El Inductor. Ruthy Garcia
Ãndice
El Inductor
Una
Novela
de
Ruthy Garcia
Queda prohibida la distribución parcial o total de esta obra sin consentimiento del autor. Es un trabajo inédito, original, escrito por la autora.
Ruthy Garcia, escritora independiente.
Correccion, Jose Lopez Falcon.,
Diseño de Portada,
@ChinaYanlyDesings
Agradecimientos
Mis padres, mi esposo, mis hijos, todos ellos han contribuido a que sea la persona que soy. Por ello les agradezco su paciencia y su tolerancia.
A una persona que ha confiado en mÃ, ignoro por qué. Bueno, no sé si merece esa confianza. Gracias, Lusa Guerrero. Has sido un motor de motivación y aprendizaje para mÃ. Te deseo el mejor y mayor de los éxitos.
Si me traicionan, ¿puedo tomar una mejor venganza que amar a la persona que odio? ¨Pierre Corneille
Cuatro caracterÃsticas corresponden al juez: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.
Sócrates
CAPÃTULO I
¿JUZGADA?
âLe recuerdo que la decisión que acaba de tomar de defenderse a sà misma, más que suicida, es innecesaria.
âLo sé, y asumo toda responsabilidad. Tengo la capacidad mental para sacar la cara por mÃ.
âBien, solo debo decÃrselo para intentar persuadir esta locura. Como juez de este caso, mi imparcialidad ante la desaparición del niño Fondeur no debe ir más allá de mis obligaciones, es necesario que se lo recuerde. Está a tiempo de solicitar un abogado.
âNo tengo nada de qué temer. Asumo todo, reconozco los riesgos.
âCargos por secuestro, posible homicidio hacia un menor. ¿Está segura? ¿Sabe, entiende, asume a lo que se enfrenta?
La mujer traga en seco antes de contestar.
âSÃ, su señorÃa, lo entiendo, lo sé y lo asumo.
La jueza le ve de frente, acomoda sus lentes y suspira a modo de desencanto.
âPues que no se hable más. Mientras más tiempo pasa, menos tiempo tenemos. Es hora de esclarecer sus motivos, el móvil por el cual deliberadamente actúa en contra de este niño. Todos en la comunidad coinciden en la buena relación con el muchacho durante los últimos años, tiempo en el cual fue pareja de su padre aquà presente, el señor Frank Fournier, padre de Mac.
Escuchar el nombre del niño fue suficiente para hacer estallar a la madre biológica de Mac, que estaba en un asiento diferente. Llevaba divorciada algunos años de Frank. La mujer, habÃa sido declarada incompetente para cuidar del niño por tener problemas psicológicos. Teniendo en cuenta que Mac era no vidente, la madre no podÃa tener la custodia del menor.
â¡Maldita loca! DÃgame dónde está mi hijo âllora desconsolada.
Una sonrisa siniestra de parte de la acusada es suficiente para que Frank estalle.
âDi de una vez, dilo. ¿Dónde está mi hijo? Han sido dos semanas llenas de dolor. âEstá ahogado en llanto.
â¿Lloras? Por lo visto es la primera vez que lloras desde el alma. Yo llevo años llorando por dentro, ahogada en un mar de lágrimas reprimidas.
El hombre se pregunta qué tiene que ver con él.
âEstás perdiendo la cabeza, Yeri. Has sido mi compañera durante estos últimos años. Creà que te conocÃa, pero en verdad me doy cuenta de que nunca te conocÃ. Nunca supe realmente quién eres en realidad. Estoy asustado, mucho. Vivà con una enferma loca de pacotilla y dormà con ella cada noche. Estoy decepcionado y loco, al borde de la locura por saber qué te ha instado a hacer daño a mi hijo.
âY lo sabrás, claro que lo sabrás, pero cuando yo lo diga y como yo lo diga. No estás en disposición de exigir negociar ni de montar aparatajes innecesarios. Eres un incompetente, y más que todo equÃvoco acusador.
â¡Cierra la boca, malparida inconsciente! âFrank es enérgico.
âBien, asÃ, con la boca cerrada, menos diré sobre el paradero de tu hijo, o más bien de lo que queda de él.
Esas palabras llenaron a la audiencia de temor. El rostro del padre enrojeció. El abogado de este se acercó y le tocó el hombro. Enmudecido ante estas palabras y, con sus puños, se dejó caer en el asiento. Escuchaba vagamente el sonido escandalizado de todos.
Su mente se remontó hasta hacÃa solo unas horas, cuando llegaba al juzgado. Ãl caminaba en medio de todos sus vecinos amontonados en la puerta, con pancartas que decÃan: «Pagarás por esto». Por un momento se sentÃa apoyado, pero oÃr aquella palabra, «lo que queda de él», fue atroz, bárbaro y crucial.
â¿Se siente bien, señor Fondeur? âEl abogado ha preguntado por tercera