¿Qué hay en la tele? Cómo ayudar a nuestros hijos a elegir. Claude Allard
puede actuar sobre las cosas y las personas.
Las imágenes audiovisuales como los dibujos animados o las marionetas le cautivan no sólo por la vivacidad de los colores o el tono de los diálogos, sino sobre todo por su movimiento. Refuerzan su amor propio y enriquecen su imaginario, que empieza a poblarse de pequeños héroes familiares que reconoce.
Pero no siempre entiende el galimatías más o menos confuso de las palabras sin que la explicación de un adulto les dé realmente sentido, salvo si el programa tiene en cuenta su nivel de comprensión del lenguaje. Es el caso, por ejemplo, de los Teletubis, una serie inglesa pensada específicamente para los niños de 18 meses a 4 años: colores vivos fáciles de identificar, palabras simples repetidas varias veces a un ritmo lento, sonidos amortiguados, un contenido no violento… Los pequeños pueden identificarse fácilmente con estos personajes
♦ Entre 3 y 5 años: un universo imaginario muy rico
• A partir de 3 años, el niño es capaz de seguir una película o un programa que le interese. Puede dar un sentido a la acción si sus componentes están pensados para él. Empieza a tener héroes favoritos. Durante este periodo, el niño tiene una vida imaginaria muy rica. Da vida a su osito, a sus muñecas, a sus figuritas, a los juguetes.
En su universo conviven indistintamente la realidad y el imaginario. Las historias que le cuentan los adultos, las películas y dibujos animados que ve por televisión, los espectáculos de marionetas alimentan su imaginación y desarrollan su enorme capacidad de soñar. Cree todo lo que le enseñamos o le contamos. Ante todo es crédulo, necesita tiempo para lograr distinguir lo verdadero de lo falso. Cuando ve saltar a Superman de un edificio a otro o a Spiderman escalar los rascacielos, se entusiasma. Estos héroes con poderes extraordinarios sacian su necesidad de omnipotencia.
Los necesita porque, en su vida, el niño es muy dependiente de los adultos, sobre todo de sus padres. En primer lugar, afectivamente: sin el amor de sus padres, languidece. Después, materialmente: tanto si es para comer, vestirse o limpiarse, el niño necesita la ayuda del adulto. Por consiguiente, compensa su sentimiento de impotencia a través de la búsqueda de una omnipotencia imaginaria. Este proceso psíquico es normal y está presente en todos los niños. Los ayuda a crecer, y sus héroes les sirven como modelo.
Pero un niño solo demasiado expuesto a las imágenes televisivas puede ver alterados sus primeros referentes. Por ejemplo, ¿cómo puede saber lo que le está permitido hacer y lo que no? Su madre le dice que no está bien decir palabrotas o pelearse con sus hermanos y hermanas, mientras que en algunos dibujos animados los personajes lo hacen continuamente.
Entonces, «¿por qué yo no?», piensa cuando se enfada con su madre y esta no le da algo o cuando un compañero le ha quitado su juguete. La pelea le parece la forma natural de resolver los conflictos, contrariamente a las recomendaciones de sus padres.
Otra fuente de confusión para los pequeños es la representación de la muerte. En muchas series, se niega. Los superhéroes pueden hacer sufrir a todo tipo de criaturas, pero pocas veces se lastiman ellos mismos. Siempre salen indemnes y son inmortales. La muerte sólo existe para los malos, cuando no se metamorfosean. Al fin y al cabo, luchar sólo aporta la gloria de vencer, de ser el más fuerte, y no provoca sufrimiento. Además, en el lenguaje infantil, ya no se dice: «Voy a romperte la cara», sino que exclaman: «Voy a matarte». Así, la acción de matar al otro no tiene consecuencias, porque es inmortal. El niño corre el riesgo de tomar la realidad por lo que no es y, por consiguiente, empujado por sus impulsos, ponerse a veces en situación de peligro.
♦ A partir de los 7 años empieza a distanciarse
Se dice que a los 7 años ya se tiene uso de razón. El niño ha interiorizado algunas reglas de la vida social. Es capaz de pensar por sí mismo, ha adquirido conocimientos. El dominio del lenguaje le permite expresar lo que piensa, lo que siente, emitir una opinión, empieza a conocer las nociones de tiempo y de espacio. Así, puede entender que lo que ve en televisión no tiene lugar aquí y ahora, sino que pudo pasar el día anterior, o que la acción sucede en otro lugar, lejos de su casa, si se lo explicamos. Por consiguiente, puede dar sentido a lo que ve, asociarlo a su contexto y, por tanto, distanciarse del efecto inmediato de la imagen.
Héroes efímeros
La televisión ejerce un impacto considerable en los niños a través de los valores que transmite. Desde su más tierna edad, necesitan héroes para crecer, mitos y figuras con los que identificarse. ¿Qué modelos les ofrece la televisión? ¿Cómo influyen los héroes televisivos en su comportamiento?
Los héroes de antaño procedían de la mitología, de la religión, de la literatura. Con la llegada de la comunicación a través de las imágenes, los héroes nacen en el cine, los dibujos animados y los videojuegos. La comercialización de los productos derivados como juegos, disfraces, figuras o incluso ropa ha transformado a estos pequeños personajes en anuncios al servicio de tal o cual marca. Cada vez más, los héroes imaginados por los niños evolucionan en universos misteriosos, preocupantes y extraños, fuera del tiempo y del espacio, el de la ciencia ficción, el de los universos de ultratumba. Ya no están personificados como seres humanos, sino que pueden ser extraterrestres, robots, animales fabulosos, fantasmas o vampiros, etc.
Los jóvenes telespectadores de las generaciones anteriores se identificaban fácilmente con sus héroes, ya que estos eran poco numerosos, cosa que ya no sucede. Con los videojuegos, los niños encuentran a sus personajes en diferentes soportes (cómics, videojuegos, series de televisión, etc.). Así, gracias a estos encuentros, el niño se cruzará en su camino con uno u otro personaje del que admirará las proezas correspondientes. Sin embargo, actualmente, estos encuentros son mucho más efímeros y están pautados por las modas del momento.
Los niños parecen sentirse mucho menos atraídos por los héroes de carácter particularmente fuerte, de los que podrían asimilar algunos valores para construir sus propias representaciones. A veces hacen alusión a uno u otro, pero, en general, pocos emergen de manera significativa y su éxito suele ser de corta duración.
Los más pequeños imitan directamente la acción de ciertos personajes cuando representan simulacros. Pero cuando se les pregunta por sus preferencias en los dibujos animados, por ejemplo, les cuesta mucho precisar su discurso, sus modalidades de acción.
Los que son un poco mayores empiezan a elegir, a tener preferencias, a poder especificar las características de los héroes que les gustan, pero todavía les cuesta criticar sus acciones o eventualmente lo que les motiva. Sin embargo, cuando un adulto muestra interés por estos personajes, se puede entablar un diálogo totalmente dinámico. Al niño a veces le sorprende que un adulto pueda interesarse por lo mismo que él. De hecho, la mayoría de ellos consideran erróneamente el universo de los dibujos animados como un ámbito reservado, como si los adultos no tuvieran acceso a él. La mayoría de las veces ignoran que las personas que han creado estas imágenes especialmente diseñadas para ellos son precisamente adultos. Es el momento de recordarles que antes de ser adultos nosotros también fuimos niños.
♦ Superwoman o Lolita
En los dibujos animados, las heroínas suelen tener un papel secundario, de ahí probablemente el éxito hace un tiempo, en las cadenas autonómicas, de las chicas de una serie que se ha emitido en casi todo el planeta: Totally Spies («Tres espías sin límite»). Se trata de tres estudiantes de un prestigioso instituto de Beverly Hills. Detrás de la morena, la rubia o la pelirroja con aires de Barbie más bien normales se esconden unas temibles ninjas, unas agentes secretas a las que un jefe misterioso les confía varias misiones imposibles. Así, las chicas ordinarias se convierten en chicas extraordinarias: llevan unos trajes especiales y los diferentes artilugios de que disponen les confieren una fuerza y unos poderes fantásticos. Es decir, que nuestras superheroínas tienen los mismos poderes que los chicos o que los malos contra los que luchan, y a menudo son más listas. Aunque tengan sus momentos de debilidad, estas pequeñas espías dominan sobradamente a los grandes machos que se enfrentan a ellas. Atrás quedaron las Cenicientas, Blancanieves y demás Bellas Durmientes, unas jóvenes tiernas y pasivas que esperaban que el príncipe azul las liberara de su triste