Música y Músicos Portorriqueños. Fernando Callejo Ferrer
como dijo el crítico español Peña y Goñi, 'cuando tiende a penetrar en el fondo de la existencia misma del arte, señala los pasos de éste, investiga las causas de su marcha, de sus evoluciones, de sus tendencias y lo consigue con el atento estudio del estilo de cada compositor, de las influencias que le rodean o medio ambiente en que se desenvuelve.'"
"En tales principios procuraré inspirar mis humildes trabajos. Y puesto que he exteriorizado mi apreciación sobre el concepto crítica, voy a hacer lo propio con los de belleza y arte."
"Dice el crítico germano, Bergman, que es imposible definir la belleza de un modo objetivo; que no puede ser percibida sino de un modo subjetivo, y, por consiguiente, que el problema de la estética consiste en definir lo que gusta a cada cual."
"Definición es ésta, completamente opuesta a la del escritor francés, Cousin, quien afirma que la belleza descansa siempre sobre una base moral, que puede ser definida objetivamente y es, por su esencia la variedad dentro de la unidad."
"Jouffroy veía en la belleza, la expresión de lo invisible. Mario Pila… el producto de nuestras impresiones físicas. Y Sar Paladán afirma, que la belleza es una de las manifestaciones de Dios."
"Prescindiendo, por no cansar a los lectores, de otras teorías, y ateniéndome a la afirmación de Sar Paladán, yo entiendo todo lo contrario: que el arte es una manifestación de Dios, siendo la belleza una de las manifestaciones del arte."
"Así como Dios, teológicamente, es uno y trino, así también lo es el arte como manifestación divina, porque la verdad, la bondad y la belleza, sustancias inseparables que forman la esencia del arte, son las constitutivas de esa esencia creadora que llamamos Dios."
"La belleza, por sí sola, no existe, si no va precedida de la verdad y como secuela de la bondad; y toda obra de arte que no esté inspirada en esas tres cualidades esenciales, no puede ser considerada como tal, pues si solamente fuese bella por la impresión grata que produjera en los sentidos, no sería artística, toda vez que carecería de la verdad que es la que impresiona el sentido moral, y de la bondad, consecuencia que debe buscarse en los efectos que toda obra de arte produce."
"Dice el gran pensador Tolstoy, que el arte no debe ser otra cosa que la expresión de la conciencia religiosa de la sociedad, y que cuando las manifestaciones artísticas no responden a la conciencia religiosa de la época, no deben conceptuarse como tales, puesto que no obedecen a un fin determinado ni contribuyen a la marcha progresiva de la humanidad."
"De acuerdo con las manifestaciones del ilustre ruso, haré mis apreciaciones al estudiar las obras de los compositores nativos." Hasta ahí el artículo de referencia.
Se notará que, en los distintos capítulos de este libro, repito nombres y hechos ya citados. Lo hago, expresamente, para facilitar la búsqueda de un dato aislado, en caso de consulta.
El trabajo no es completo. La premura con que he practicado las últimas investigaciones para preparar, a tiempo, la edición, puede ser la causa de nuevos errores u omisiones y nunca el prejuicio pasional ni la envidia por méritos o éxitos extraños.
Prefiero pecar de indulgente antes que, por riguroso, se me califique de egoísta. Los que me sigan en esta labor, podrán rectificarme ya que, por lo menos, les presento una forma de fácil orientación, de la cual yo he carecido.
Y… como el mal camino debe andarse pronto, cerraré el introito para entrar en la consumación de lo que muy bien puede calificarse: OSADÍA DE LA IGNORANCIA.
Agosto 10 de 1915.
SECCIÓN PRIMERA.
Anotaciones Históricas
CAPÍTULO I.
1660-1800
El arte musical, en la forma en que ha llegado hasta nosotros, tuvo su origen en la Iglesia Católica, siendo, primeramente, San Ambrosio, poco después San Gregorio, más tarde, Guido D'Arezzo, y, últimamente, Cristóbal Morales y Juan de Palestrina, los verdaderos fundadores de la música religiosa, generadora ésta, a su vez, de las demás formas de la composición e interpretación musical.
San Ambrosio, Obispo de Milán, en el año 386, estableció la base del canto llano, formando los cuatro primeros tonos llamados auténticos, por los cuales se entonaban todos los cantos de la primitiva iglesia.
En el siglo VI, San Gregorio redujo los caracteres griegos de que se hacía uso por aquella época para indicar los sonidos, a sólo siete letras con las cuales indicó este Pontífice todos los sonidos de la música, fundando colegios y escuelas musicales para la enseñanza de los jóvenes y la primera capilla que fué llamada después pontificia. Desde entonces se le dió el nombre de canto gregoriano al canto llano o religioso, que hoy consta de ocho tonos, para diferenciarlo del profano o figurado.
Guido D'Arezzo o Arettino, monje de la abadía de Pomposa, nacido en Arezzo, villa de la Toscana, a fines del siglo X, y al que se atribuyen muchas invenciones sobre el arte y su enseñanza, que no son del caso relatar, es indudable que fué el primero en establecer un método para la enseñanza del canto, cuyo estudio era asaz difícil y penoso, y dió a los siete sonidos musicales la denominación silábica que todos conocemos, tomándola de la primera sílaba de cada uno de los versos del himno de San Juan Bautista.
Cristóbal Morales, maestro compositor español, nacido en Sevilla a principios del siglo XVI, que en 1540 era cantor de la capilla pontificia, y, en 1545, maestro de capilla de la Iglesia primada de Toledo; con Juan de Palestrina, nacido en Roma en 1524, nombrado, a los veintisiete años, maestro de la capilla Giulia y en 1554 cantor de la pontificia, fueron los creadores de la actual música religiosa, a la que despojaron, en absoluto, del sentimiento profano de que estaba saturada, revistiéndola del misticismo, grandeza y severidad en la construcción que al presente conserva.
Siendo la Iglesia uno de los principales factores en el descubrimiento de América; asumiendo, casi por igual, con los conquistadores, los deberes y derechos de la colonización; y, estando en ella vinculadas, por aquella época, todas las manifestaciones del saber humano y más especialmente las artísticas, es lógico suponer que fué también la Iglesia la cuna del arte musical portorriqueño.
Tal suposición la confirma el padre Manso, primer obispo de Puerto Rico, al establecer la organización interna de la iglesia catedral, en sus Letras Episcopales dadas en Sevilla, con carácter de documento público, ante el Notario García Fernández, con asistencia de los delegados regios, como testigos.1
En dichas letras se instituían seis dignidades, dieciséis canongías, o prebendas, seis racioneros, tres medio racioneros, seis capellanes de coro y seis acólitos, además de los oficios de sacristán, organista y otros varios.
No pudo, el padre Manso, constituir la catedral, durante los primeros años de la colonización, con tan lujoso cabildo, pues ni estaba erigido el templo ni disponía de recursos para sostenerlo.
La desaparición, en 1625 (Invasión de los Holandeses) de los archivos eclesiásticos, no nos permite fijar la fecha de cuándo empezaron a efectuarse los servicios del organista y cantores en la Catedral. Por tal motivo es que tomamos, como punto de partida para estas anotaciones, la fecha de 1660.
En el tomo primero de las actas capitulares existentes en el Obispado, según notas certificadas que bondadosamente ha tenido a bien facilitarnos el señor Secretario del Obispo, Rev. Padre Hormachea a quien está encomendada la penosa labor de reorganizar el archivo, aparece, como primer acta, la fechada en 9 de enero de 1660. En ella se consignan los nombramientos, para dicho año, del presbítero Don Gerónimo de Ovando y Guerra, como organista, y de Juan Piñero, para sorchantre, donando (suponemos que en calidad de honorarios) 150 misas, valor de 15 reales de plata cada una, para el organista, y 50 para el sorchantre.
El Padre Ovando permaneció de organista hasta el año 1690,2 quedando vacante la plaza durante todo el 1691, hasta que, en enero de 1692, fué nombrado el padre Don Juan de Morales quien la sirvió hasta diciembre del 1698.
Piñero,
1
La Colonización de Puerto Rico. – S. Brau. 1908. P. R.
2
No dice el acta si Ovando murió o retornó a España.