Disrupción tecnológica, transformación y sociedad . Группа авторов
informática, distribuir la discusión en todo el plan de estudios de ciencias de la computación sobre cuestiones éticas y profesionales planteadas por ese tema en particular, y un enfoque en profundidad para estudiantes de informática. De esa forma, se diseñó un curso capstone de ética informática que tenía como objetivos socializar con los estudiantes las normas profesionales, reconocer las responsabilidades del rol, tomar conciencia de la profesión respecto de la naturaleza, anticipar problemas éticos, razonar en estándares de aplicaciones prácticas, y resolver problemas éticos.
Pese a que la corriente nació con Norbert Wiener, no fue denominada “ética informática” hasta que Walter Maner (1980) identificó sus postulados en un curso de ética médica (Bynum, 2001) y acuñó la terminología en 1980 con la creación de un kit de inicio para la enseñanza de la ética informática. Maner (1996) señaló que existen cuestiones éticas que se transforman por el uso de las computadoras, pero que también aparecen otras cuestiones éticas por la participación de las computadoras en la sociedad.
Moor (1985) planteó que la ética informática consiste en “el análisis de la naturaleza y el impacto social de la tecnología informática y la correspondiente formulación y justificación de políticas para el uso ético de dicha tecnología”. A partir de lo cual se consideró que el estudio de esta disciplina debía ser abordado desde una perspectiva más amplia, que involucrara las computadoras y la tecnología asociada a ellas, lo que incluía el hardware y el software. La importancia de estudiar la ética informática obedeció al vacío político que existía frente a las nuevas capacidades de la innovación y el impacto que podría tener en los próximos años.
En esta línea, el profesor Maner indicó que, “[d]ado que los vacíos de políticas son temporales y las tecnologías informáticas evolucionan rápidamente, cualquiera que estudie ética informática tendría la tarea perpetua de rastrear un objetivo en rápido movimiento y en constante cambio”, para señalar que las políticas tendrán que transformarse en la medida en que la tecnología lo haga e, incluso, que es posible que surjan problemas éticos prácticos aun cuando la política pública no los haya previsto (Moor, 1985).
En contraposición, en el escenario apareció Deborah G. Johnson (2004), quien indicó que “no creía que las computadoras crearan problemas éticos completamente nuevos, sino que dieron un nuevo giro a cuestiones ya familiarizadas como la propiedad, el poder, la privacidad y la responsabilidad” (Bynum, 2001). En tal sentido, “la ética médica, la ética legal y quizás la ética empresarial se desarrollan con un contenido estándar, pero algunas de las nuevas áreas de ética aplicada no tienen contenido reconocido y la ética informática es una de esas áreas” (Moor, 1985).
La profesora Johnson (2004) estructuró una nueva agenda de investigación en ética informática, la cual se componía de obligaciones especiales para el profesional de la informática a través de códigos de conducta, entre ellos, aceptar la responsabilidad por las fallas en los programas de computadora, respetar la privacidad, prevenir respecto de las amenazas informáticas, reducir la brecha frente aquellos que no han podido acceder a esta tecnología y desarrollar una legislación referida al reconocimiento de la propiedad intelectual.
En ese orden de ideas, la evolución de ARPANET y la aparición de host comerciales en 1990, significó considerar una nueva semántica o espacio conceptual denominado “ciberespacio”, que no es propiamente un espacio vacío, sino un elemento potencialmente infinito de saturación cartesiana y semiubicuidad (Johnson, 2004). Este nuevo fenómeno de entidad virtual trajo consigo implicaciones filosóficas importantes, ya que las tecnologías emergentes encontraron en Internet un lugar ideal para operar y consolidar las relaciones humanas que antes tenían un entorno netamente físico.
Así las cosas, el estudio ético de los fenómenos de la revolución científica no obedece a un análisis meramente técnico en la informática o la computación, sino a una reflexión del conocimiento acerca de la informática en las humanidades. Como señala Deborah G. Johnson (2004: 68):
A medida que la tecnología informática evoluciona y se despliega de nuevas maneras, ciertos problemas persisten –problemas de la privacidad, los derechos de propiedad, la responsabilidad y valores sociales. Al mismo tiempo, surgen nuevos y aparentemente problemas únicos. Las cuestiones éticas pueden ser organizadas al menos de tres maneras diferentes: según el tipo de tecnología; según al sector en el que se utiliza la tecnología; y según los conceptos o temas éticos.
Ahora bien, no se puede perder de vista que estas nociones preliminares de ética informática se gestaron sobre los paradigmas y desarrollos propios de la primera y segunda revoluciones industriales. En dicha época se incorporó la matemática en la realización de secuencias lógicas, lo que más tarde se tradujo en máquinas de computación informática capaces de canalizar órdenes. Sin embargo, los avances de la tercera y cuarta revoluciones llegaron mucho más lejos y plantearon nuevos desafíos respecto de las innovaciones en procesos de automatización mucho más sofisticados. Un ejemplo de ello llegó en 1971, cuando Intel lanzó el primer microprocesador comercial del mundo, componente tecnológico que actualmente está presente en prácticamente cualquier dispositivo, tanto así, que para 1998 ya había más de quince mil millones de chips operando en todo el mundo (Floridi, 2008).
Para la década de 1990 la ética informática estaba fuertemente influenciada por corrientes filosóficas en las cuales ya no se analizaban los problemas desde la perspectiva técnica de la programación, sino que lo que realmente importaba era cómo el ciberespacio estaba transformando a los seres humanos. Aspecto que Krystyna Gorniak-Kocikowska (1996) describió de la siguiente manera:
Cada una de las antiguas revoluciones tecnológicas cambió la forma en que la gente funcionaba en la [n]aturaleza; sin embargo, con la tecnología informática existe la probabilidad de que se cree una realidad alternativa a la [n]aturaleza e igualmente compleja. Los humanos deben ser vistos como habitantes de ambos mundos.
Hasta aquí hemos visto que a lo largo del siglo XX el desarrollo de la tecnología presenta una realidad de carácter técnico que impulsó el fenómeno de la innovación, pero que a su vez expuso un nuevo escenario de dilemas éticos que llevaron al surgimiento de la ética informática, la cual va más allá de lo que se entiende por ética profesional en estricto sentido.
Para Gorniak-Kocikowska (1996: 5), la ética informática tiene un impacto global que no se relaciona exclusivamente con la computación y la interpretación aritmética, sino que nace de un raciocinio que surgió con la aparición de la imprenta en la segunda mitad del siglo XVIII. En esa etapa tener acceso al conocimiento era visto como un privilegio que se generalizó cuando
[l]as masas de creyentes que solían obedecer a los poseedores de conocimiento, descubrieron que eran individuos racionales capaces de hacer sus propios juicios y decisiones. Esto preparó el camino para los dos nuevos conceptos éticos que fueron creados en última instancia por Immanuel Kant y Jeremy Bentham.
En ese orden de ideas, la ética informática no aplica solamente para la “maleabilidad lógica” de las computadoras planteada por James Moor, sino que trasciende a todo aquello que tiene un carácter de versatilidad en las comunicaciones. De esa manera, a juicio de la citada autora, la ética informática no surgió por la revolución de la computación, sino que ha estado presente en la historia de la humanidad y puede explicarse a través de las teorías filosóficas existentes (Gorniak-Kocikowska, 1996).
La profesora Gorniak-Kocikowska explica que, para el caso de la tecnología, el marxismo es la teoría que mayor influencia ha tenido y que responde a los cambios que la revolución industrial causó en la sociedad. De acuerdo con dicha noción, la producción colectiva de bienes conforme a la propiedad de capital y su carácter internacional