Gestión es Comunicación. Cristián Calderón
a diferencia de anteriores cruces históricos, más que constatar y temer al cambio, la preocupación actual es maniobrar, triunfar, imponerse en él.
Así lo refleja un artículo titulado “La Bolsa como metáfora de la sociedad”, capturado en Internet a mediados de diciembre de 1998 y escrito por el catedrático español de filosofía Daniel Innerariy en el diario El país.
“La sociedad del riesgo no es una sociedad revolucionaria, sino catastrófica; la Bolsa es una catástrofe cotidiana, con sus pánicos, atascos, comportamientos contraintuitivos, o sea, problemas producidos por la conducta que pretendía impedirlos: el atasco de los que tienen prisa, la ruina de los que no quieren perder, el engaño que sufren los desconfiados (...) Lo que reflejan las cotizaciones no son hechos económicos sino expectativas sobre desarrollos futuros. Están llenas de profecías que se autocumplen, pánicos que producen lo que se temía, optimismos infundados que acaban generando su fundamento. Dicho paradójicamente: la Bolsa es una metáfora adecuada de la realidad en lo que tiene de semidisponible para el hombre”1.
El riesgo o desafío radica en que no siempre es posible fijar los márgenes de la acción propia y ajena, ya que las categorías tradicionales -espacio/ tiempo, material/inmaterial, continuo/fragmentado - son precisamente las más convulsionadas con el avance.
1.1 Revoluciones espacio/tiempo
Cuatro son a nuestro juicio los epicentros, los quiebres culturales decisivos y fundantes de este nuevo orden de conciencia espacio - temporal.
- Revolución industrial: el tiempo como recurso
De las múltiples relaciones alteradas por el reemplazo progresivo del trabajo físico del hombre por la máquina -proceso que encuentra su cumbre en la fábrica del siglo XIX -, el cambio más profundo fue la nueva idea de tiempo. La revolución industrial debe su existencia al reloj, un aliado estratégico que le suministró el ritmo de trabajo, el tic-tac de la producción, y, ante todo, el modelo de un sistema autónomo, mecánico, capaz de moldear la vida económica y no económica del hombre industrial.
Si bien hay ejemplos en contrario en otros momentos de la historia, técnicamente, el reloj fue la primera máquina automática que alcanzó una importancia pública y una función relevante en la sociedad, dado que transformó los ciclos naturales de la existencia humana -día/noche -, en períodos productivos, en jornadas no necesariamente referidas a la rotación de la Tierra y la aparición y desaparición de la Luna.
A partir de la revolución industrial, el tiempo -aquello que agotó a la filosofía - se hizo medible, cuadriculable, incorporándose en la faena como tarjetas de entrada y salida, sirenas de colación, timbres de recreo, y, lo más importante, como instrumento de cuantificación (horas/hombre) e ideología productiva, que se resume en frases como: “Esta fábrica es un mecanismo de relojería, una maquinita”, “el tiempo es oro”, “perder el tiempo” o “sacar la vuelta (a la manecilla del reloj)”.
Cuando el tiempo se hizo objetivo, seccionable en un círculo, lo humano entró en razón.
- Revolución del transporte: la conquista del espacio
Más que una transformación radical en el desplazamiento humano, la invención de la rueda representó un vuelco en la percepción de los límites del esfuerzo. La verdadera revolución del transporte se produjo años después, sólo cuando esta herramienta -también circular y giratoria como el reloj - logró un uso intensivo y mecanizado.
Fue la locomotora la que alteró los desplazamientos posibles, permitiendo construir una epopeya colectiva de conquista que trazó el suelo con sus durmientes de madera y sus rieles de metal.
Así lo explica Walter Benjamin (1892-1940): “El paisaje... fundamentalmente alterado del siglo XIX ha permanecido visible hasta hoy, al menos en sus huellas. Ha sido configurado por el ferrocarril... Dondequiera que se muestren hermanados montaña y túnel, abismo y viaducto, torrente y teleférico, río y puente férreo..., están los puntos de concentración de este paisaje histórico... En toda su rareza, testimonian que la naturaleza no se sumió, bajo el triunfo de la civilización técnica, en el anonimato y la ausencia de imagen, que la pura construcción del puente o del túnel quedó en sí... como hito del paisaje, sino que a su lado comparecieron inmediatamente el río o la montaña, y no como un vencido junto a su vencedor, sino, antes bien, como una potencia amistosa... El ferrocarril, que atraviesa los portales sin murallas de los cerros... parece... retornar a su propia patria, en la cual reposa la materia de la que él mismo fue hecho”2.
Con el ferrocarril, las personas experimentan la radicalidad de vencer a diario la distancia. Con él no sólo redujo la duración de los viajes y el agotamiento, sino que obligó a sucesivas fantasías, alentadas por el vértigo de la velocidad. La aceleración impuso su locura, pues, si en igual tiempo puedo recorrer mayor espacio, entonces, por inversión, no es temerario asumir que el mismo espacio puede se recorrido en menor tiempo. Lo que es posible, aunque no exactamente igual.
- Revolución de las telecomunicaciones: en distinto lugar al mismo tiempo
Diversos desarrollos tecnológicos paralelos o consecuentes, pero, en todo caso, complementarios, operados a partir de la Primera Guerra Mundial, extendieron los márgenes de la interrelación humana, suministrando, a su vez, renovada confianza en el control de las variables de tiempo y espacio. La telefonía, la radio y la televisión son mucho más que nuevos canales de comunicación, constituyen, ante todo, redes invisibles que penetran las sociedades y sus demarcaciones vitales.
Los medios de telecomunicación atrapan, envuelven, involucran y modelan el ser social, transforman en cercano y simultáneo lo que no era. Al levantar el fono y comunicarse con un amigo en otro continente, se traspasan las fronteras, pues se dispone en un mismo ámbito espacio - temporal, a personas que se encuentran en lugares y horarios distintos. Estamos aquí y allá al mismo tiempo; te escucho de día si me llamas de noche.
- Revolución informática: el tiempo real
Así como en la revolución industrial se reemplazó el esfuerzo físico del hombre por la máquina, en este último gran giro científico y tecnológico del siglo XX se asiste a la sustitución del trabajo intelectual humano por la llamada inteligencia artificial.
La computadora supone distintas aceleraciones del esfuerzo -ya desde la aparición de los primeros y poderosos equipos main frame se apostaba a su capacidad de procesamiento, a la cantidad -, una expansión de la memoria y de la capacidad de predicción lógica, de futuro programable, pero quizá lo más significativo es que involucra una nueva forma de pensar y, por qué no decirlo, de crear.
A su manera, la máquina piensa, ordena, induce y deduce, acierta y equivoca, compara y descarta, opone y antepone, arrastrando a sus usuarios a una ideología de alcances insospechados.
1.2 Código v/s realidad
Si bien lo virtual se asocia, por difusión del término, con esta última fase, todo indica que es la sucesión y superposición de estas cuatro grandes revoluciones lo que prefigura y configura el perfil de la sociedad contemporánea.
En cada uno de estos quiebres se modificó el ángulo de percepción colectiva, transitando desde nociones físicas de la interacción del hombre con el entorno laboral -en la etapa industrial, el temor humano era convertirse en engranaje, como bien lo sintetizó luego Charles Chaplin en el clásico del cine “Tiempos modernos” (1935) - hacia una concepción cada vez más inasible, intelectual, de las estructuras productivas.
Lo que se transa en la Era de la Información es el dato, un logos transversal que es entendido con la misma facilidad por el hombre y la máquina,