King Nº 7 El Dios de nuestra vida. Herbert King
fruto dela ejecución de un plan brillante. ¿Es así también el plan de nuestra vida? Sería muy bueno que nosotros ahora, cuando hemos avanzado en edad, contemplásemos a menudo nuestra propia vida, nuestro destino. ¡Qué bueno sería que ya nos fuese posible contemplar el anverso del tapiz!
San Pablo, cuyos textos solemos repasar con mucho gusto, nos dio una vez una magnífica respuesta a cuestiones que hoy nos apesadumbran y abruman: Diligentibus Deum omnia cooperantur in bonum (Rom 8, 28): Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman. Los que aman a Dios saben que detrás de todo hay un plan divino de amor, sabiduría y omnipotencia, a pesar de que en la vida haya habido muchas cosas sucias, de que en la vida no sólo se nos haya “desordenado el cabello y las ropas”, sino golpeado y martirizado nuestro cuerpo.
Los teólogos nos dicen - y nosotros que somos personas maduras lo intuimos muy bien - que en la eternidad una de las fuentes fundamentales de felicidad es, junto con la contemplación directa de Dios, la posibilidad de echar una mirada retrospectiva sobre la historia universal - todos hemos participado de un tramo de la historia universal- y reconocer los admirables planes de sabiduría del Dios eterno que se han realizado en esa historia. Pero ya ahora podemos anticipar un poquito de esa felicidad. Muchas personas de nuestro medio, que conozco muy bien, han sufrido terribles decepciones en la vida. Pero si son sinceros percibirán también que, más allá de tales decepciones, desde ese pasado les llega mucha calidez y luz, de modo que pueden advertir, concreta, efectivamente, que todo eso no fue mero azar, que detrás había un plan, un plan de amor. Y esa percepción constituye un regalo extraordinariamente grande, especialmente en Navidad.
1.21 PROTESTA CONTRA EL FATALISMO, EL DEÍSMO Y EL PANTEÍSMO
De: Vorträge 1963, 52-53
La fe en la Divina Providencia se nutre de tres pensamientos.
Primer pensamiento: Dios dirige y guía el mundo; Dios guía el mundo, a todo el mundo, hacia una determinada meta que sólo él conoce en detalle. Dios dirige, conduce, actúa. No abandona el mundo a sí mismo. ¿Qué significa esto? Una protesta contra el fatalismo, el deísmo y el panteísmo. Protesta, y en todo sentido, sobre todo contra el materialismo. Reflexionen un poco sobre todos estos “ismos” para comprender el “cómo” y el “qué” de aquello a lo que se alude aquí. Dios es entonces quien sostiene en sus manos las riendas de lo que sucede en la vida de cada persona.
Un segundo pensamiento: por lo común Dios guía al mundo y a los hombres mediante causas segundas.
Y el tercer pensamiento: Dios lo hace, en definitiva, por amor y por sabiduría infinita.63
Los teólogos nos dicen que en la eternidad la mirada retrospectiva sobre la guía divina en el acontecer mundial y nuestra vida personal, y la comprensión final de dicha guía, son parte constitutiva no esencial sino accidental de la visión beatífica. No obstante es una importante parte constitutiva accidental de nuestra felicidad.
Así pues, en la eternidad, una gran porción de nuestra felicidad - si bien de tipo accidental -, consistirá en descubrir, a la luz de Dios, los planes que Dios trazó desde toda la eternidad para el acontecer mundial y la vida personal de cada ser humano, y en contemplar con qué sabiduría los realizó.
Permítanme agregar aquí lo siguiente: No olvidemos que ya ahora podemos hacer nuestra una porción de esa porción, a modo de fuente de felicidad. ¿Qué significa esto? (…) que hay que examinar, repasar, detectar los caminos de Dios, la sabia guía de Dios en nuestra propia vida o, si piensan ahora en su pequeña comunidad, en la pequeña historia de nuestra familia.
1.22 “PONER LA ESCALERA”
De: Vorträge 1963, 6, 42-44
La razón quiere seguridad, una seguridad autónoma: primero viene esto, luego esto otro, y después aquello de más allá. (…) En este punto la mente humana tiene muchas reservas: “Sólo acepto lo que entiendo, lo que puedo comprender con la luz de la razón natural”. Pero justamente el mundo en el que se mueve la fe es el de las innumerables cosas incomprensibles, inconcebibles para la razón puramente natural. No pondré reparos, sino dejaré que la luz de la fe resplandezca señalándome el camino. Confiado en esa luz entregaré mi razón a Dios. Mi razón ha de abandonarse por completo a Dios también cuando se trate de conducciones y disposiciones divinas en nuestra vida que no podemos interpretar apoyándonos exclusivamente en la razón. Aprendamos a ver siempre a Dios detrás de todas las cosas. Si no aprendo esto, entonces mi razón pondrá muchos, innumerables reparos. Y sencillamente hay que dejar de lado todos esos reparos.
Reiterando una imagen popular que solíamos emplear antaño: Poner la escalera a cada acontecimiento, tanto si se trata de un acontecimiento pasado, como presente o bien futuro. Poner escaleras para el entendimiento y para el corazón. Imaginar que detrás de cada acontecimiento está Dios. Pero Dios se halla presente en él como si estuviese en la cima de una torre. ¿Qué hacer entonces? Si mi entendimiento y mi corazón están cabalmente educados, pondré entonces la escalera, miraré hacia lo alto y me preguntaré: ¿Qué quiere Dios que está en la cima de este hecho particular? ¿Qué quiere pues? ¿Qué quiere decirme con esta realidad? ¿Qué fin persigue? Se trata siempre de lo mismo: El justo vivirá por la fe (Rom 1, 17; Gal 3, 11), por el espíritu de fe. Siempre y en todas partes rige la consigna: “Es voluntad de Dios, ¡guarda silencio!”. O bien aquellas otras palabras de san Pablo: diligentibus deum omnia cooperantur in bonum [Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman] (Rom 8, 28). Con el tiempo, mediante la autoeducación (…), mediante la ejercitación, deberíamos desarrollar en nosotros, a modo de una segunda naturaleza, la siguiente actitud: cuando sucede algo, poner enseguida la escalera, vale decir, preguntarnos qué quiere Dios. Dios nos ha enviado esto, pues bien, ¿qué está queriendo decirnos con tal hecho o situación?
Pero aún no es suficiente. Hay que poner también una escalera para el corazón. Si no lo elaboro con el corazón, entonces a la larga no seré un hombre interiormente libre. Observen cómo estas cosas serias inciden hondamente en nuestra vida. ¿Qué significan todas ellas para nosotros? Una escuela magnífica, extraordinariamente magnífica para nuestra educación.
(d. Un Dios muy misterioso. Dios, el sufrimiento y el pecado)
1.23 LA CARIÑOSA MANO DE DIOS CON GUANTE DE HIERRO
De: Vorträge 1963, 3, 137
Es un misterio muy grande que muchas personas experimentan una y otra vez: ¿Cómo es posible que Dios permita tantas cosas espantosas, tanta injusticia, por parte de las causas segundas? En este punto existen muchas respuestas que dar. Por lo común suelo decir lo siguiente: No preguntemos por qué sino para qué permite Dios esas cosas. He ahí siempre el sentido de tal o cual cosa.
De: Vorträge 1963, 5, 180
Eso no es posible sin una honda fe en la Divina Providencia. Y digo expresamente: sin una honda fe en la Divina Providencia, porque hoy toda la situación está sumida en un estado de agitación. ¡Si las cosas fuesen como en los tiempos de nuestros abuelos!64 (…) Por entonces se estaba sentado en su silla; si había movimientos, pues bien, ¡la silla se desplaza conmigo! Pero a nosotros, hombres de hoy, sencillamente se nos derriba de la silla. (…) La Divina Providencia permite una situación de confusión y revolución. Por eso tenemos que buscar de nuevo un último punto de apoyo, de reposo. Lógicamente este proceso no se produce sin que la naturaleza gima y se retuerza. Pero hallar el camino hacia Dios es siempre más fácil abrazando esas circunstancias, aunque sea duro hacerlo, que exponiéndose ciegamente a ella o reprimir todo. Esto último tampoco es correcto.
De: Conferencia del 1 de mayo de1966 En: Vorträge, IV (1966), 237
Su mano paternal, así solemos pensar y decir, es siempre una mano cariñosa. Pero muchas veces viste guante de hierro. ¿Qué o quiénes son ese guante de hierro? Son las personas que nos atormentan, que cometen injusticias con nosotros. ¿Qué hacer entonces? Para nuestra manera de ver las cosas, algo evidente: las crueldades e injusticias que suframos, en la medida en que fueren, son para nosotros caricias de Dios Padre y no agresiones de parte de un dios cruel. He ahí el cambio, la transformación. La Sma. Virgen no juega con sus aliados, con sus hijos de la Alianza.