La Mitomanía. Juan Moisés De La Serna

La Mitomanía - Juan Moisés De La Serna


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otros animales usan colores vivos para señalizar que son venenosos, cuando en realidad no lo son, evitando de esta forma ser presa fácil, tal es el caso de algunos invertebrados que “copian” los colores de especies venenosas.

      A pesar de que en ambos casos se busca “engañar” a los depredadores, no se considera que se esté mintiendo como tal, ya que ni existe una Teoría de la Mente ni una intencionalidad consciente de ello.

      Los niños por su parte, tampoco tienen esa intencionalidad a la hora de expresar lo que quieren o desean, con el tiempo y la práctica van desarrollando tanto las habilidades lingüísticas como cognitivas, lo que les va a permitir a estos poder mentir, en cuanto adquieran la Teoría de la Mente.

      Hay que tener en cuenta que, a diferencia de los adultos, los pequeños no expresan las mentiras de la misma forma. Un estudio analiza el tipo de mentiras en pequeños entre los 6 a 12 años para tratar de comprender por qué se producen estos.

      Lo primero que hay que aclarar sobre esta cuestión es el concepto de mentira infantil, hay que tener en cuenta que para que sea una “auténtica mentira” tiene que tener una serie de elementos, como es la intencionalidad de engañar al otro, y para ello tiene que existir una diferenciación entre lo que yo pienso y lo que el otro piensa.

      Esto que en adultos es evidente, no se desarrolla plenamente en los niños hasta los 6 a 8 años, en que se conforma la Teoría de la Mente, esto es, el niño aprende que es una persona individual, con pensamientos y sentimientos propios, y que los demás tienen su propia forma de pensar. Con esta premisa es posible llevar a cabo el engaño, para que el otro piense lo que nosotros queremos, como… “Yo no he sido” o “Nadie me lo dijo”.

      Igualmente hay que establecer una distinción entre el tipo de mentira, entre la antisocial y la prosocial. La primera da cuenta de las mentiras que se dicen para conseguir lo que uno quiere o evitar castigos, y aunque pueden observarse a partir de los 2 años y medio, estas mentiras no se mantienen en el tiempo, y son fáciles de detectar.

      Las segundas, las prosociales, tratan de que el otro se sienta bien con su mentira, es lo que en adultos se denomina “mentiras piadosas”, por ejemplo, cuando el pequeño dice a su madre que algo “está rico” a pesar de estar algo quemado, sobre esta existe menos investigación al respecto, pero ¿Cuándo un padre debe de preocuparse por las mentiras de su pequeño?

      Esto es precisamente lo que se ha tratado de explorar conjuntamente desde el Departamento de Educación y Counselling Psicológico, Universidad McGill (Canadá) y el Departamento de Psicología, Facultad John Jay, Universidad de la Ciudad de Nueva (EE.UU.), cuyos resultados han sido publicados en la revista científica Journal of Experimental Child Psychology.

      En el estudio participaron setenta y nueve pequeños con edades comprendidas entre los 6 a 12 años, de las cuales treinta y seis fueron niñas.

      A todos ellos se les hizo pasar por una situación prediseñada denominada Paradigma del regalo decepcionante, en el que se le pide al pequeño que evalúe una serie de objetos como deseables o no.

      Tras realizar unas tareas, un colaborador le da un regalo, una caja cerrada que han de abrir, en ocasiones va a contener algo deseable para el pequeño y otras, que no son de su preferencia (situación decepcionante). En todos los casos el colaborador le pregunta si le gustó el regalo.

      En la segunda situación, la decepcionante, se observa si el pequeño quiere cambiar el regalo, dice que no le gusta o dice que le gusta, este último se considera una mentira prosocial, dicha para no disgustar al colaborador.

      Igualmente, se les realizó una prueba para conocer hasta qué punto tenían desarrollado la Teoría de la Mente, además de un test de Stroop (donde se presentan palabras de distintos colores, unas veces se ha de leer la palabra independientemente de color y otras el color independientemente de la palabra, la dificultad se presenta ante palabras como NEGRO escritas en rojo, o VERDES escritas en azul) para observar la flexibilidad mental, y para concluir una prueba de memoria de trabajo evaluado mediante la subescala de Digit Span de la prueba de inteligencia estandarizada Wechsler Intelligence Scale for Children–Fourth Edition.

      Los datos informan de que no existen diferencias significativas entre los resultados obtenidos entre niños y niñas.

      En más de la mitad de los casos (59,5%), los pequeños mostraron mentira prosocial, los cuales además tenían significativamente un mayor desarrollo tanto en la Teoría de la Mente, como en cuanto a memoria de trabajo se refiere.

      A pesar de la claridad de los resultados, los autores no entran a valorar por qué unos niños tienen un mayor o menor desarrollo de la Teoría de la Mente que otros, ni tan siquiera si existe relación entre esta y la edad del pequeño.

      Igualmente, y a pesar de que se trata de una situación prediseñada, la observación natural, es decir, en su casa o con sus amigos, puede proporcionar mayor información al respecto que la que se obtiene en el laboratorio.

      Por último, indicar que aquellos niños que muestran mentira prosocial parece ser que son los más desarrollados en las habilidades cognitivas evaluadas, por lo que hay que replantearse el concepto de mentira como algo negativo, por lo menos en lo que se refiere a la mentira prosocial o la mentira piadosa.

      Quedando para próximas investigaciones la comparación entre los dos tipos de mentira, para saber si se produce a la misma edad o son independientes entre sí, porque estén sustentados por procesos diferentes.

      Hay que tener en cuenta que al igual que otras conductas, los pequeños aprenden de los progenitores a cómo comportarse, y son estos, quienes en las primeras etapas pueden ir “moldeando” al pequeño.

      Así, si los adultos le ríen la mentira, el pequeño aprenderá a que aquello que hace “es bueno”, o al menos “no es malo”, con lo que es más probable que lo repitan.

      Todavía recuerdo un cuento que me contaron de pequeño a este respecto, el cuento del lobo y el pastorcillo, el cual busca transmitir a los pequeños lo inadecuado de la mentira.

      Se trataba de un pastorcillo que vivía en un pueblo, encargado de cuidar a las ovejas y de dar la voz de alerta si se acercaba algún peligro.

      Así, el pastorcillo que se reía de todos, cuando daba el aviso “Que viene el lobo”, y todos se prestaban a defenderse con miedo; a la tercera vez que lo hizo, que era precisamente cuando había visto que en efecto venía el lobo, nadie le creyó, y atacó al ganado que cuidada el pastorcillo.

      Es decir, en este simple cuento se transmite, que, si se miente mucho, los demás acabarán por no prestarle atención y no le creerán, incluso cuando diga la verdad.

      Esto que se transmite desde la infancia, es precisamente lo que sucede en la realidad, pero de la cual el pequeño no es consciente hasta que se la enseñan.

      Lo que es capaz de aprender de sus progenitores, además de las destrezas que vaya adquiriendo con el desarrollo cognitivo y con la experiencia con los demás, va a ir conformando la Teoría de la Mente, la cual es tan necesaria para los pequeños.

      Hasta ahora, esta teoría se creía universal e igual para todos, es decir, todos los niños independientemente de lo que hiciesen, o donde viviesen iban a desarrollar la Teoría de la Mente en el mismo momento, debido a un proceso evolutivo preprogramado del individuo, pero un reciente estudio lo cuestiona.

      La investigación transcultural permite comprender si existen fenómenos psicológicos constantes a pesar de la distancia y sobre todo de la cultura, o estos se ven influidos por el país en donde se desarrolle el individuo.

      La Teoría de la Mente surge en los más pequeños por su experiencia y por el propio desarrollo cognitivo asociado, aunque éste no es un proceso


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