wagner. Repitiendo a Nietzsche, Fasolino abre un expediente en clave biográfica sobre el poeta que comúnmente es asociado a los fundamentos espirituales del fascismo italiano —cuestión que no deja de ser sesgada, en la medida que D’Annunzio (1863-1938) también fue un referente para los anarquistas italianos, y en general, para toda la cultura del país nuevo que advino tras la unificación nacional italiana (1848-1870)—. En cualquier caso, esta sólo sería una faceta del poeta italiano, lo que no significa que la faceta fascista de D’Annunzio no sea un tema importante en el ensayo de Rubén Fasolino, sino que lo medular está más bien en el concepto de la faz, en el fascismo como faz15 y en “El caso D’Annunzio” como el expediente donde proliferan las facetas: burgués, artista, decadente, poeta-soldado, esteta-armado, aristócrata, etc. El tratamiento de estas cosas se resume en el complejo fenómeno de la ‘máscara’ (persōna, πρóσωπον, die Maske, mascherare) que Rubén abordará a lo largo de su ensayo, cuyo título es también la expresión de un enmascaramiento: la faz de Wagner va a quedar borrada y enmascarada por la faz de D’Annunzio, justo ahí, en la escena de El caso…. Fasolino recorta a Wagner para inventar una yuxtaposición en el subtítulo “D’Annunzio lector de Nietzsche”. Y esto se debe, como el lector podría evaluar, a que hay otra representación de D’Annunzio que Fasolino está buscando yuxtaponer al lado del D’Annunzio fascista. Una más próxima al ‘comediante dionisíaco’, que se ríe de sus máscaras, demasiado despersonalizadas como para asumir seriamente la identificación con alguna de ellas. Cuando Fasolino afirma de il vate que “en el fondo, cree ser aquel que dice ser” porque no puede asumir “el destino de la despersonalización para llegar a ser lo que se es” es decir, lo que Nietzsche describió como el nihilismo europeo, el autor está describiendo el núcleo de un profundo problema his-tórico-estético-político.
Así, el autor de “El caso D’Annunzio” pondrá en escena el esbozo de una desconstrucción de la lógica de los enmascaramientos del poeta italiano, especialmente a partir de la faceta de esteta-armado. A través de Nietzsche, Fasolino busca poner a D’Annunzio contra una faceta de sí mismo: la que se identifica