AntologÃa. Ken Wilber
de símbolos porque es todo lo que conocemos, también supone privilegiar otro dominio concreto. Pero decir que el universo está compuesto de holones no privilegia ningún dominio ni implica que un determinado nivel específico sea más fundamental que otro. La literatura, por ejemplo, no está compuesta de partículas subatómicas; pero tanto la literatura como las partículas subatómicas están compuestas de holones.
Sexo, ecología, espiritualidad, vol. 1, 48-49
JERARQUÍAS
Hierós y archo son dos términos griegos que significan “sagrado” y “gobierno” o “autoridad”, respectivamente. Las «jerarquías» fueron introducidas por el místico cristiano del siglo VI Dionisio el Areopagita y se refieren a nueve órdenes celestiales que incluyen a los serafines y querubines en la parte superior de la escala y a los arcángeles y ángeles en la inferior. Entre otras cosas, los órdenes celestiales representaban grados crecientes de conocimiento, virtud e iluminación a los que podía ascenderse a través de la conciencia contemplativa. Estos órdenes estaban escalonados porque cada rango sucesivo era más inclusivo y abarcador y, en este sentido, «más elevado» que el anterior. De esta forma, «jerarquía» significaba, en última instancia, «gobierno sagrado» o «gobernar la propia vida por poderes espirituales».
La iglesia católica, sin embargo, acabó trasponiendo estos distintos órdenes celestiales de la conciencia contemplativa en órdenes de poder político, con lo cual las jerarquías terminaron siendo representadas por el Papa, a quien seguían los arzobispos, después los obispos y luego los sacerdotes y diáconos. Como dijo Martineau en 1851, «una visión de la jerarquía que no tardó en convertirse en despotismo», y ya podemos empezar a ver cómo el desarrollo normal de una secuencia de totalidades sucesivas acabó degenerando en un sistema patológicamente opresivo y represivo.
Como se emplea actualmente en psicología, en la teoría evolutiva y en la teoría de sistemas, una jerarquía de simplemente una escala de órdenes de sucesos de distinta capacidad holística. En cualquier secuencia evolutiva, lo que es totalidad en un estadio se convierte en parte de la totalidad mayor correspondiente al estadio siguiente. Una letra forma parte de una palabra completa que, a su vez, forma parte de una frase completa que, a su vez, forma parte de un párrafo completo, y así sucesivamente.
Howard Gardner lo explica así para el campo de la biología: «cualquier cambio en un organismo afectará a todas las partes; no se puede alterar ningún aspecto de una estructura sin afectar a la totalidad; cada totalidad contiene partes y es, a su vez, parte de una totalidad mayor». Y Roman Jakobson hace lo mismo en el caso del lenguaje: «el fonema es una combinación de rasgos distintivos; está compuesto de diversas unidades indicadoras y puede ser incorporado a unidades más amplias como sílabas o palabras. Es, simultáneamente, una totalidad compuesta de partes y una parte que incluye a totalidades más amplias».
Arthur Koestler acuñó el término holón para referirse a aquello que, siendo totalidad en un determinado contexto, es al mismo tiempo parte de otro contexto. Si nos referimos a la frase «el ladrido de un perro», la palabra ladrido es una totalidad en relación con sus letras individuales, pero una parte en relación con la frase misma. Y la totalidad (o el contexto) puede determinar el significado y función de la parte –el significado de una palabra, por ejemplo, banco, es diferente en las frases «el banco del parque» y «cambié dinero en el banco»–. En otras palabras, la totalidad es más que la suma de sus partes, y esa totalidad puede influenciar y determinar, en muchos casos, la función de las partes.
Así pues, la jerarquía normal es simplemente un orden de holones crecientes que representan un aumento en la totalidad y en la capacidad integradora –desde los átomos hasta las moléculas y las células, por ejemplo–. Ésta es la razón por la cual la jerarquía es un concepto tan central en la teoría de sistemas, la teoría de las totalidades u holismo («totalidad»). Ser parte de una totalidad mayor significa que esa totalidad proporciona un principio (un tipo de aglutinante) que no se encuentra en las partes aisladas y que permite que las partes se junten, se unifiquen, tengan algo en común, estén conectadas de formas que simplemente no podrían estarlo por sí solas.
De esta manera, la jerarquía convierte las meras acumulaciones en totalidades y los fragmentos inconexos en redes de interacción mutua. Cuando se dice que «el todo es más que la suma de sus partes», ese «más» significa «jerarquía». Pero no significa dominación fascista sino una más alta o más profunda comunidad que reúne las hebras aisladas en una red real y unifica las moléculas en células o las células en organismos.
Ésta es la razón por la cual los términos «jerarquía» y «totalidad» no suelen estar muy separados, como cuando Gardner dice que «un organismo biológico es una totalidad cuyas partes se hallan integradas en una totalidad jerárquica». Asimismo, Jakobson explica que la lengua es «simultáneamente una totalidad compuesta de partes y ella misma es una parte incluida en una totalidad mayor» e inmediatamente concluye «jerarquía, entonces, es el principio estructural fundamental». También es la razón por la que las jerarquías, a menudo, suelen representarse como una serie de círculos concéntricos o esferas o «figuras dentro de figuras». Como explica Goudge:
El esquema general de niveles no debe ser contemplado como si fuera una sucesión de estratos geológicos o los distintos peldaños de una escalera. Estas imágenes no hacen justicia a las complejas interrelaciones que existen en el mundo real, que se asemejan mucho más a las muñecas de un juego de cajas chinas o a una serie de esferas concéntricas porque, según los evolucionistas, un nivel dado puede contener otros niveles dentro de sí [holones].
Así, la habitual acusación de que las jerarquías son «lineales» está completamente fuera del lugar. Los diversos estadios de crecimiento de un sistema pueden, es evidente, describirse en un orden «lineal» de la misma manera que podemos hablar de la secuencia que va de la bellota, hasta la planta y, finalmente, el roble; pero resulta absurdo acusar por ello al roble de ser lineal. Como veremos, los estadios de crecimiento no son casuales o aleatorios sino que se atienen a algún tipo de pauta, pero llamar a esta pauta «lineal» no implica, en absoluto, que los procesos mismos sean rígidos y unidireccionales sino que, muy al contrario, son interdependiente y complejamente interactivos. Podemos utilizar las metáforas de «niveles», «escalas» o «estratos», pero sólo si ejercitamos un poco la imaginación para entender la complejidad que en realidad está implicada.
Finalmente, toda jerarquía es asimétrica (el sufijo arquía significa “superior”), porque los procesos no ocurren a la inversa. La bellota evoluciona hasta convertirse en roble, pero no al revés. Primero hay letras, luego palabras, después frases y párrafos, pero no al revés. Los átomos se unen en moléculas, pero no al revés. Y ese «no viceversa» constituye una inevitable jerarquía, categoría u orden asimétrico de totalidades crecientes.
Todas las secuencias del desarrollo o evolutivas de las que somos conscientes proceden por jerarquización o, lo que es lo mismo, por orden de holismo creciente como el que va, por ejemplo, de las moléculas a las células, los órganos, los sistemas orgánicos, los organismos y las sociedades de organismos. En el desarrollo cognitivo, descubrimos que la conciencia se desarrolla desde las imágenes simples, que representan sólo un día o un suceso, hasta los símbolos, y los conceptos que representan grupos enteros o clases de cosas y sucesos hasta las leyes que organizan e integran numerosas clases y grupos en redes completa. En el desarrollo moral (tanto masculino como femenino), encontramos un hilo conductor que va desde el sujeto aislado hasta el grupo o tribu de sujetos relacionados y después hasta toda una red de grupos más allá de cualquier elemento aislado. Y así sucesivamente.
(A veces se ha dicho que Carol Gilligan no sólo negó la naturaleza específica de los estadios del modelo de Kohlberg, sino todo su planteamiento jerárquico pero eso, simplemente, no es verdad. De hecho, Gilligan acepta por completo el modelo general de Kohlberg que discurre a través de tres estadios o niveles jerárquicos que van desde lo preconvencional a lo convencional y lo postconvencional o «metaético»; lo único que niega es que la lógica de la justicia sea la única que se valore en esta secuencia. Así pues, el énfasis masculino en los derechos y la justicia