Un Reino de Sombras . Морган Райс
se desplomó. ¿Volvería a tener Escalon su antigua gloria?
Habían pasado tantas cosas al mismo tiempo que Kyra apenas podía procesarlo. Era como si el mundo estuviera girando debajo de ella, como si la única constante fuera el cambio.
Kyra trató de sacarlo todo de su mente y enfocarse en el viaje por delante: Marda. Kyra se llenó de un nuevo sentido de propósito mientras volaba, ansiosa por llegar y encontrar el Bastón de la Verdad. Bajó por entre las nubes y trató de ver terrenos familiares, tratando de ver qué tan cerca estaba de la frontera y de Las Flamas. Al analizar el paisaje, su corazón decayó al ver lo que le había sucedido a su país: vio una tierra destrozada, llena de cicatrices y quemada por las llamas. Vio fortalezas completas destrozadas, aunque no sabía si habían sido soldados Pandesianos, o troles merodeadores, o furiosos dragones. Vio una tierra tan arrasada que no se parecía al lugar que una vez había conocido y amado. Era difícil creerlo. El Escalon que ella conocía ya no existía.
Para ella todo fue surreal y era difícil de imaginar que tal cambio hubiera llegado tan drástica y rápidamente. La hizo pensar. ¿Qué habría pasado si en esa noche nevada nunca se hubiera encontrado al herido Theos? ¿Habría sido diferente el destino de Escalon?
¿O había sido todo predestinado? ¿Era ella la responsable de todo esto, de todo lo que miraba ahí abajo? ¿O había sido ella solo el medio? ¿Habría todo esto pasado de alguna otra forma?
Kyra deseaba con desesperación el poder bajar y quedarse en Escalon y pelear en la guerra contra los Pandesianos, contra los troles, y ayudar a arreglar todo lo que pudiera. Pero, a pesar de un sentimiento de temor por lo que se avecinaba, se obligó a mirar hacia adelante y mantenerse enfocada en su misión, en volar hacia el norte y en algún lugar hacia la oscuridad de Marda.
Kyra se estremeció. Sabía que este era un viaje hacia la mismísima esencia de la oscuridad. Para ella, Marda siempre había sido un lugar de leyenda, un lugar de maldad, fuera de los límites, un lugar al que nadie se atrevía a visitar. Por el contrario, era un lugar que debía mantenerse alejado del mundo, encerrado, un lugar que hacía que las personas le agradecieran todos los días al universo por tener Las Llamas. Ahora, increíblemente, era un lugar al que ella se dirigía.
Por un lado, esto era una locura. Pero por el otro, la madre de Kyra la había enviado allí, y muy en su interior sentía que su misión era importante. Sentía que Marda era el lugar en el que debía estar; en donde estaba su prueba final. Ahí estaba el Bastón de la Verdad y solo ella podía recuperarlo. Era una locura, pero ella ya podía sentir que el bastón la invocaba y llamaba como a un viejo amigo.
Aun así Kyra, por primera vez desde que podía recordar, sintió una oleada de dudas que la abrumó. ¿Era lo suficientemente fuerte para esto? ¿Sobreviviría en Marda, un lugar al que ni los hombres de su padre se atrevían a ir? Sintió una batalla desarrollarse dentro de su alma. Todo en su interior le decía que el ir a Marda era igual que ir hacia su muerte. Y ella no deseaba morir.
Kyra trató de obligarse a ser fuerte y a no desviarse de su camino. Sabía que este era un viaje que tenía que realizar, y sabía que no debía acobardarse ahora que era necesitada. Trató de no pensar en los horrores que le esperaban del otro lado de Las Flamas. Una nación de troles. Volcanes, lava, ceniza. Una nación de maldad y hechicería. Criaturas inimaginables y monstruos. Trató de no recordar las historias que había escuchado cuando era niña. Un lugar en el que las personas se destrozaban por diversión y gobernado por su líder demoníaco, Vesuvius. Una nación que vivía para ver sangre y crueldad.
Bajaron por entre las nubes por un momento y Kyra pudo ver que pasaban sobre la esquina noreste de Escalon. Su corazón se aceleró al empezar a reconocer el paisaje: Volis. Vio las colinas de su pueblo natal, una vez hermosas, ahora una costra de lo que antes eran. Su corazón decayó con la imagen. En la distancia estaba la fortaleza de su padre ahora en ruinas. Era un gran montón de escombros en los que se veían cadáveres en posiciones no naturales, visibles incluso desde ahí arriba, y que miraban hacia el cielo como preguntándole a Kyra por qué había permitido que les pasara esto.
Kyra cerró los ojos y trató de alejar la imagen de su mente; pero no pudo hacerlo. Fue muy difícil el volar sobre este lugar que había significado tanto para ella. Miró hacia adelante, hacia Marda, y sabía que debía continuar su viaje. Pero algo dentro de ella le decía que debía visitar su antiguo hogar. Tendía que detenerse y verlo por sí misma antes de dejar Escalon en lo que podría ser su último viaje.
Kyra le indicó a Theon que bajara y pudo sentir que este se resistía; como si él también sintiera que debía continuar su misión hacia Marda. Pero al final cedió.
Bajaron y aterrizaron en lo que antes era Volis, lo que antes había sido una fortaleza llena de vida: niños, baile, canciones, el olor de la comida, y los orgullosos guerreros de su padre marchando de un lado a otro. Kyra sintió que perdía el aliento al empezar a caminar. Dejó salir un grito involuntario. No quedaba nada. Solo quedaban escombros y un silencio opresivo solamente interrumpido por la respiración agitada de Theon, de sus garras arañando el suelo como si él también estuviera molesto y deseoso de irse. No podía culparlo; este pueblo era una tumba.
La grava crujía bajo las botas de Kyra mientras caminaba por el lugar, con ráfagas de viento provenientes de las desoladas planicies que rodeaban la fortaleza. Volteó hacia todos lados, necesitando ver pero al mismo tiempo queriendo apartar la mirada: era como una pesadilla. Ahí estaba la calle de los comerciantes, ahora nada más que una pila de escombros carbonizados. Del otro lado estaba la armería, ahora completamente destruida y convertida en un montón de piedras y con la puerta principal derrumbada. Delante de ella estaba el inmenso fuerte en el que su padre había tenido tantos banquetes, el que había sido su hogar, pero ahora convertido en ruinas y con solo algunas murallas en pie. La puerta estaba abierta como invitando al mundo a entrar a ver lo que alguna vez había sido.
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