Francisco de Asís. Carlos Amigo Vallejo
de Asís, un santo de leyenda que rompe la distancia de los tiempos y hace, de su persona y de su vida, lugares universales de encuentro, en los que lo más grande y maravilloso se hace sencillo y cotidiano, vigente y ejemplar, porque su existencia es una deliciosa narración de lo que es capaz de hacer Dios cuando un hombre se pone incondicionalmente en sus manos.
Unos se lo contaron a otros y se fue creando la leyenda, pero no la de un ídolo imaginario, sino la de Francisco, nacido en un tiempo y lugar, con su familia y su pueblo, con su historia y su nombre. La leyenda es como una herencia que se transmite y obliga a la lealtad. Lo que hemos visto y oído es lo que os contamos, lo que fuimos «leyendo» en la vida y obras de Francisco.
En la literatura universal, las leyendas ocupan un capítulo importante. También de Francisco se escribieron leyendas notables: la Leyenda mayor y la Leyenda menor, de san Buenaventura, en las que se quiso recoger cuanto se sabía de la vida de un «santo venido del cielo». Un Francisco amable, conciliador, llamando a la unidad entre los hermanos. Estas leyendas inspiraron a Giotto para sus frescos en la basílica de Asís.
La Leyenda de los tres compañeros tiene como protagonista a la ciudad de Asís, con sus costumbres, la situación social, lo religioso... Una «leyenda urbana», diríamos ahora, pero con datos muy importantes para conocer el ambiente donde vivía el joven Francisco y el contexto de su conversión. La Leyenda de Perugia, que es una especie de florilegio en el que se recogen algunos textos de los que ya escribiera el biógrafo Celano.
El libro de las Florecillas está considerado como una joya de la literatura universal. Todo en él respira sencillez, bondad y Evangelio. Así hay que leerlo con la mentalidad de quienes lo fueron escribiendo. Más que en la letra, que es accidente, habrá que fijarse en lo esencial del mensaje que se quiere transmitir. Es la verdadera leyenda, la tradición oral. De alguna manera, las Florecillas nos recuerdan los «dichos» de los padres del desierto, esos apotegmas, esos relatos ejemplares que se fueron confiando unos a otros. Otras «leyendas biográficas» de la época dependen de los intereses y gustos del género literario del momento. Cada uno presenta a Francisco con el color de los propios cristales. De lo que no cabe duda es que la figura del santo de Asís no dejaba indiferente a corriente literaria alguna.
Benedicto XVI habla así de las Leyendas:
En 1260, el capítulo general de la orden en Narbona aceptó y ratificó un texto propuesto por Buenaventura, en el que se recogían y se unificaban las normas que regulaban la vida diaria de los Frailes Menores. Buenaventura intuía, sin embargo, que las disposiciones legislativas, si bien se inspiraban en la sabiduría y la moderación, no eran suficientes para asegurar la comunión del Espíritu y de los corazones. Era necesario que se compartieran los mismos ideales y las mismas motivaciones. Por esta razón, Buenaventura quiso presentar el auténtico carisma de Francisco, su vida y su enseñanza. Por eso recogió con gran celo documentos relativos al Poverello y escuchó con atención los recuerdos de quienes habían conocido directamente a Francisco. Nació así una biografía del santo de Asís bien fundada históricamente, titulada Legenda Maior, redactada también de forma más sucinta, y llamada por eso Legenda Minor. La palabra latina, a diferencia de la italiana, no indica un fruto de la fantasía, sino, al contrario, Legenda significa un texto autorizado, «para leer» oficialmente. En efecto, el capítulo general de los Frailes Menores de 1263, reunido en Pisa, reconoció en la biografía de san Buenaventura el retrato más fiel del fundador y se convirtió en la biografía oficial del santo2.
En cuanto a las fuentes históricas, las más fiables son los mismos escritos de san Francisco. Dentro de aquello que hemos venido en llamar «leyenda», y que se ha explicado anteriormente como ajeno a lo que puede ser simple imaginación y fantasía, debe incluirse una relación de tipo catequético, en el sentido etimológico de hacer resonar, de instruir a través de la voz. Así la «leyenda» franciscana sería, por tanto, el poner la historia y vida de Francisco de Asís en los oídos de las gentes y en la sucesión de las generaciones. En todo este capítulo, del conocimiento de la existencia y mente del pobrecillo de Asís, tienen gran importancia los textos más propios y escritos por el mismo santo. No es de extrañar, pues, que se repitan frecuentemente algunos párrafos y frases, pues se trata de cuestiones diferentes, pero en las que hay que hacer resonar (catequesis) la misma doctrina y pensamiento que aparece en los escritos de san Francisco.
De particular importancia es la Regla para los hermanos menores, en sus dos ediciones: la no bulada y la que recibiera el asentimiento formal del Papa. El Testamento ofrece unos rasgos biográficos objetivos acerca de la conversión de Francisco y lo que ocurrió después. Aunque se debe decir que san Francisco no habla de su vida como lo hiciera un historiador, sino como él la había sentido. El Cántico de las criaturas puede considerarse como la más genuina expresión de lo que en su alma llevaba el bondadoso Francisco.
Llamó poderosamente la atención, tanto en el entorno franciscano como en el de los medievalistas, la noticia de la aparición de la Vida del bienaventurado padre Francisco, también llamada la de fray Elías, por ser este ministro general de la orden quien encargara a Tomás de Celano la redacción más breve y útil para la lectura y oración de los hermanos. Parece ser que a Celano no le agradó mucho el encargo, pero cumplió por obediencia lo que su hermano general le mandaba. Por unas y otras circunstancias, el caso es que la nueva biografía de san Francisco desapareció.
El catedrático e investigador medievalista, Jacques Delarun descubrió un manuscrito que contenía el texto de la Vida del bienaventurado padre Francisco, la que fuera encargada por fray Elías. En un pequeño prólogo, el autor explica cómo ha redactado y cumplido el mandato que se le hiciera.
En una entrevista, publicada por L’Osservatore Romano (26 de enero de 2015) con el experto medievalista Jacques Dalarun, se ofrecen algunas noticias acerca del descubrimiento de una biografía de san Francisco de Asís, escrita por Tomás de Celano entre la primera y la segunda Vita, es decir entre los años 1232 y 1239. Se trata de un sencillo manuscrito en el que el autor quiere resaltar el tema de la pobreza, del amor a las criaturas y de la fraternidad. Francisco amaba a sus hermanos, a todas las criaturas, porque provenían de la mano creadora del único padre Dios. En manuscrito, desconocido hasta ahora, también aparecen algunos episodios de la vida de Francisco que difieren, no en el hecho histórico, sino en las motivaciones que le llevaron a tomar importantes decisiones. El primer viaje a Roma, por ejemplo, se presenta como una operación de negocios, para abrir mercado a la empresa de su padre, vendedor de paños. Allí encontró a los pobres y desvalidos. Le impactó profundamente e hirió su sensibilidad humana. Y vino la conversión, no como un proceso de reflexión sino como el encuentro con una realidad impresionante.
Muere, en octubre de 1226, cantando a la hermana muerte con el mismo gozo que lo hiciera al hermano Sol que es bello, radiante y recuerda a Dios; al agua, que es útil, humilde, preciosa y casta, al viento, a la tierra... Tras su espíritu y huellas lo siguen muchos hermanos y hermanas, pues, como decía Benedicto XVI, «todos tenemos algo de espíritu franciscano»3.
«La historia del Pobre de Asís no se ha detenido en el día de su muerte. En cierto sentido se puede decir que él ha conocido una segunda vida en este mundo después de haberlo dejado»4. Francisco nació en Asís, en 1182, y murió en la misma ciudad en octubre de 1226. Esta es la historia. Después vendrá la leyenda.
San Francisco quiere ayudar a ese hombre concreto que halla en el camino, para que sea feliz y encuentre su liberación en Dios. No busquéis en el santo de Asís palabras desabridas o gestos violentos. Se hace pobre, cercano, pacífico, sencillo. Este es su modo de llevar a cabo una revolución que no pretende otro objetivo que el de ser fiel a Dios y el más humilde servidor de todos. La altísima pobreza de Francisco es el compromiso de dar siempre, de darlo todo, de no tener nada para poder dar más. A san Francisco podemos verlo todos los días. Está con todos los hombres que siguen creyendo, a pesar de tantos pesares, que el agua es pura, limpia y casta, que los hombres son hermanos y buscan el bien. Esta es la «cultura» franciscana, su historia y su leyenda.
El entorno y sus circunstancias