El prÃncipe roto. Erin Watt
Sobre la autora
Capítulo 1
Reed
La casa está a oscuras y en silencio cuando me adentro en el vestíbulo que hay junto a la cocina. Casi un kilómetro cuadrado de casa y está desierta. De repente, una sonrisa aparece en mis labios. Mis hermanos están desperdigados por algún lugar, la señora de la limpieza no está y no tengo ni idea de dónde puede estar mi padre, así que mi chica y yo tenemos la mansión Royal para nosotros solos.
De puta madre.
Cruzo la cocina trotando y subo las escaleras traseras. Espero que Ella me esté esperando arriba, en su cama, ataviada con una de mis viejas camisetas que se ha agenciado para dormir. Está tan guapa y tan sexy con ellas… Lo cierto es que preferiría que solo llevara puesta una de esas camisetas… Acelero el paso y dejo atrás mi habitación, la de Easton y el antiguo dormitorio de Gid hasta llegar a la puerta del cuarto de Ella. Para mi gran decepción, está cerrada. Llamo, pero no obtengo respuesta. Con el ceño fruncido, saco el móvil del bolsillo trasero de mis pantalones y le mando un mensaje.
«Dnd stas, nena?»
No contesta. Me doy golpecitos en la pierna con el teléfono. Probablemente esté fuera con Valerie esta noche. Lo cierto es que me alegro en parte, porque me vendría bien darme una ducha antes de verla. Los chicos han estado fumando mucha hierba en casa de Wade y no quiero que su habitación apeste a maría.
Nuevo plan. Me ducharé, me afeitaré y saldré de casa en busca de mi chica. Me quito la camiseta, la arrugo en la mano y abro la puerta de mi habitación, sin ni siquiera molestarme en encender la luz. Me quito los zapatos y camino por encima de la moqueta en dirección al baño que hay dentro de mi dormitorio.
La huelo antes de verla.
¿Qué co…?
Un pestilente aroma a rosas penetra en mis fosas nasales y me acerco a la cama.
—¿Es coña? —pregunto cuando vislumbro la oscura figura que hay sobre el colchón.
Irritado, me dirijo a la puerta y enciendo la luz. Me arrepiento al instante, porque el tenue resplandor amarillo que inunda mi habitación revela las curvas desnudas de una mujer con la que no quiero tener nada que ver.
—¿Qué cojones haces aquí? —espeto a la exnovia de mi padre.
Brooke Davidson me ofrece una sonrisa coqueta.
—Te he echado de menos.
Abro la boca, sorprendido. ¿Va en serio? Me asomo al pasillo para asegurarme de que Ella todavía no ha llegado. Luego, me dirijo directamente a la cama.
—Fuera de aquí —gruño a la vez que le agarro por la muñeca y tiro de ella con fuerza para sacarla de la cama. Mierda, ahora tendré que cambiar las sábanas, porque si hay algo que apeste más que la cerveza barata y la hierba, es Brooke Davidson.
—¿Por qué? Nunca te habías quejado hasta ahora. —Se relame los labios de color carmín. Estoy seguro de que lo hace con la intención de parecer sexy, sin embargo, a mí solo me revuelve el estómago. Hay muchos secretos de mi pasado que Ella no conoce. Secretos que le provocarían náuseas . Y la mujer que tengo justo delante de mí es uno de ellos.
—Recuerdo perfectamente haberte dicho que no quería volver a tocarte, zorra.
La sonrisa engreída de Brooke se vuelve rígida.
—Y yo te he dicho que no me hables así.
—Te hablo como me da la gana —suelto.
Vuelvo a mirar hacia la puerta. Estoy tan desesperado que he empezado a sudar. Brooke no puede estar aquí cuando Ella vuelva a casa.
¿Cómo coño se lo explicaría? Bajo la mirada hasta la ropa de Brooke, desperdigada por el suelo: un vestido diminuto, lencería de encaje y un par de tacones de aguja.
Casualmente, mis zapatos han aterrizado junto a los suyos. Sin duda, parece una escena un tanto erótica.
Recojo los tacones de Brooke del suelo y los lanzo a la cama.
—Sea lo que sea que intentes venderme, no lo quiero. Sal de aquí de una puta vez.
Entonces, me tira de nuevo los zapatos. Uno de los tacones me araña el pecho antes de caer al suelo.
—Oblígame.
Me aprieto la nuca con una mano. No se me ocurre qué puedo hacer para librarme de ella, aparte de levantarla en brazos y sacarla de aquí a la fuerza. ¿Qué mierda le digo a Ella si me pilla sacando a Brooke de mi dormitorio?
«Hola, nena, no te preocupes. Estoy sacando la basura. Verás, me acosté con la novia de mi padre un par de veces, y, ahora que han cortado, creo que quiere volver a meterse en mi cama. No es para nada enfermizo, ¿verdad?», diría, con una sonrisita incómoda.
Aprieto los puños, con los brazos a ambos costados. Gideon siempre me decía que era alguien autodestructivo, pero, joder, esto ya roza niveles estratosféricos. Todo esto es culpa mía. Dejé que la rabia que sentía hacia mi padre me llevara directo a la cama de esta zorra. Me convencí de que se merecía que me follara a su novia a sus espaldas por lo que le había hecho a mamá.
Bueno, pues, ahora el karma me la ha devuelto.
—Vístete —susurro—. Esta conversación se ha acabado… —Me detengo al oír unas pisadas en el pasillo.
Entonces, oigo que alguien me llama.
Brooke ladea la cabeza. También lo ha oído.
Mierda. Mierda. Mierda.
La voz de Ella resuena al otro lado de la puerta de mi habitación.
—Ay, genial. Ella ya ha llegado —dice Brooke, aunque los latidos de mi corazón me ensordecen—. Tengo noticias que quiero compartir con los dos.
Puede que lo que estoy a punto de hacer sea una completa estupidez, pero en estos momentos solo pienso en cómo deshacerme de ella. Necesito que esta mujer se marche.
Así que lo tiro todo al suelo y me abalanzo sobre ella. La agarro por el brazo y tiro de ella para sacarla de la cama, pero la muy zorra se resiste y me hace caer encima de ella. Evito entrar en contacto con su cuerpo desnudo, pero, al final, pierdo el equilibrio. Brooke se aprovecha de la situación y se coloca contra mi espalda. Emite una suave risa con la boca junto a mi oído mientras sus tetas de plástico me queman la piel.
Entonces, observo, petrificado, como el pomo se gira.
—Estoy embarazada, y el bebé es tuyo —susurra Brooke.
¿Qué?
De repente, siento que mi mundo se detiene.
La puerta se abre. Observo el precioso rostro de Ella, que fija la vista en el mío, y contemplo cómo la expresión de felicidad de su cara se torna en sorpresa.
—¿Reed?
Me quedo completamente inmóvil, aunque mi cerebro está trabajando frenéticamente para recordar cuándo fue la última vez que Brooke y yo estuvimos juntos. Fue el Día de San Patricio. Gid y yo estábamos pasando el rato en la piscina. Él se emborrachó. Y yo también. Gid estaba muy enfadado por algo relacionado con papá, Sav, Dinah y Steve. No lo entendí todo.
Oigo vagamente la risita de Brooke. Tengo la mirada fija en el rostro de Ella, aunque, en realidad, no lo veo. Debería decir algo, pero no lo hago. Estoy ocupado. Estoy entrando en pánico y pensando.
San Patricio… Subí las escaleras tambaleándome y me quedé dormido enseguida. Me desperté al notar que alguien estaba chupándome la polla. Sabía que no era Abby, porque ya había roto con ella, y no era del tipo de chica que se colaría en mi dormitorio. ¿Y quién soy yo para rechazar