El ocaso del antiguo régimen en los imperios ibéricos. Margarita Rodríguez

El ocaso del antiguo régimen en los imperios ibéricos - Margarita  Rodríguez


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explotación económica».

      Patrucco va desvelando la pluralidad de actores y espacios que contribuyeron al conocimiento de la historia natural del Perú, desde las poblaciones indígenas a los repositorios de los cosmógrafos, las bibliotecas conventuales o las de los particulares. La atención a esta pluralidad de agentes del conocimiento nos permite observar el carácter conflictivo de este proceso de producción científica, en el que no estuvo ausente la pugna por el control de los nuevos espacios institucionalizados que iban creándose; un conflicto marcado también por el discurso de superioridad con el que los naturalistas europeos defendían su legitimidad para ocupar esos nuevos espacios científicos.

      Finalmente, el artículo de Margarita Eva Rodríguez García se ocupa de la circulación del conocimiento sobre las plantas en las capitanías de la América portuguesa. En una primera parte de este trabajo, analiza las iniciativas y reformas institucionales que de forma más directa afectaron al estudio de la historia natural y de los recursos vegetales de los territorios ultramarinos en el imperio portugués. La autora muestra cómo, paralelamente a este proceso de institucionalización científica, la historia natural del Brasil se fue construyendo en base a un conocimiento producido en red, en el que participaron instituciones como la Academia de Río de Janeiro, constituida en 1772, o el jardín botánico de Belem de Pará, pero también particulares interesados en rentabilizar la explotación de determinadas fibras vegetales, los gobernadores de las diferentes capitanías o las comunidades indígenas, contribuciones que difícilmente podrían considerarse como el resultado directo de las directrices peninsulares.

      Como resultado de este estudio de la historia natural de su territorio, y especialmente a partir del traslado de la corte a Río de Janeiro y la autorización para el funcionamiento de la imprenta, también los súbditos portugueses nacidos en las capitanías americanas comenzarían a publicar escritos en los que hacían de las riquezas naturales de su territorio un símbolo de su identidad como grupo.

      Esperamos que los ensayos aquí reunidos puedan generar en los lectores nuevas preguntas sobre la historia de Portugal, España y América Latina y que incentiven futuros trabajos historiográficos que incorporen perspectivas comparadas y conectadas de la historia de las Américas ibéricas; una metodología que cada día obtiene un mayor reconocimiento al aportarnos nuevas posibilidades de diversificar nuestra mirada sobre el pasado.

      Todos los artículos publicados fueron sometidos a evaluaciones por especialistas en los diferentes temas. En ese sentido, queremos expresar nuestro reconocimiento a los colegas que generosamente brindaron sus observaciones y sugerencias. Ellos fueron: Brian Hamnett (Universidad de Essex), Manuel Chust (Universitat Jaume I), embajador Julio Albi de la Cuesta, Rafael Sagredo (Pontificia Universidad Católica de Chile), Carlos Aguirre (Universidad de Oregon), Georges Lomné (Universidad Paris Este), Juan Carlos Estenssoro (Université Sorbonne Nouvelle, Paris 3), Pilar Pérez Cantó (Universidad Autónoma de Madrid), Guillermo Wilde (CONICET y Universidad Nacional de San Martín, Buenos Aires), Jorun Poettering (Ludwig-Maximilians-Universität München), Rodrigo Moreno (Universidad Adolfo Ibáñez de Chile), Anthony MacFarlane (Universidad de Warwick) y Rafael Chambouleyron (Universidade Federal do Pará UFPA).

      1 Wood, James A. (2014). Problems in Modern Latin American History. Sources and Historiography. Lanham, MD: Rowman & Littlefield, p. 2.

      I. El final de un proyecto misional:

      La Compañía de Jesús y su ocaso en las monarquías absolutas

      Misiones exitosas y menos exitosas: los jesuitas en Mainas, Nueva España y Paraguay

      Jeffrey Klaiber, S.J.

      Pontificia Universidad Católica del Perú

      Los jesuitas fueron considerados precursores de los conceptos de la modernidad y la inculturación. Sin embargo, no todas sus misiones tuvieron el mismo éxito. Por eso, proponemos comparar tres de sus misiones coloniales —Mainas, Nueva España y Paraguay— con el fin de ver en cuál de las tres se realizó mejor el ideal. Sin duda, los jesuitas mismos, en los tres casos, eran «modernos», es decir, hombres dotados de una visión racional de las cosas y con una voluntad para crear modelos de sociedades planificadas con el fin de satisfacer las necesidades básicas de sus miembros de una forma justa. Al mismo tiempo, aunque la palabra «inculturación» no existía entonces, los misioneros jesuitas la practicaban, aunque dentro de las limitaciones de su tiempo. Ellos se esforzaron para expresar el mensaje cristiano en la cultura de los indios: en su idioma, en su arte, música, bailes, etcétera. Al mismo tiempo, los propios indios dieron origen a una nueva cultura cristiano-indígena, original y propia.

      Sin embargo, al comparar las distintas misiones jesuitas, uno se da cuenta de que había una gran variedad de experiencias. Por lo tanto, no se puede hablar de un modelo único. La única constante aparente eran los propios jesuitas, que recibían la misma formación en Europa o en América. La mayor parte eran españoles, pero también había alemanes, italianos y otros provenientes de Europa católica. La pregunta es: ¿por qué algunas misiones tuvieron más éxito, aparentemente, que otras? Evidentemente, todas las misiones poseían algunos de los factores que posibilitaban su viabilidad. Pero, como veremos, solo en Paraguay se reunieron a la vez todos los factores necesarios para una misión exitosa, en Nueva España hubo algunos, y en Mainas bastante menos. Vamos a repasar brevemente la historia de las misiones de Mainas y de Nueva España primero, para después detenernos en el caso especial de Paraguay.

      1. Mainas

      Mainas (o Maynas) fue el nombre genérico que los jesuitas dieron a su misión en el norte del Perú. En realidad, el nombre viene de los indios mainas, una de las muchas tribus que habitaban esa región. Los límites de la región fueron, en el norte, el rio Putumayo y, en el sur, los ríos Marañón y Amazonas. Al principio, Mainas se extendió desde la selva oriental de Ecuador hasta el río Negro en Brasil. Posteriormente, los límites se redujeron al río Yaraví en el Perú actual. Los colonos españoles entraron en la región en la segunda parte del siglo XVI en busca de oro y de indios para prestar servicios personales. En 1619, ellos fundaron la ciudad de Borja cerca del río Marañón. Pero los colonos también provocaron resistencia por parte de los indios. En dos ocasiones, 1570 y 1635, los mainas se rebelaron y atacaron los asentamientos españoles. El gobernador de Loja, Pedro Vaca de la Cadena, pidió a los jesuitas que enviaran a misioneros a la región para pacificar a los indios y protegerlos contra las incursiones de los colonos. Los primeros dos jesuitas llegaron en 1638 y estuvieron acompañados por soldados que ayudaron a «reducir» a los indios a los nuevos pueblos misionales. Pero los misioneros también atrajeron a los indios ofreciéndoles regalos: herramientas de metal, cuchillos, machetes y otras cosas útiles. Al mismo tiempo, las misiones ofrecían protección contra los bandeirantes, que entraban en territorio peruano libremente. Al cabo de algunos años ya existían tres misiones: San Ignacio, Santa Teresa y San Luis. Por el año 1651 había doce misiones, que también incluían a otras tribus: los jeberos y los cocamas.

      Los misioneros intentaron resolver la barrera de la comunicación enseñando el quechua a los distintos grupos étnicos. Tuvieron tanto éxito en difundir la «lengua general de los Incas» que, de hecho, el quechua se habla hoy por el rio Napo (Ardito, 1993, p. 69). Los misioneros se comunicaban mediante los caciques locales, que, en la práctica, seguían gobernando a los indios. Económicamente, las misiones recibían un subsidio de la Corona. Además, los misioneros vendían canela, cacao, cera, hamacas y otros productos de las misiones en los mercados de Quito y regresaban a las misiones con ropa, cuchillos y carne. En 1740, la Compañía de Jesús compró cuatro haciendas cerca de Quito para ayudar a sostener las misiones (Negro, 1999, p. 274). Como en el caso de otras misiones, los jesuitas reordenaron los hábitos tradicionales de trabajo. Los hombres, que antes cazaban y pescaban, ahora se dedicaban al cultivo de la tierra, y las mujeres trabajaban hilando ropa y otros productos de algodón, o bien se dedicaban a hacer ollas de cerámica.

      La misa y las clases de catecismo se convirtieron en las actividades centrales de la misión. Ciertas danzas tradicionales y otras expresiones artísticas fueron permitidas, aunque otras prácticas —la poligamia y la desnudez— estuvieron prohibidas. El castigo típico para infracciones consistía en


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