Si Ella Viera . Блейк Пирс

Si Ella Viera  - Блейк Пирс


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estaba al teléfono, Kate intentó pensar en algo que pudiera conectar a dos parejas aparentemente escogidas al azar, dado lo que había sido encontrado en las gargantas de las mujeres. Aunque Kate todavía tenía que ver el pedazo de tela que había sido sacado de la garganta de la primera víctima, tenía la certeza de que coincidiría con el encontrado en la garganta de la Sra. Nash.

      La llamada de DeMarco finalizó tres minutos después. Segundos más tarde, recibió un mensaje de texto. Miró la pantalla y dijo: —Tenemos una coincidencia.

      Aproximándose a un semáforo mientras avanzaban lentamente por la ciudad de Roanoke, Kate echó un vistazo al teléfono mientras DeMarco se lo mostraba. Como Kate esperaba, la tela era suave y de color azul —una coincidencia exacta con la encontrada en la garganta de la madre Nash.

      —Tenemos archivos bastante extensos de ambas parejas, ¿correcto? —preguntó Kate.

      —Más o menos, supongo —dijo—. Basándome en los registros y los archivos del caso que tenemos, podría haber algún material faltante, pero creo que tenemos algo para avanzar —hizo una pausa cuando la app GPS del iPad sonó—. Gira a la izquierda en este semáforo —dijo DeMarco—. La casa está a menos de un kilómetro por esta siguiente calle.

      Los engranajes mentales de Kate giraban con rapidez mientras se acercaban a la primera escena de crimen.

      Dos parejas casadas, asesinadas de forma brutal. Restos o retazos de una especie de vieja frazada hallados en las gargantas de las esposas…

      Había muchas formas de proceder con las pistas que les habían dado. Pero antes de que Kate pudiera concentrarse en una sola y hacerla encajar, DeMarco ya estaba hablando.

      —Justo allí —dijo, señalando una pequeña casa de ladrillos a la derecha.

      Kate estacionó junto a la acera. La casa estaba situada en una estrecha calle lateral, de las que conectaban dos vías principales. Era una calle silenciosa con unas pocas casas más ocupando el espacio. La calle tenía su historia, con las aceras ennegrecidas y agrietadas, y las casas en un estado similar.

      En las desvanecidas letras del buzón se leía LANGLEY. Kate también avistó una L decorativa colgando de la puerta principal, hecha de madera envejecida. Destacaba en contraste con el amarillo brillante de la cinta de escena de crimen que colgaba de los pasamanos del porche.

      Mientras Kate y DeMarco se dirigían al porche del frente, DeMarco medio leía, medio recitaba, la información que tenían en los informes sobre la familia Langley.

      —Scott y Bethany Langley—Scott de cincuenta y nueve años de edad, Bethany sesenta y uno. Scott fue hallado muerto en la cocina y Bethany en el cuarto de lavado. Fueron hallados por un muchacho de quince que estaba recibiendo de Scott lecciones privadas de guitarra. Se estima que habían sido asesinados solo unas horas antes de que los cuerpos fueran descubiertos.

      Al entrar a la residencia Langley, Kate se detuvo en el umbral por un momento, captando la disposición del lugar. Era una casa mas pequeña, pero bien mantenida. La puerta principal se abría a un vestíbulo muy pequeño que luego se convertía en la sala. Desde allí, un pequeño mostrador de bar separaba la cocina de la sala. Un corredor se situaba a la derecha, y conducía al resto de la casa.

      La distribución de la casa por sí sola le decía a Kate que el marido habría sido probablemente asesinado primero. Pero desde la puerta principal, había una vista bastante clara de la cocina. Scott Langley tendría que haber estado bastante ocupado para no advertir que alguien pasaba por la puerta principal.

      Quizás el asesino vino de otra manera, pensó Kate.

      Entraron a la cocina, donde las manchas de sangre todavía destacaban de forma prominente en el piso laminado. Una sartén y una lata de aerosol para cocinar descansaban en el borde de la estufa.

      Él se disponía a cocinar algo, pensó Kate. Así que fueron asesinados hacia la hora de la cena.

      DeMarco puso el pie en el corredor, y Kate la siguió. Había una pequeña habitación inmediatamente a la izquierda. El vano de la puerta mostraba un abarrotado cuarto de lavado. Aquí, las salpicaduras de sangre habían sido mucho peores. Había manchas de sangre en la lavadora, la secadora, las paredes, el piso y sobre una carga de ropa limpia cuidadosamente doblada, colocada en un cesto.

      Con los cuerpos ya levantados, parecía que era muy poco lo que la residencia Langley podía ofrecerles. Pero había una cosa más que Kate quería comprobar. Caminó de vuelta a la sala y miró las imágenes en las paredes y encima del centro de entretenimiento. Vio a los Langley sonrientes y felices. En una foto, vio a una pareja más vieja con los Langley posando al final de un embarcadero en la playa.

      —¿Tenemos un análisis de la vida familiar de los Langley? —preguntó Kate.

      DeMarco, todavía con el iPad en su diestra, buscó en pantalla la información y comenzó a leer los detalles que tenían. Con cada uno, Kate encontró que la corazonada que había tenido desde hacía minutos era probablemente cierta.

      —Estuvieron casados por veinticinco años. Bethany Langley tenía una hermana que murió en un accidente de tráfico hace doce años, y a ninguno de ellos le sobreviven sus padres. El padre de Scott Langley falleció recientemente, hace seis meses, de una forma agresiva de cáncer de próstata.

      —¿Alguna mención de hijos?

      —No. No hay hijos —DeMarco hizo una pausa y pareció captar aquello sobre lo que Kate estaba especulando—. ¿Estás pensando en la tela, correcto? Esa que se ve como una especie de manta de bebé.

      —Sí, eso es lo que estaba pensando. Pero si los Langley no tenían hijos no creo que haya ninguna conexión obvia.

      —No sé si alguna vez he visto una conexión obvia con algo —dijo DeMarco riendo por lo bajo.

      —Eso es cierto —dijo Kate, aunque sentía que debía haber una aquí. Incluso siendo víctimas aparentemente escogidas al azar, había unas cosas que tenían en común.

      Ambas parejas estaban entre la mitad y finales de los cincuenta, y comienzos de los sesenta. Ambas eran casadas. La esposa de cada pareja tenía metido en su garganta un pedazo de lo que parecía una frazada.

      Así que sí... había similitudes, pero no conducían a verdaderas conexiones. Todavía no, en todo caso

      —Agente DeMarco, ¿crees que podrías hacer una o dos llamadas para asegurar que nos den algo de espacio de oficina en el departamento de policía?

      —Ya está hecho —dijo—. Estoy casi segura de que Durán arregló todo eso incluso antes de que llegáramos aquí.

      Se cree que me conoce muy bien, pensó Kate, un poco irritada. Pero, por otro lado, parecía que la conocía condenadamente bien.

      Kate echó de nuevo un vistazo a la casa, a las fotos, a las manchas de sangre. Iba a tener que profundizar en los detalles de cada pareja si quería llegar a algún lado con esto. E iba a necesitar alguna clase de resultado forense con respecto a los pedazos de telas. Dadas las similitudes entre las dos escenas, presumió que una buena investigación a la antigua más que cualquier otra cosa descubriría algunas pistas e indicios.

      Regresaron al auto, y Kate recordó de nuevo lo ridículamente temprano que habían comenzado este día. Cuando vio que solo eran un poco más de las diez de la mañana, se sintió llena de energía. Todavía tenían todo un día por delante. Quizás, si era afortunada y el caso se encarrilaba como ella sentía que podría ser, estaría de vuelta en Richmond con el cierre del fin de semana para ver a Michelle una vez más —si, claro está, Melissa lo permitía.

      Mira, habló una parte más sabia de ella mientras volvía a colocarse al volante del auto. Incluso en medio de unos sangrientos asesinatos múltiples, estás pensando en tu nieta, en tu familia. ¿Eso no te dice algo?

      Ella suponía que sí. Pero incluso al poner el pie en el último cuarto de su vida, todavía era difícil admitir que había algo más en la vida que el trabajo. Era especialmente difícil cuando


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