Ensayo sobre la historia de la sociedad civil. Adam Ferguson
de Magallanes. En cualquier lugar donde el hombre activo ejerce sus talentos y transforma el medio que lo rodea, estamos ante situaciones igualmente naturales»[30].
Al rechazar la idea de un estado de naturaleza declarando que todas las situaciones son naturalmente iguales, Ferguson refutaba también a los teóricos del contrato social. Su observación de que «el arte en sí mismo es natural al hombre», es decir, no podemos hablar «del arte como algo distinto de la naturaleza»[31], lo lleva a sostener que no tiene sentido hacer una diferencia entre «la condición natural de la humanidad» (el estado de naturaleza) y su existencia civil o política de carácter artificial (hecha por un contrato). La sociedad civil no es producto de un contrato ni de una imposición, sino que es resultado de un proceso natural, tal como lo demuestra la teoría de los estadios. Suponer que el hombre ha vivido todo el tiempo en sociedad es admitir que la cohesión social no tiene necesidad de un acto fundador. Las palabras de Gautier son oportunas: «[…] fundar la legitimidad de la sociedad en el contrato –el contrato social– equivale a reconocer que la sociedad no es un hecho natural. Admitir la naturalidad de los lazos sociales –el rechazo al contrato– conduce a pensar que la sociedad depende de ella misma y que no tiene necesidad de ser fundada»[32].
Ferguson es claro en su rechazo a las teorías contractualistas y en su negativa a buscar en un principio trascendente la causa última de la organización de los hombres en la sociedad. Con ello, el filósofo escocés desvanece «las abstracciones históricas del pensamiento de Locke y la, tan sólo publicada un lustro antes, de Rousseau»[33], y mantiene su fidelidad a su admirado Montesquieu al reivindicar la contundente afirmación que el bordolés hiciera en las Cartas Persas: «[…] todos [los hombres] nacen conexos unos con otros […]. Eso es la sociedad y el origen de la sociedad»[34].
La aproximación empírica de la que Ferguson se sirvió en sus análisis sobre la naturaleza humana y la convicción de que el método newtoniano de obtención del conocimiento era certero también estarían en la base de sus observaciones sobre la evolución, configuración y desarrollo de la sociedad. Al igual que otros miembros de la Ilustración escocesa, entre ellos David Hume, Adam Smith, William Robertson, John Millar, Dugald Stewart y lord Kames, Ferguson tuvo siempre entre sus objetivos científicos el estudio de la sociedad, en particular la sociedad de su época, que estaba inmersa en intensos cambios sociales y materiales. Pero no solamente se limitó a describir y a enumerar leyes, sino que la elaboración de su ciencia social estaba directamente vinculada con una crítica normativa de estos cambios y de sus consecuencias en la vida social.
En el Ensayo Ferguson hace un análisis de la configuración histórica de la sociedad. En éste tres elementos cobran importancia: la propia práctica historiográfica, el análisis sociohistórico de la humanidad con base en una herramienta heurística conocida como la teoría de los estadios y la configuración institucional de la sociedad explicada a partir de un orden espontáneo que resulta de consecuencias no intencionadas de la acción.
En relación al método de investigación histórico, Ferguson llevó a cabo un análisis socioantropológico y, a pesar de que los instrumentos conceptuales y la información a los que tenía acceso eran escasos, cumplió con dos de las condiciones propias de la práctica científica. En primer lugar, su análisis fue empírico porque observó y analizó mediante hechos el curso del desarrollo social; consideraba que su aproximación era correcta porque podía comprobarse empíricamente, incluso aquello que por falta de información debía obtenerse mediante la construcción de conjeturas. Y en segundo lugar, su análisis fue sistemático no sólo porque adaptó al mundo social el concepto físico de la operación causa-efecto, sino porque siempre que pudo respetó el ejercicio de la comparación y el rigor en el uso de las fuentes, tanto antiguas como modernas.
La reflexión científica que Ferguson y algunos otros ilustrados escoceses, como Adam Smith, James Dunbar o John Millar, realizaron sobre la historia social dio lugar a las primeras teorías estructuradas sobre el desarrollo sociocultural[35]. Elaboraron un complejo esquema sobre el devenir de la sociedad que se convirtió en una herramienta heurística para el estudio de la sociedad civil y que consiste en confeccionar como instrumento analítico grandes etapas, que hoy podríamos llamar «típico-ideales», que fuesen de utilidad para explicar el desarrollo social.
Salvajismo, barbarie y sociedad civil –pulida y comercial– son las etapas que Ferguson eligió como instrumento analítico para explicar heurísticamente el desarrollo social. Cada una de ellas representa un avance con relación a la anterior y a cada una le corresponden distintas ideas e instituciones relativas al desarrollo cognitivo, la propiedad, el gobierno y el derecho, y percepciones sobre las costumbres, el modo de subsistencia, los rangos, las normas morales y la división del trabajo.
Esta propuesta, conocida como la teoría de los estadios, intenta demostrar que la humanidad ha atravesado por distintas fases comenzando por lo que Ferguson denominó, en su segunda parte del Ensayo, «La historia de los pueblos incivilizados» hasta la llegada de la sociedad civil, que era la sociedad comercial en la que él mismo estaba viviendo[36].
Con base en esta explicación, el ilustrado escocés intentaba demostrar que la configuración de las instituciones sociales, políticas, legales, económicas y lingüísticas se ha ido formando a lo largo de la evolución de la sociedad gracias a innumerables acciones humanas hechas por personas que ignoraban las posibles consecuencias, generalmente lejanas, a las que sus actos podían conducir.
Ferguson defendía así que la sociedad civil comercial surge espontáneamente, sin la intervención de un designio deliberado. Intentó, al igual que el resto de los ilustrados escoceses, demostrar que las instituciones sociales con elevados grados de complejidad no necesariamente eran el resultado de un designio intencional. Las estructuras sociales y políticas altamente complejas y con capacidad para integrar un cúmulo de datos concretos superior a lo que cerebro alguno puede aprehender solamente pueden ser el resultado de la combinación de fuerzas de carácter espontáneo.
Sobre este aspecto, Ferguson plasmó en el Ensayo una idea de dimensiones altamente significativas. Escribió que las instituciones sociales y políticas aun cuando son el «resultado de actos humanos» no lo son de «la ejecución de un designio humano»[37]. Estas palabras del escocés enuncian por primera vez con claridad y contundencia una idea fundamental que se encontraba tenuemente esbozada en algunas obras de científicos sociales de la época. Esta idea sostiene que los modelos sociales complejos no son el resultado de la decisión deliberada de un individuo o un grupo de individuos; el origen y desarrollo de las instituciones sociales y políticas no resultan del artificio y la razón, sino de la consecuencia no prevista de innumerables acciones individuales que tienen lugar a lo largo del desarrollo evolutivo. En el Ensayo Ferguson delinea su planteamiento con seguridad: «Como los vientos que provienen de donde nadie sabe y soplan donde quieren, las formas de la sociedad tienen un origen oscuro y remoto: surgieron, mucho antes del nacimiento de la filosofía, de los instintos más que de las especulaciones de los hombres. La raza humana está regida, en las instituciones y medidas que adopta, por las circunstancias en que se encuentra; y rara vez se desvía de su camino para seguir el proyecto de un solo hombre»[38].
La idea medular aquí es que aun cuando la configuración institucional puede explicarse como una consecuencia de la acción de los hombres, ésta no es el resultado de la decisión de un poder omnisciente, sino que es independiente del designio humano. Al dar vida a esta idea, Ferguson rompe con la arraigada dicotomía que se establecía entre lo natural y lo artificial, destruye el mito del sabio legislador y ofrece «sin duda la