Una Vez Inactivo . Блейк Пирс
en voz alta.
Luego Jilly dijo: —¿Por qué no le dijiste a Gabriela que lo hiciera irse?
Riley se sintió tentada a decir que aunque eso es lo que había quería hacer, sabía que no debía dejarle esa tarea a Gabriela.
En su lugar, dijo: —Sabes que no puedo hacer eso.
April y Jilly gimieron con consternación.
Riley entendía cómo se sentían sus hijas. La última visita no anunciada de Ryan a su casa había sido desagradable para todos, incluyendo Ryan. Su intento de engatusarlas le había salido por la culata. April había sido fría con él, y Jilly había sido muy grosera.
Pero Riley no podía culparlas.
Ryan las había ilusionado demasiadas veces para solo terminar decepcionándolas. Ahora las chicas no querían tener nada que ver con él.
«¿Que es lo que quiere ahora?», se preguntó Riley, suspirando de nuevo.
Fuera lo que fuese, esperaba que no amargara el recuerdo de estas vacaciones. Habían pasado dos semanas muy preciosas, a pesar del sueño de Riley sobre su padre. Desde entonces, había hecho todo lo posible para sacar la llamada del agente Meredith de su mente.
Pero ahora el hecho de que Ryan había aparecido pareció desencadenar sus pensamientos oscuros de nuevo.
«Un martillo —pensó—. Alguien fue asesinado con un martillo.»
Se recordó a sí misma que había hecho lo correcto al decirle que no al jefe Meredith. Además, no la había vuelto a llamar, lo que seguramente significaba que no estaba muy preocupado después de todo.
«Probablemente no fue nada —pensó Riley—. Solo un caso que la policía local debe resolver por su cuenta.»
Todos se sintieron muy ansiosos cuando Blaine detuvo su VUD frente a la casa adosada de Riley. Un Audi costoso estaba estacionado en el frente. Era el auto de Ryan, por supuesto, pero Riley no recordaba si era el mismo auto que había tenido la última vez que había venido aquí. Le gustaba tener el último modelo de auto, sin importar el precio.
Una vez que se estacionaron, Blaine comenzó a temblar un poco. Quería ayudar a Riley y sus dos hijas a llevar su equipaje a la casa, pero…
–¿Será extraño? —le preguntó Blaine a Riley.
Riley contuvo un gemido.
«Por supuesto», pensó.
Blaine y Ryan se habían visto poco, pero esos encuentros apenas habían sido amables, al menos por parte de Ryan. Blaine había hecho todo lo posible para ser agradable, pero Ryan había sido hosco y hostil.
Riley, April y Jilly fácilmente metieron todo su equipaje en la casa en un solo viaje. En realidad no necesitaban la ayuda de Blaine, y Riley no quería que Blaine se sintiera incómodo, y sin embargo…
«¿Por qué demonios debería sentirse incómodo en mi propia casa?», pensó.
Decirle a Blaine y Crystal que se fueran no era la forma de solucionar este problema.
Riley le dijo a Blaine: —Pasen adelante.
Gabriela los recibió a todos en la puerta, junto con la perrita orejona de Jilly, Darby. La perrita saltó alrededor de ellos con deleite, pero Gabriela no se veía nada feliz.
A lo que colocaron el equipaje en la entrada, Riley vio a Ryan sentado en la sala de estar. Riley se alarmó al ver que estaba flanqueado por dos maletas…
«¿Tiene pensado quedarse?», pensó.
La gatita blanca y negra de April, Marbles, yacía cómodamente en su regazo.
Ryan levantó la mirada y dejó de acariciar a Marbles.
Sonrió débilmente y dijo en una voz bastante patética: —¡Una gatita y una perrita! ¡Vaya, todo esto sí que es nuevo!
Con un suspiro de fastidio, April quitó a Marbles de su regazo.
Eso pareció lastimar a Ryan. Pero Riley entendía cómo se sentía April.
Mientras April y Jilly se dirigieron hacia las escaleras, Riley dijo: —Un momento, chicas. ¿No tienen algo que decirles a Blaine y Crystal?
Pareciendo un poco avergonzadas por su falta de modales, April y Jilly les dieron las gracias a Blaine y Crystal por todo.
Crystal abrazó a sus dos hijas y luego le dijo a April: —Te llamo mañana.
–Ahora llévense sus cosas consigo —les dijo Riley a sus hijas.
April y Jilly agarraron su equipaje obedientemente. Jilly recogió la mayor parte de las cosas, dado que April estaba cargando a Marbles. Luego ambas se dirigieron hacia las escaleras, y Darby correteó detrás de ellas. Segundos después oyó las puertas de sus dormitorios cerrarse de golpe detrás de ellas.
Gabriela miró a Ryan con consternación y luego se dio la vuelta para dirigirse a su propio apartamento.
Ryan miró a Blaine y dijo tímidamente: —Hola, Blaine. Espero que hayan tenido unas buenas vacaciones.
Riley quedó boquiabierta.
«Está tratando de ser educado», pensó.
En ese momento supo que algo debía estar muy mal.
Blaine saludó a Ryan con la mano y dijo: —La pasamos muy bien, Ryan. ¿Cómo has estado?
Ryan se limitó a encogerse de hombros.
Riley estaba decidida a no dejar que Ryan limitara su comportamiento.
Besó a Blaine suavemente en los labios y dijo: —Gracias por las vacaciones.
Blaine se sonrojó, obviamente avergonzado por la situación.
–Gracias a ti, y también a las chicas —dijo.
Crystal le dio la mano a Riley y le dio las gracias.
Blaine le dijo a Riley: —Llámame más tarde.
Riley le dijo que lo haría, y luego Blaine y su hija se dirigieron a su camioneta.
Riley respiró profundo y se volvió hacia la única persona que quedaba en la sala de estar. Su ex esposo la miró con ojos suplicantes.
«¿Qué es lo que quiere?», se preguntó de nuevo.
Generalmente cuando Ryan pasaba por la casa, notaba de inmediato que aún era un hombre atractivo, un poco más alto, más viejo y más atlético que Blaine, y siempre perfectamente arreglado y vestido. Pero esta vez parecía distinto, arrugado, triste y solo. Nunca lo había visto así.
Riley estaba a punto de preguntarle qué le pasaba cuando dijo: —¿Podríamos tomarnos un trago?
Riley lo miró a la cara por un momento. Parecía derrotado. Ella se preguntó: «¿Ha estado bebiendo últimamente?
¿Se tomó un par de copas antes de venir aquí?»
Consideró brevemente decirle que no, pero luego se dirigió a la cocina y sirvió whisky americano con hielo para ambos. Llevó las bebidas a la sala de estar y se sentó en una silla frente a él, esperando a que dijera algo.
Finalmente, con los hombros encorvados, Ryan dijo en voz baja: —Riley, estoy arruinado.
Riley quedó boquiabierta.
«¿A qué se refiere?», se preguntó.
CAPÍTULO SIETE
Mientras Riley lo miraba, Ryan repitió las mismas palabras: —Estoy arruinado. Toda mi vida está arruinada.
Riley estaba estupefacta. No recordaba la última vez que había hablado en un tono tan abatido. Solía ser más arrogante y seguro de sí mismo.
–¿A qué te refieres? —preguntó.
Soltó un largo suspiro y dijo: —Paul y Barrett me sacarán del bufete.
Riley no podía creer lo que escuchaba.
Paul Vernasco y Barrett Gaynor