Una Razón para Esconderse. Блейк Пирс

Una Razón para Esconderse - Блейк Пирс


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óseos, pero pensó que solo era basura. Pero ahora, mientras se acercaba más a los desperdicios, vio lo que parecía ser los fragmentos rotos de algo. Parecía vidrio, posiblemente algo que había sido cocido en un horno en algún momento. Se acercó, obteniendo una mejor vista de la quebrada turbia y estancada a lo largo de la parte posterior del terreno.

      “¿Alguien notó esto?”, preguntó.

      Connelly miró, apenas interesado.

      “Solo es basura”, dijo.

      Avery negó con la cabeza.

      “No creo”, dijo.

      Se puso los guantes de látex de nuevo y cogió un pedazo. Tras una inspección más cercana, vio que el objeto tuvo que haber sido de vidrio, no de un material cerámico. No parecía haber polvo o desgaste en los fragmentos. Había siete trozos más grandes, del tamaño de la palma de su mano, y luego un sinnúmero de pequeñas astillas en todo el suelo. Aparte de haber sido destruido, lo que había sido roto parecía ser bastante nuevo.

      “Sea lo que sea, no ha estado aquí por mucho tiempo”, dijo. “Asegúrate de que los forenses lo verifiquen para huellas dactilares”.

      “Está bien”, dijo Connelly en un tono que indicaba que no le gustaba tomar órdenes. “Ahora, ustedes dos… Asegúrense de llegar a la A1 en la próxima media hora. Haré algunas llamadas y tendré un equipo esperándolos en la sala de conferencias. Esta escena es reciente, tiene menos de dos horas. Me gustaría atrapar a este pendejo antes de que tenga mucha ventaja”.

      Avery le echó un último vistazo al esqueleto. Sin la carne, parecía estar sonriendo. Para Avery, era casi como si el asesino estaba sonriéndole a ella, reprimiendo una risa burlona. Y no era solo ver un esqueleto recién despojado que la hacía sentir aprensión y fatalidad. Era la ubicación, los montículos casi perfectamente esculpidos de ceniza alrededor de los huesos, los restos ocultos y el olor químico.

      Todo parecía apuntar a algo preciso. Señalaba una gran intención y planificación. Para Avery, eso solo podía significar una cosa: la persona que hizo esto sin duda lo haría de nuevo.

      CAPÍTULO CUATRO

      Cuarenta minutos después, Avery entró en la sala central de conferencias de la sede de la A1. Ya estaba llena de una variedad de agentes y expertos, doce en total, y conocía a la mayoría de ellos, aunque no tan bien como Ramírez o Finley. Supuso que eso era su culpa. Después de que Ramírez había sido asignado como su compañero, no se había esforzado en hacer amigos. Parecía que era algo tonto para una detective de homicidios.

      A lo que todos se sentaron alrededor de la mesa (salvo Avery, que siempre prefería estar de pie), uno de los oficiales que no conocía comenzó a repartir copias impresas de la información escasa que tenían hasta los momentos: imágenes de la escena del crimen y una hoja de viñetas de lo que sabían acerca de la escena. Le pareció breve después de leerla.

      Notó que Ramírez se sentó frente a ella. Lo miró y se dio cuenta de que ella instintivamente había dado un paso para acercarse a él. También se dio cuenta de que quería descansar su mano sobre su hombro, solo para tocarlo. Retrocedió, dándose cuenta de que Finley estaba mirándola curiosamente.

      “Mierda”, pensó. “¿Es tan obvio?”.

      Se ocupó en releer las notas. Mientras lo hacía, O’Malley y Connelly entraron en la sala. O’Malley cerró la puerta y se dirigió al frente de la sala. Antes de que empezara a hablar, los murmullos y las conversaciones dentro de la habitación llegaron a su fin. Avery lo observó con gran aprecio y respeto. Él era el tipo de hombre que podía tomar las riendas simplemente aclarándose la garganta o dejando que se hiciera evidente que estaba a punto de hablar.

      “Gracias por agruparse tan rápido”, dijo O’Malley. “Tienen en sus manos todo lo que sabemos acerca de este caso hasta el momento, con una excepción. Hice que los trabajadores de la ciudad me ubicaran todas las imágenes de las cámaras de semáforos de la zona. Dos de las cuatro cámaras muestran a una mujer paseando a su perro. Y eso es todo lo que tenemos”.

      “Hay otra cosa”, dijo uno de los oficiales sentados en la mesa. Avery sabía que el nombre de este hombre era Mosely, pero no sabía nada más. “Me enteré dos minutos antes de entrar en esta reunión que recibimos una llamada esta mañana de un hombre de edad que alegó que vio lo que describió como ‘un hombre alto y espeluznante’ caminando en esa zona. Dijo que estaba metiéndose una especie de bolsa abajo de un abrigo largo. Tomaron nota de su llamada, pero supusieron que era solo un viejo entrometido sin nada mejor que hacer. Pero cuando nos llegó este caso de quemadura esta mañana, me avisaron de la llamada”.

      “¿Tenemos la información de contacto de este anciano?”, preguntó Avery.

      Connelly le lanzó una mirada molesta. Suponía que él pensaba que estaba hablando fuera de turno, a pesar de que él le había dicho hace no más de cuarenta y cinco minutos que esta era su caso.

      “Sí”, respondió Mosely.

      “Quiero que alguien lo llame justo después de que termine esta reunión”, dijo O’Malley. “Finley… ¿Cómo vamos con la lista de lugares que venden productos químicos que pueden quemar fuertemente en muy poco tiempo?”.

      “Encontré tres lugares dentro de treinta kilómetros. Dos de ellos me enviarán una lista de los productos químicos que podrían hacer tal cosa y si los mantienen en stock por correo electrónico”.

      Avery escuchó el vaivén, tomando notas mentales y tratando de clasificarlas en las ranuras apropiadas. Con cada nuevo pedacito de información, más sentido tenía la escena del crimen extraña de esta mañana. Aunque, en realidad, no había mucho que analizar en este momento.

      “Aún no sabemos quién es la víctima”, dijo O’Malley. “Tendremos que utilizar los registros dentales a menos que podamos hacer alguna conexión con las imágenes de las cámaras”. Luego miró a Avery y le hizo un gesto para que se acercara al frente de la mesa. “La detective Black está a cargo de este caso, así que todo lo que encuentren de aquí en adelante irá directamente a ella”.

      Avery se fue al frente y examinó la mesa. Miró a Jane Parks, una de las investigadoras forenses principales. “¿Tenemos algún resultado de los fragmentos de vidrio?”, preguntó.

      “Todavía no”, dijo Parks. “Sabemos con certeza que no hay huellas dactilares. Todavía estamos tratando de descifrar qué era el objeto. Hasta ahora solo podemos imaginar que podría haber sido algún tipo de objeto que no está nada relacionado con el crimen”.

      “¿Y cuál es la opinión de los forenses sobre el incendio?”, preguntó Avery. “¿También estás de acuerdo en que esto no fue un incendio casual?”.

      “Sí. La ceniza todavía está siendo estudiada, pero es obvio que ningún fuego estándar puede quemar carne humana así. Ni siquiera había restos calcinados en los huesos y los huesos en sí casi parecían prístinos, sin signos de quemazón”.

      “Y ¿puedes describirnos cómo podría ser el proceso habitual de quemar un cuerpo?”, preguntó Avery.

      “Bueno, quemar un cuerpo no es nada típico a menos que estés cremándolo”, dijo Parks. “Pero digamos que un cuerpo está atrapado en una casa en llamas y se prende fuego de esa manera. La grasa corporal actúa como una especie de combustible una vez que la piel se quema, lo que mantiene el fuego encendido. Casi como una vela, ¿entiendes? Pero esta quemadura fue rápida… Probablemente tan intensa que vaporizó la grasa antes de que incluso pudiera actuar como un combustible”.

      “¿Cuánto tiempo se tardaría un cuerpo en quemarse hasta los huesos?”, preguntó Avery.

      “Bueno, hay varios factores determinantes”, dijo Parks. “Pero entre cinco a siete horas es un número exacto. Las incineraciones lentas y controladas, como las utilizadas en crematorios, pueden tardar hasta ocho horas”.

      “¿Y este cuerpo se quemó en menos de hora y media?”, preguntó Connelly.

      “Sí, ese es el supuesto”, dijo Parks.

      La


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