El manual del iniciado. Miguel Valls González

El manual del iniciado - Miguel Valls González


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perfecto tal y como soy y trabajaré por trascender mis limitaciones y ser más ordenado, para ser todavía más perfecto.

      Así, para aplicar el Kawsay podemos valernos de herramientas como la meditación, a fin de practicar la presencia, dejar de ver las cosas como separadas y comenzar a reconocer todo lo que hay alrededor, usarlo a nuestro favor y leerlo como un oráculo, ya que se trata de la unidad de la que somos parte.

      RESUMEN

      El Kawsay nos permite asumir nuestra existencia y divinidad, no como una creencia sino como un camino.

      Asumimos la existencia de todo, sin adorar a nadie ni dejarnos adorar.

       Nos vemos a través de la unidad.

       No enjuiciamos las experiencias considerándolas buenas o malas: les damos función.

       Asumimos las faltas y las usamos como desafíos y posibilidades.

       Reconocemos nuestra existencia ante cualquier decisión (¿quién está decidiendo, yo u otro, por ejemplo un patrón en mí?).

       Nos relacionamos con toda forma de existencia de la unidad.

       Nos fijamos en un punto cero.

       Asumimos que somos perfectos tal cual somos.

       Cesamos la búsqueda.

      EJERCICIOS

      Durante siete días consecutivos, reconocer la propia existencia. En voz alta, con la mano derecha en el corazón y la mano izquierda sobre el ombligo (cerebro energético llamado cosco en qechua), presentarnos ante la Pachamama y otras fuerzas referentes para cada uno, siempre precisando quién soy (mi nombre), el lugar geográfico y día en que me encuentro (espacio-tiempo):

      “Yo, Miguel, desde aquí desde Barcelona, siendo 10 de agosto de 2016, ante la Pachamama, el Sol Padre, los Apus y todos los seres existentes, declaro y asumo que a partir de hoy dejo de buscarme porque entiendo, comprendo y asumo que soy Miguel, siempre fui Miguel, siempre seré Miguel y es hermoso ser Miguel”.

      A continuación, para que nuestro inconsciente comprenda y reciba esta información, celebrar bailando, tomando una copa de vino o haciendo algo que para cada uno represente festejo.

      2. Durante una semana, una vez al día, mirar a nuestro alrededor reconociendo cada objeto, cada ser, cada persona, cada planta; hablarles, saludarlos. Ofrendarle un dulce a la Pachamama, diciendo:

      “Yo, Miguel, desde aquí desde Barcelona, siendo 10 de agosto de 2016, te reconozco Pachamama como un ser existente y me reconozco como parte de ti. Asumo, integro y acepto la existencia del Sol padre y de todos los seres y me reconozco a mí mismo como parte de la unidad; gracias”.

      Escribe aquí tu autoevaluación:

      ANYA

      El código Anya nos enseña que la verdad no existe, es un mito, algo que la gente busca y no sólo eso, sino también algo por lo que las personas sufren, se pelean y hasta declaran guerras. No hay verdad, sólo puntos de vista, historias desde las cuales cada uno define su mundo. Por eso, el iniciado asume que todas las verdades son ciertas y en lugar de rechazar otras verdades o negarlas, elige la que mejor le sirva para alcanzar su terceridad o resultado. Todo es un cuento, tu vida es un cuento, la mía es otro y también el Universo.

      Cada uno de nosotros somos nuestro propio cuento, que se hace realidad desde que uno comienza a interrelacionarse con él. A su vez, cada cuento es una historia, y ya hemos visto que el psiquismo se forma en base a ellas y no a las experiencias.

      Todos estamos atravesados por una gran cantidad de cuentos que nos han dicho. Algunos populares son que para ganar dinero tenemos que trabajar y sacrificarnos, que fumar mata o que tenemos que ser el mejor en un área para ser respetados socialmente. En ninguno de estos casos ni en tantos otros nos han dado varias opciones para que cada uno de nosotros elijamos la que queramos. Y no lo sabemos, pero cada vez que aceptamos una de esas verdades que nos imponen desde lo externo abrimos una línea temporal, ya que la palabra crea realidad y la definición divide la unidad dándole dirección. A una misma idea podemos darle infinidad de direcciones y el dividir nos permite elegir una, produciéndose ante esa elección la existencia. En base a cómo definamos una realidad, una emoción, un trabajo, un estado, crearemos una línea temporal que nos llevará al significado que tenemos plasmado en la Tierra.

Si mis padres tuvieron una relación conflictiva, llena de peleas, puede que mi definición de la palabra “amor” implique conflictos y peleas; por lo tanto, cada vez que inicie una relación de pareja atraeré conflictos y peleas a mi vida, porque mi verdad es que el amor es eso.

      La verdad no es algo a buscar, es algo a elegir.

      Primero hemos de reconocer la existencia (Kawsay), la capacidad de elegir conscientemente. Y una vez hecho eso tenemos que elegir desde qué verdad queremos que se exprese esa existencia, entendiendo que toda verdad es sólo un programa que depende de niveles de comprensión. Todas las verdades son verdad y a la vez ninguna es cien por ciento cierta; por eso tenemos que aprender a elegir cuál nos conviene, desde qué mito queremos que nuestra existencia se exprese, qué estructura lógica preferimos que sostenga lo que elegimos llevar a cabo. El código Anya, elegir la verdad propia, nos permite fijar un “desde dónde”, y en el camino iniciático todo “desde dónde” ha de ser las ganas de crecer y lo sagrado, nunca la necesidad o las ganas de tapar un vacío.

Si tengo gripe y quiero sanar preciso un mito que sostenga esa sanación, ya sea ir a un médico que trabaje desde lo científico o a uno tradicional, de medicina china por ejemplo, recibir reiki o consultar a un chamán.

      Desde la iniciación cada uno elige la verdad o el mito que le resulte más afín para alcanzar un resultado y nunca se busca la igualdad con las verdades de los demás, sino que se honra lo diferente. Si buscamos igualdad, querremos que el otro sea como nosotros y cuando no lo sea pelearemos con él o nos anularemos por considerar que se es menos sabio. Creer que tenemos la verdad nos lleva a decir cosas como “¡te estás equivocando!”, “¡te vas a hundir!” o “¡no lo estás haciendo bien!”, ¿y quiénes somos para decirle a alguien si lo está haciendo bien o mal? Precisamente, el principal problema que ha habido en la humanidad con las religiones y los sistemas de enseñanza es que han impuesto una verdad y nadie puede cuestionarla. Hemos matado a personas por defender verdades, nos hemos sacrificado y hemos muerto por dioses o ideas en vez de experimentar nuestra vida, que es la real. La verdad se ha hecho más grande que el propio Ser, y lo que nadie entiende todavía es que la verdad de cada uno es la de cada uno y a cada uno le funciona. Si pensamos que nuestra vida es sufrimiento, enfermedad y agonía, así nos va a funcionar, y si pensamos que la vida es magia y alegría también va a funcionarnos así.

      Elijamos la verdad que elijamos vamos a llegar al mismo sitio, porque todos vamos finalmente a dios, sólo que podremos llegar a esta evolución a través del sufrimiento o de la armonía. Cuando respetamos la diferencia respetamos nuestra función, la del otro y la de todos los seres vivos de la Tierra. Respetamos a todas las partes de la unidad porque entendemos que crean la existencia; desde nuestra verdad tomamos lo que nos resuene de la de otros y lo que nos conecta con el corazón, a partir de ese filtro la transformamos en nuestra verdad y así evolucionamos. Integrar la verdad del otro no significa ejecutarla y ni siquiera justificarla, sino comprenderla. Si entendemos la verdad de otro, porqué piensa, siente y actúa de determinada manera, a partir de ahí podemos elegir si queremos actuar igual, tomar una parte de esa verdad o esa verdad entera. Así, cuando dos verdades inferiores se integran nace de ellas una verdad superior, que sostiene o engloba más de un mito.

La física es una verdad y la “espiritualidad” otra, pero al unirse esas dos verdades inferiores nació la física cuántica, una verdad superior que estudia la combinación de esos dos mitos o paradigmas.

      Al igual que el Kawsay, otra clave del Anya es que nos permite dejar de emitir juicios. Juzgar es determinar qué está bien o mal, y el iniciado no actúa por ningún tipo de creencia. Para nosotros lo que existe es el “desde dónde” (me caso desde el miedo a estar solo o el deseo de


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