El odio y la clínica psicoanalítica actual. Carmen Gloria Fenieux

El odio y la clínica psicoanalítica actual - Carmen Gloria Fenieux


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      Posteriormente, Winnicott hace una revisión de la propuesta de Klein de la pulsión de muerte o de la envidia como una continuación del desarrollo de Freud del último tiempo de su obra. En su propuesta de la destructividad primaria o envidia constitucional, acude a la biología, a lo hereditario, que ofrece una mínima organización yoica en el momento del nacimiento, donde los mecanismos de defensa intentan lidiar con esta destructividad primaria a través de la proyección en el objeto y posterior introyección del objeto investido con aspectos persecutorios y destructivos que le dan nombre a la primera posición propuesta por la autora, ‘posición esquizoparanoide’, nombre que es cuestionado por

      Winnicott por las implicancias yoicas y de estructuración que el nombre propone, dado que, de acuerdo a su postulado del desarrollo temprano, no estarían presentes en los primeros momentos ni el yo ni algo así como una estructura.

      Respecto de esto mismo, en el artículo “Melanie Klein, sobre su concepto de envidia” (1959), el autor dice:

      La palabra envidia es fácil de seguir cuando describe los elementos destructivos presentes en la relación de un paciente con el analista si el paciente considera satisfactorio a este último. … debe admitirse que hay fuerzas destructivas que no corresponden a la rabia reactiva y que se alinean en la salud con el impulso amoroso. Pero discrepo totalmente con la Sra. Klein cuando remonta el asunto a la infancia misma. (p. 185)

      Al iniciar su artículo “Envidia y gratitud”, Klein plantea que la envidia es: “uno de los factores más poderosos de socavamiento, desde su raíz, de los sentimientos de amor y gratitud […] considero que la envidia es una expresión sádico-oral y sádico-anal de impulsos destructivos que opera desde el comienzo de la vida y tiene una base constitucional” (1946, p. 9). El sistema trabaja primordialmente para bloquear esta destructividad primaria, lo que según Klein es también el trabajo fundamental del analista. La culpa entonces, muy temprana en el desarrollo, proviene de la destructividad primitiva, desconsiderando en su propuesta a la realidad. Esta versión de la pulsión de muerte era completamente dominante en el campo teórico y clínico de la época, el paciente está sometido a su destructividad, y el odio es la expresión de este empuje que no ha podido ser refrenado por el yo. Como lo planteé anteriormente respecto de Freud, Klein al recurrir a la biología produce un trastorno de la significación de la idea de muerte y destructividad, como si viniera alojada en un sistema de representación primario que le da articulación y anticipación, como una idea innata con tonalidad destructiva primaria. Al respecto, Winnicott cuestiona la envidia primaria y dice “para mí la palabra envidia entraña un alto grado de sofisticación, vale decir un grado de organización yoica en el sujeto que no está presente en el comienzo de su vida” (1959, p. 186).

      El ambiente no tiene un lugar entonces en esta raíz teórica de la agresión, el desarrollo teórico va directamente a la herencia y respecto de esto Winnicott dice: “Para mí ninguna descripción de un bebé puede excluir el comportamiento de la persona que lo atiende […]. En término de las relaciones objetales el bebé depende por entero del modo en que se le aporta cada fragmento del mundo” (1959, p. 186). La dependencia absoluta propia de este momento de la primera infancia deja al bebé en manos del ambiente y en manos de su potencial heredado, el que, si bien incluye potencialmente la destructividad como un aspecto del amor primario, no incluye una preconcepción destructiva del objeto, como algo de lo que debemos defendernos y al que primariamente intentaríamos destruir, como sí está en la metapsicología de los últimos desarrollos de Freud respecto de la pulsión de muerte. “¿Puede una argumentación metapsicológica pasar a dar cuenta de los fenómenos por referencia a la herencia, antes de haber alcanzado una plena comprensión de la interacción entre los factores personales y los ambientales?” (Winnicott, 1962, p. 189). Esta pregunta no solo tiene que ver con su cuestionamiento a la pulsión de muerte, sino que refiere a todo el desarrollo metapsicológico temprano del aporte del autor tanto en lo teórico como en lo clínico.

      Entonces, plantea que “la envidia carece de raíces profundas en la naturaleza del bebé y su surgimiento es una reacción ante las fallas de adaptación de la madre” (Winnicott, 1959 p. 187), es decir, solo tiene lugar cuando algo falla, no cuando todo va bien como ocurre en la propuesta de Freud y de Klein con la pulsión de muerte.

      Empieza a tomar lugar una pregunta diferente que involucra estos cambios teóricos relevantes: ¿Si nos encontramos con la envidia en el paciente, es una envidia inevitable (primaria) o es producto de algo ocurrido con el analista y el análisis? ¿La envidia surge porque es envidioso o bien cuando algo ocurre que la provoca? Esta pregunta sobre la naturaleza establece una división muy radical y fundamental de la concepción metapsicológica de la dupla analista-paciente y del destino del análisis, entre Klein y Freud por un lado y Winnicott por el otro.

      ¿Qué tiene que ver la muerte con la destructividad? ¿Se expresa en ella un impulso primario que apunta a la destrucción como meta, por lo que destruimos porque somos destructivos? No estará más bien la respuesta a este interrogante en el cuando, destruimos cuando, odiamos cuando, matamos cuando. Las madres suelen decir “este niño salió…” refiriéndose a esos componentes que vienen desde el nacimiento, con la herencia. Salió rabioso, impulsivo, bueno, etc., como aspectos relacionados con la naturaleza humana y no con los resultados de una naturaleza en interacción con el ambiente; una base de construcción que requiere del ambiente con el que interactúa para obtener un resultado, que promueve y bloquea las distintas expresiones posibles de nuestra naturaleza.

      Winnicott nos propone considerar al ambiente y la falla de este, como elementos relevantes de la envidia. Si se considera entonces en las raíces de la agresión la relación del ambiente con el bebé en dependencia absoluta y no en relación-con, “la idea de la envidia no enriquece la teoría de las raíces de la agresión; produce confusión al no considerar ni abordar seriamente el efecto de un quehacer materno que es suficientemente bueno o no lo es. Solo se retrotrae a los factores hereditarios” (1962, p. 199). Klein desconsidera el ambiente, pero sí incluye en los factores hereditarios la cantidad constitucional de pulsión de muerte, lo que encontramos desarrollado en Bion en su compleja propuesta sobre el sujeto psicoanalítico.

      Un elemento determinante en el potencial de desarrollo del bebé va a ser la cantidad constitucional de pulsión de muerte, lo que para Winnicott no tiene lugar en su propuesta de este sujeto psicoanalítico (en el decir de Bion); el impulso agresivo no es una variable de la naturaleza humana, que puede resultar destructivo, ya que forma parte de la construcción de la realidad y del self, la que puede fracasar o no hacerlo, dependiendo de la falla del ambiente. La agresión es condición de posibilidad para el desarrollo y la construcción del mundo, mirada que revierte y nos lleva a la cuestión de la destructividad como un aspecto de la creación y el desarrollo cuyo fin primario no es la destrucción. El advenimiento del odio como un sentimiento que ocupa un lugar en el desarrollo humano y que forma parte de su naturaleza nos propone una pregunta sobre su génesis, la que por su sofisticación es secundaria a las vicisitudes de la crianza. La envidia y el odio que son hacia aquello distinto de mí (not me) tiene como precursora la relación con el objeto todavía-no-separado, que que Winnicott a llamado objeto subjetivo (Winnicott, 1959).

      La cualidad de la envidia se ve afectada por la cualidad de la provisión ambiental, es decir, sí hay una diferencia, para el bebé y su desarrollo, entre tener una madre neurótica, limítrofe o psicótica (Green, 2010). En esta consideración de Winnicott resaltada por Green, de la importancia de la madre y del analista, se desprende una ampliación de los límites del trabajo con el paciente en relación a su destructividad, al haber una diferencia y un efecto para la construcción de subjetividad del paciente/

      niño, producida por el ambiente. La relación de trabajo con el analista también puede generar una diferencia en el destino de la regresión y la destructividad del paciente.

      En su artículo “Raíces de la agresión” de 1968, Winnicott hace una afirmación que me parece central para este artículo y que me voy a permitir citar en extenso:

      Al reexaminar las raíces de la agresión, nos encontramos con dos conceptos que debemos erradicar deliberadamente, para ver si vuelven otra vez por sus fueros o si estamos mejor sin ellos. Uno es el concepto de instinto


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