El Escritor. Danilo Clementoni
descubrir dónde ha acabado tu sistema de control remoto.»
«¿Ah, s� ¿Y dónde ha acabado?»
«Nunca lo imaginarÃas.»
Pasadena, California â El noticiario
«¿Y ahora qué hacemos con este juguetito?» preguntó el tipo alto y flaco mientras subÃa, por la parte del conductor, a bordo de un flamante Chevrolet Corvette de color rojo fuego.
«¿Hablas del automóvil o del artilugio de los alienÃgenas?» preguntó su corpulento compinche mientras que, con mucha dificultad, intentaba también él subir a bordo del veloz auto deportivo.
«Hablaba del control remoto, aunque todavÃa no he comprendido porqué has decidido comprar un auto como este, ya que ni siquiera consigues entrar.»
«Me parece que también a tà te cuesta, mi querido poste de la luz.»
«Precisamente. ¿No podÃas coger algo un poco más cómodo para los dos?»
«Cuando hundas el pié en el acelerador de esta bestia, entenderás inmediatamente el porqué» y después de cerrrar la portezuela con demasiada violencia, añadió «Venga, vamos.»
«¿A dónde vamos?»
«Volvemos a la base. Quiero analizar con calma todos los datos que nos ha suministrado nuestro amigo el friqui y descubrir todos los secretos de este aparato alienÃgena.»
«No querrás decir que sabes más que él. ParecÃa muy preparado.»
«Debo decir que el chaval ha hecho un trabajo excelente pero también he investigado por mi cuenta.»
«¿De qué estás hablando?» preguntó el tipo delgado, perplejo.
«¿Qué crees que he estado haciendo todas estas noches del último mes, delante del ordenador, mientras tú roncabas como un oso en hibernación?»
«¿Ver páginas porno?»
«¿Pero dónde te he encontrado? Ãltimamente me lo pregunto con frecuencia.»
«Es el destino que nos ha unido» replicó el tipo delgado mientras pisaba a fondo el pedal del acelerador y el Corvette volaba, dejando dos estelas negras de neumáticos sobre el asfalto.
«Eh, ve despacio» gritó el gordito mientras era aplastado contra el asiento debido a la repentina aceleración. «No querrás destrozarlo en un jesús. Sólo he pagado los dos primeros plazos.»
«¡Guau!» exclamó el tipo delgado. «Va como un misil. Es una bestia esta joya.»
«SabÃa que te gustarÃa. Ahora, sin embargo, ten cuidado y no tires a aquella vieja» dijo el tipo corpulento, indicando una frágil señora que estaba atravesando con lentitud la carretera. «Dejemos que goce un poco más su jubilación.»
«No te preocupes, amigo mÃo. Estás en buenas manos» replicó el tipo que estaba conduciendo mientras que, con una brusca maniobra, esquivaba por un pelo a la viejecita.
«¡Demonios!» exclamó el gordito. «Casi le has arrancado el vestido.» A continuación se volvió hacia atrás y viendo a la anciana señora que, agitando el bolso, los estaba poniendo verdes, añadió «Otra serie de improperios como esos y serás tú quien no conseguirá gozar de la jubilación» y soltó una risotada.
«OlvÃdalo. No soy nada supersticioso.»
«Haces mal. ¿Y si fuese un rito vudú? PodrÃas encontrarte saltando como un grillo mientras la vieja te pincha con un alfiler de sombrero en el trasero en el muñequito que hace las veces de tu persona.»
«¿Quieres parar con esas tonterÃas y me dices qué hace esa cosa?»
«Vale, vale. No te calientes. Sólo estaba bromeando, ¿no?» El tipo corpulento apoyó de nuevo el objeto alienÃgena sobre la palma de la mano izquierda y dijo «El friqui tendrá, es posible, un montón de conocimientos pero, según lo que he encontrado, te puedo asegurar que he utilizado los canales a los que, seguramente, no habrá tenido la posibilidad de acceder.»
«A veces me das miedo.»
«¿Quieres ver una cosa?»
«Bueno, depende de lo que sea.»
«En los diferentes archivos que he consultado con respecto a esta tecnologÃa alienÃgena, he descubierto que este artilugio, además de hacer saltar por los aires las astronaves, puede hacer muchas otras cosas igualmente majas.»
«¿Estás seguro que ha funcionado?» dijo el tipo que estaba conduciendo mientras se enfrentaba a una curva a toda mecha, aplastando al pasajero contra la portezuela.
«¡Eh! ¿Quieres ir más despacio? Sólo faltarÃa que nos persiguiera la policÃa y nos arrestaran de nuevo.»
«Se me ha ocurrido una idea» dijo entonces el tipo flaco. «Enciende la radio.»
«¿Te parece que sea el momento de ponernos a oir cancioncillas?»
«No, idiota, que no eres más que un idiota. Pon el noticiario.»
El tipo corpulento, si bien un poco dubitativo, decidió no hacer más preguntas y, una vez encendida la radio, comenzó a recorrer la distintas emisoras hasta que encontró una en la que estaban retrasmitiendo las noticias del mundo.
«Después de haber irrumpido en la oficina de la sede central del banco, los cuatro ladrones, con la cara cubierta, que empuñaban pistolas y fusÃles automáticos, han intimidado a los empleados con el fin de llenar las bolsas con el dinero. Toda la operación ha durado poco menos de cinco minutos. Cuando la policÃa llegó los ladrones ya se habÃan marchado sin dejar rastro. Se han establecido puestos de control policial en todas las vÃas de acceso a la ciudad.»
«¿Qué nos importa esto?» preguntó el gordito cada vez más alucinado.
«Paciencia, amigo mÃo, paciencia.»
«Ahora volvemos con los titulares. Parece ser que hay novedades interesantes. Conectamos con nuestro enviado especial en Washington, Fred Salomon.»
«Gracias Lisa. Me encuentro en la sala de conferencias de la Casa Blanca donde el presidente acaba de llegar y está a punto de emitir un comunicado oficial. Escuchémoslo en directo.»
Pasaron algunos segundos de silencio, a continuación la inconfundible voz del Presidente de los Estados Unidos de América fue difundida por los potentes altavoces del Corvette.
«Señoras y señores, para empezar gracias a todos por haber venido. Por desgracia las noticias que me han llegado hasta ahora no son para nada reconfortantes. Parece ser que el insólito resplandor, detectado hace casi una hora en la luna, haya sido causado, efectivamente, por una inmensa explosión y que en ella ha estado involucrada la astronave de nuestros amigos alienÃgenas. TodavÃa no sabemos si han conseguido ponerse a salvo. Daremos otro comunicado en el momento en que tengamos más novedades con respecto a lo ocurrido. Gracias.»
«¡Por todos los demonios!» exclamó el gordito atónito «Asà que la hemos hecho saltar por los aires de verdad.»
«¿No estás contento? Cuando estábamos con el friqui parecÃa que era lo que más deseabas del mundo.»
«Bueno, sÃ.... vale. Sin embargo, en el fondo, me da un poco de pena.»