La armonía que perdimos. Manuel Guzmán-Hennessey
climático cambio civilizatorio.
Contenido
Julio Carrizosa Umaña
Primera parte El mundo en que vivimos
1. Once años: pandemia y bifurcación
2. Este anfiteatro es hoy toda la Tierra
5. ‘Cambios tremendamente radicales’
Segunda parte El mundo que aún es posible
7. La recuperación de lo humano
11. La educación desde la complejidad
Tercera parte Construir la esperanza
Anexo Tratado Climático de Copenhague de 2009 (resumen)
La historia ha llegado a un punto en el que el hombre moral,
el hombre íntegro, está cediendo cada vez más espacio,
casi sin saberlo, al hombre comercial, al hombre limitado
a un solo fin, y este proceso, asistido por las maravillas
del avance científico, está alcanzando proporciones
gigantescas y oscurecen su costado más humano.
Rabindranath Tagore
Este libro es un ejemplo excelente de cómo la complejidad de la realidad, completamente demostrada por la actual pandemia, puede ser enfrentada por una mente compleja como la de Manuel Guzmán Hennessey, quien decide reconocerla y aprovecharla para comprender lo que está sucediendo y tratar de mejorar la situación. El autor hace el reconocimiento de la complejidad de la situación actual del planeta no solo desde el punto de vista científico de quienes han estudiado la crisis global, como acertadamente la llama Manuel; el planteamiento general de su libro no se reduce a ponernos al día acerca de la información disponible al más alto nivel internacional, sino que plantea con extraordinario detalle las polémicas entre los mismos científicos —y entre ellos y los políticos— que han convertido este proceso en uno de los más intensos y riesgosos de la historia de la humanidad.
Tampoco se detiene Manuel en lo político y en lo científico. Va mucho más allá, pues abarca aquello que solo se puede afrontar desde la filosofía, la ética y la estética actuales: su pensamiento intenta alcanzar las formas en que se entrelazan las visiones de los científicos y las decisiones de los políticos, con esa realidad que solo se puede afrontar ampliando la mente, saliendo de las disyuntivas, de las reducciones, e inclusive de las abstracciones, abriendo los ojos para comprender, por ejemplo, por qué Dalí tuvo que salir de la realidad para enseñar a entenderla. Ese ‘más allá’ el autor lo encuentra en sus vivencias personales, en sus relaciones con la ciudad y con la gente. En su reconocer de la historia, la geografía y la vida familiar. Es en su reflexión acerca del futuro de sus hijos y de su nieta Elena en donde el libro proporciona las claves para que cada uno de nosotros se dé cuenta de la gravedad de la situación y de la necesidad de aportar para solucionarla. Para Guzmán Hennessey, es “necesario admitir nuestra nueva vulnerabilidad”, dejar atrás nuestra confianza en el crecimiento como la vía hacia la supervivencia y el bienestar. Admitir que esa idea fue únicamente una esperanza ilustrada; tremendamente atractiva para todos los humanos conscientes de haber dejado de ser niños. Reconocer que inclusive el ‘desarrollo sostenible’, como ya está demostrado, no es la solución; que es únicamente una retórica agradable de pensar cuando añoramos nuestros caminos hacia la madurez. Que, a pesar de los avances científicos y tecnológicos, la pandemia nos demuestra que existen límites que ni siquiera los humanos podemos traspasar.
Sin embargo, este libro no puede considerarse solo como un aporte más a las denuncias de la inminencia de la catástrofe ecológica. A lo largo de la mayoría de sus páginas, se insiste en la posibilidad y en la obligación que tenemos de aportar todo lo que somos para impedir esa catástrofe tan mentada y también tan desmentida hoy. Esos aportes podrían, dice Guzmán Hennessey, evitar la catástrofe si todos nos comprometiéramos, primero, a reconocer la complejidad de la realidad que puede generarla y, segundo, aportando a lo que él llama una cruzada educativa global.
En estos años que estamos sufriendo los colombianos, casi todos coincidimos en que la solución está en la educación, y podríamos estar de acuerdo en que el cambio debería tener la fuerza, la decisión y el espíritu de sacrificio que tuvieron los cristianos en la Edad Media. A pesar de que nuestras desgracias son tan originales y específicas, la mayoría de nosotros estamos de acuerdo en que nada eficaz podría hacerse sin la colaboración de la mayoría de los habitantes del planeta. Sin embargo, esas ‘originalidad’ y ‘especificidad’ de nuestras desgracias nos podrían llevar también a identificar soluciones de suficiente complejidad, ya que la enorme complejidad de lo nuestro y el fracaso de las soluciones simples que copiamos ciegamente del pensamiento ajeno es lo que hoy nos agobia. Por eso esa cruzada que propone Manuel no puede ser como una versión más de lo que generó a nuestros países,