Psicología Del Sueño. Juan Moisés De La Serna

Psicología Del Sueño - Juan Moisés De La Serna


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En la fase No M.O.R. o No R.E.M., también conocido como de sueño lento, no se producen movimientos rápidos oculares, en ésta fase el cerebro está “descansando”, teniendo un sueño profundo y difícil de despertar, cuando se hace, la persona escasamente recuerda lo soñado, siendo normalmente próximo a la experiencia vivida durante el día anterior. En esta fase la actividad neuronal es más bien baja, y el contenido del sueño está más asociado a las preocupaciones diarias.

      <<Durante las fases de sueño, los cambios en la actividad cerebral se sincronizan a los cambios del sistema nervioso autónomo y al tono muscular.

      Dª. Vilma Aho, Biocientífica, Equipo del Sueño de Helsinki, Instituto de Biomedicina de la Universidad de Helsinki (Finlandia).>>

      Tal y como cabría pensarse de cualquier reloj de pared, en donde con el tiempo debe de ajustarse para corregir el retraso que provoca el mecanismo interno de contrapesos, igualmente el ciclo interno de sueño-vigilia tiene un mecanismo para reajustarse, para que coincida con el ciclo de día-oscuridad, sabiendo que aunque este parezca estable en el tiempo, va cambiando, sólo hay que recordar que en invierno los días son más cortos y las noches más largas, y al revés, en verano los días son más largos y las noches más cortas.

      Pero hubo que esperar hasta que el espeleólogo y geólogo francés Michel Siffre permaneciese durante 12 meses encerrado en una cueva de Clamouse, en el departamento de Hérault, en la región de Languedoc-Rosellón (Francia), para conocer la necesidad de ese mecanismo de sincronización con las horas del sol.

      Los datos recogidos meticulosamente durante cada uno de los días que pasó allí dentro fueron sorprendentes, al observar cómo a pesar de permanecer largos períodos sin luz el citado espeleólogo mantenía un ritmo constante de temperatura, ingesta o sueño, de un poco más de 24 horas.

      Unos resultados que son difíciles de observar en una civilización avanzada como la actual donde todos usan la electricidad ya sea antes de que salga el sol o cuando este se ha ido, y que sigue un ritmo más o menos regular de 8 horas de sueño, y donde cada poco, el que más o el que menos, está mirando al reloj para saber si llega a tiempo al trabajo o si es la hora de cierre del supermercado.

      Similares resultados se obtuvieron en mamíferos confinados en ambientes de laboratorio controlados, donde se suprimía cualquier tipo de señal que pudiese informar si era de día o de noche.

      Datos que constataban la existencia de un ciclo de casi 25 horas que rige la vida, y que de alguna forma se ajusta cada día para poder hacer lo mismo a las mismas horas y con ello poder rendir mejor.

      Seguro que, si te paras a pensar, casi todos los días te levantas a la misma hora, desayunas más o menos a la misma hora, empiezas a tener ganas de comer a medio día más o menos a la misma hora, … incluso hay quien presume de la regularidad en cuanto a ir a “evacuar” todos los días a la misma hora; y todo ello por un mecanismo denominado de sincronización.

      <<La sincronización del sueño y la vigilia se controla por dos procesos: el ritmo circadiano y la presión homeostática del sueño.

      - El ritmo circadiano (circa => cerca de; diano => un día) oscila durante el día y la noche, el momento de la actividad de los animales diurnos es el tiempo del día y el de las especies nocturnas es la noche.

      La luz arrastra el reloj maestro en el N.S.Q. (Núcleo SupraQuiasmático) del cerebro. El N.S.Q. interviene en la regulación de señales neurohormonales y la sincronización de otros ritmos del organismo, por ejemplo, el sueño, la alimentación y el metabolismo.

      - La homeostasis (homeos => similar; stasis => estado), por definición, trata de mantener el sistema estable y relativamente constante. El proceso homeostático del sueño mide la necesidad de sueño, aumentando durante la vigilia y disminuyendo hacia la línea basal durante el sueño.

      Dª. Vilma Aho, Biocientífica, Equipo del Sueño de Helsinki, Instituto de Biomedicina de la Universidad de Helsinki (Finlandia).>>

      Algo que parecía tan “sencillo” como irse a la cama y descansar hasta el día siguiente, es más complejo de lo que cabría esperar, ya que el sueño tiene un principal papel en el órgano más complejo del cuerpo, el cerebro, que en un adulto puede contener alrededor de cien mil millones de neuronas; cada una de las cuales, puede estar conectada con otros miles de ellas.

      Gracias a esta distribución de los nervios, el cerebro recibe información tanto del exterior, a través de los sentidos, la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto; como del interior, percibiendo sensaciones de hambre, cansancio, y dolor, cuando éste se produce.

      Toda esa información es ordenada, procesada y tenida en cuenta por el cerebro a la hora de tomar las decisiones oportunas. Un órgano fundamental e imprescindible, desde el que se gobierna el resto del cuerpo, la temperatura, el hambre, el sueño…, así como la conducta externa mediante el control de los movimientos finos y gruesos de los músculos.

      Lo más extraordinario de éste enigmático órgano, es que gracias a él se producen los denominados procesos superiores o cognitivos tales como la atención, la percepción, la memoria o el pensamiento, que configura a la especie humana y dentro de ella como individuo, y que permite relacionarse con el medio ambiente que le rodea y consigo mismo.

      El cerebro, el órgano más importante del cuerpo debido a que es quien permite pensar, sentir y actuar, además de ser desde donde se controla el resto del organismo funciona mediante conexiones eléctricas y químicas.

      Además de las inervaciones directas entre estructuras cerebrales, que establecen comunicación entre ellas mediante impulsos eléctricos, hay que tener en cuenta que existe toda una red de conexiones, más difíciles de concretar, gracias a las sustancias químicas que sirven como medio de comunicación, a través de las conocidas como neurohormonas, entre las que se encuentran:

      - La dopamina que suele estar asociada a la consecución del placer y el deseo sexual, activando el sistema nervioso simpático, necesario para los nuevos aprendizajes, basados en el deseo por conseguir el refuerzo. Altos niveles mejoran la motivación, el buen humor y el deseo sexual. Su inhibición produce desmotivación, indecisión, bajada de la libido e incluso depresión. Producido desde el área tegmental ventral llega hasta el núcleo acumbes, la amígdala, el área septal lateral, el núcleo olfatorio anterior, el tubérculo olfatorio y el neocórtex.

      - La oxitocina, asociada a la empatía, el deseo sexual y a la conducta paternal, facilitando la formación de vínculos afectivos. Producido en el núcleo supraóptico y el núcleo paraventricular del hipotálamo hasta llegar a la hipófisis y de ahí al torrente sanguíneo.

      - La noradrenalina, implicado en la atención, el aprendizaje, la sociabilidad y la sensibilidad a las emociones y deseos de los demás. Altos niveles provocan facilidad emocional, hipervigilancia y deseo sexual. Su inhibición produce falta de concentración, desmotivación, depresión, pérdida de libido y reclusión en uno mismo.

      - La acetilcolina, afecta a la capacidad de retención de la memoria a corto plazo. Niveles altos facilitan el aprendizaje y la memoria. Su inhibición produce problemas de aprendizaje y memoria que pueden llevar a la demencia senil.

      - Las endorfinas, pertenecientes al tipo de neurotransmisores opioides, moduladores del dolor, la temperatura, el hambre y la reproducción, también conocidas como las hormonas de la felicidad o la alegría. Bajos niveles provocan dificultades para sentir placer y felicidad, y anhedonía, haciendo a la persona más sensible ante los reveses de la vida.

      Pero si se habla del complejo proceso del sueño y sus consecuencias a nivel neuronal, las neurohormonas


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