El código del capital. Katharina Pistor
Título original: The Code of Capital: How the Law Creates Wealth and Inequality
Copyright © 2019 by Katharina Pistor
© Por la traducción, Eugenio Fernández Vázquez
© La Cigarra, Gestión Cultural, SA de CV
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Ni la totalidad ni ninguna porción de este libro podrán ser reproducidas
ni transmitidas de ninguna forma ni por ningún medio, electrónico o mecánico,
incluyendo su fotocopia, grabación o almacenamiento en un sistema de transmisión
o entrega de información sin permiso explícito del editor.
La traducción de este libro no hubiera sido posible sin el generoso apoyo de Jessica D. Barragán, Paula Sofía Vázquez y Lucía Ibáñez Tirado.
Diseño editorial: Mariana Cruz Hernández · [email protected]
Ilustración de portada: Amanda Woolrich · www.amandawoolrich.com
www.lacigarra.com.mx
ISBN: 978-607-98918-4-8
Hecho en México
Prefacio
La idea de este libro me ha acompañado por largo rato. Me vino por primera vez cuando, en el otoño de 2007, el sistema financiero global empezó a deslizarse hacia el abismo. La velocidad de la crisis dejaba poco tiempo para pensar a profundidad, pero, una vez que pasó el ojo de la tormenta, junto con muchos otros empecé a tratar de descubrir qué podría explicar la impresionante expansión del sector financiero en las décadas recientes y qué podría explicar su caída. Junto con otros colaboradores de distintas disciplinas me propuse desentrañar la estructura institucional de diferentes segmentos de los mercados financieros, uno por uno. Para mí la parte más reveladora de nuestros hallazgos fue lo familiares que resultaban los elementos básicos del sistema financiero, a pesar de los vistosos activos creados más recientemente y de la complejidad sin par del sistema. Ahí donde escarbábamos un poco más hondo encontrábamos las instituciones que están en el corazón del derecho privado: las leyes sobre contratos, propiedad, garantías, fideicomisos y trusts[1], empresas y sociedades y quiebras y concursos. Entre todas impulsaron la expansión de los mercados de activos financieros, pero, según se vio después, también fueron determinantes en su colapso. Cuando los dividendos reales que dejaban esos activos empezaron a caer por debajo de los dividendos esperados los tenedores de activos hicieron valer sus derechos legales, ejecutaron sus garantías, ejercieron sus líneas de crédito, hicieron valer contratos de recompra y protecciones legales ante las quiebras y, al hacerlo, ayudaron a hacer más profunda la crisis. Algunos lograron salir a tiempo, pero muchos más se hallaron con activos que nadie tomaba, excepto los bancos centrales de ciertos países.
Habiendo identificado los módulos centrales de nuestro complejo sistema financiero, empecé a rastrear sus raíces en el tiempo. Investigué sobre la evolución de los derechos de propiedad y de los simples instrumentos de deuda; sobre las muchas formas de promesas y garantías que se usaron para respaldar las obligaciones garantizadas con deuda; sobre la evolución de los derechos de uso, de los fideicomisos y de las personas morales, y sobre la historia de las quiebras y concursos mercantiles; sobre la coyuntura crítica en la que se toman decisiones de vida o muerte en lo económico. Mientras más leía, más me convencía de que lo que había empezado como una investigación sobre las finanzas globales me había llevado a la fuente de la riqueza, a la hechura del capital.
Este libro es el resultado de esa travesía. El capital, como explico aquí, está codificado en la ley. Los activos ordinarios son solamente eso —una parcela de tierra, una promesa de pagar en el futuro, recursos reunidos por amigos y familia para empezar un nuevo negocio o habilidades individuales y conocimiento técnico y saber hacer (know how[2])—. Sin embargo, cada uno de esos activos puede transformarse en capital al inscribirlo en los módulos legales que también se usaron para codificar los valores respaldados con activos y sus derivados, que estuvieron en el centro del ascenso de las finanzas en las décadas recientes. Estos módulos legales —específicamente las leyes sobre derechos de propiedad, garantías, fideicomisos, empresas y sociedades y quiebras y concursos— pueden ser usados para dar a los tenedores de algunos de los activos una ventaja comparativa sobre otros. Durante siglos, los abogados privados han moldeado y adaptado estos módulos legales para ajustarlos a un conjunto cambiante de activos y con ello han fortalecido la riqueza de sus clientes. Los Estados, por su parte, han dado soporte a la codificación del capital al ofrecer sus poderes de coerción legal para hacer valer los derechos legales de los que se ha investido al capital.
Este libro cuenta la historia de la codificación legal del capital desde la perspectiva de los activos, de la tierra, las organizaciones empresariales, la deuda privada y el conocimiento, inclusive el código genético de la naturaleza. No rastreo cada cambio en la evolución de la ley ni los retoques que fueron necesarios para asegurar que las viejas técnicas de codificación fueran compatibles con activos nuevos. Para los abogados esos detalles son inmensamente gratificantes, pero para los demás añaden un nivel de detalle y complejidad que no es necesario para entender la idea básica sobre cómo la ley crea riqueza y desigualdad. Más aún, hay ya una rica literatura que traza la evolución de ciertas instituciones legales, como los fideicomisos y trusts, las personas morales o la legislación sobre garantías. Los lectores que quieran ir más a fondo en esto podrán guiarse por las referencias que se ofrecen en las notas. Pido la comprensión de los historiadores legales y de los expertos en algunos de los terrenos legales relevantes por las simplificaciones que me sentí obligada a hacer para asegurar que el libro fuera accesible para quienes no son abogados. Son ellos los lectores que tenía en mente al escribir el libro, lectores que quizá no hayan abierto nunca un libro sobre leyes por miedo a que fuera demasiado árido y complicado o que quizá simplemente no fuera relevante. He intentado hacer que las instituciones legales no solo sean accesibles, sino también interesantes y relevantes para los debates actuales sobre desigualdad, democracia y gobernanza. La ley es una herramienta poderosa para ordenar a las sociedades y, si se la usa con sabiduría, tiene el potencial de servir para un amplio espectro de objetivos sociales; sin embargo, por razones y con implicaciones que intentaré explicar, la ley se ha puesto firmemente al servicio del capital.
Mucha gente me ha acompañado en mi travesía para escribir este libro. Mis colegas en la Escuela de Leyes de Columbia me animaron a escribir un libro y no solamente un artículo cuando presenté por primera vez mis ideas en un taller con académicos hace cuatro años. Mis estudiantes en la Escuela de Leyes de Columbia siempre son los primeros con los que pruebo mis nuevas ideas. Son inteligentes y directos en sus ideas y críticas y he aprendido muchísimo de ellos a lo largo de los años, enseñándoles, por decirlo así, las complejidades del derecho corporativo, de los activos financieros y de su regulación, pero también el papel que la ley puede jugar en el desarrollo más allá de las economías capitalistas de Occidente. También me he beneficiado enormemente de las conversaciones con exalumnos que ahora ejercen con éxito. Algunos inclusive me han acompañado en mis tareas como maestra y han compartido conmigo y con mis estudiantes lecciones que sólo puede conocer quien trabaja desde dentro en la arena del derecho.
El libro también se benefició enormemente de los proyectos de investigación y talleres que he realizado bajo los auspicios del Centro para la Transformación Legal Global que dirijo en la Escuela de Derecho de Columbia. Estoy enormemente agradecida con nuestros donantes, en particular con el Instituto para el Nuevo Pensamiento Económico (inet, por sus siglas en inglés) y la Sociedad Max Planck en conjunto con la Fundación Alexander von Humboldt.
Escribir un libro puede ser una tarea más bien solitaria. Por suerte, he tenido muchas oportunidades para compartir las primeras ideas y probarlas con diferentes audiencias. Entre ellas estuvieron el Instituto Buffet en la Universidad Northwestern, la Universidad China de Hong Kong, ETH Zurich, la Universidad Goethe en Frankfurt, la Universidad Humboldt de Berlín, el Centro Interdisciplinario Herzliya en Tel Aviv, KU Leuven