Tocado y transformado. Margarita Burt

Tocado y transformado - Margarita Burt


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Los años maduros de Jacob

       37. Judá,hijo de Jacob

       38. Judá

       39. Dolorosa santificación (1)

       40. Años aparentemente estériles

       41. Culpa y convicción de pecado

       42. Los hijos de Jacob llegan al arrepentimiento

       43. La salvación de Judá

       44. La angustia de la incertidumbre

       45. Jacob sale para Egipto

       46. Peregrinos

       47. Las promesas de Dios a Jacob

       48. La espera galardonada

       49 .Rechazados por el mundo

       50. Jacob ante faraón

       51. El mundo no es mi hogar

       52. Jacob se despide de José

       53. Los nietos de Dios

       54. Jacob profetiza

       55. Jacob muere

       56. El entierro de Jacob

       57. Nuestras posesiones en este mundo: Una tumba

       58. Posteriores relaciones entre hermanos

       59. Jacob, ejemplo de los que mueren con fe

       60. Una ciudad justa

       61. Conclusión (1)

       Segunda parte: la vida de f

       1. La fe y la larga espera

       2. Los huesos de José

       3. El ataúd de José

       4. Morir con esperanza

       5. La vida de fe

       6. Enoc

       7. La vida de fe de la madre de David

       8. Mum

       9. Mujeres de fe

       10. “Obtuvieron promesas”

       11. La fe y los enigmas de la vida

       12. Muchas manifestaciones variadas de la fe

       13. ¿Decepcionados?

       14. Tu actitud hacia lo que Dios te ha prometido

       15. Una fe vencedora

       16. Salvos y probados

       17. Conclusión (2)

       Otros libros de la autora

      INTRODUCCIÓN (¡QUE NO SE DEBE SALTAR!)

      TÚ ERES JACOB

      La historia de Jacob es tu historia. En cambio, la historia de José es la de Jesús, el perfecto, el que fue el favorito de su Padre, obediente hasta la muerte, rechazado por sus hermanos, traicionado, vendido, hecho esclavo, acusado falsamente, encarcelado, reivindicado, exaltado y puesto en el lugar de autoridad, desde donde perdonó a sus hermanos y los sostuvo por pura gracia. Fue Jesús quien pudo decir supremamente: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Gn. 50:20); “porque convenía que aquel que habiendo de llevar a muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos” (He. 2:10); “y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (He. 5: 9). Jesús, “siendo en forma de Dios… se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo… se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:6-11). Fue humillado y exaltado; esta es la historia de José, y la de Jesús.

      No es así la historia de Jacob. Jacob fue el imperfecto, el engañador, un hombre con una asombrosa mezcla de carnalidad y espiritualidad, que quería ante todo la bendición de Dios, pero la procuraba por medios carnales. ¡Pecaba para ser bendecido! Al igual que él, usamos la espiritualidad para nuestros fines y la carnalidad para servir a Dios. Queremos ser espirituales a nuestra manera, con nuestro “yo” como factor predominante. No queremos renunciar a nuestra voluntad. No doblegamos nuestro orgullo. Regateamos con Dios. Le ponemos las condiciones para que Él sea nuestro Dios. Si nos consiente lo que pedimos, ¡le concederemos el honor


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