Don Quijote. Miguel de Cervantes Saavedra

Don Quijote - Miguel de Cervantes Saavedra


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te hago en darte a conocer tan noble y tan honrado caballero, pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas.

      Y con esto, Dios te dé salud, y a mí no olvide. Vale.

       Índice

      Urganda la desconocida

       Si de llegarte a los bue-,

       libro, fueres con letu-,

       no te dirá el boquirru-

       que no pones bien los de-.

       Mas si el pan no se te cue-

       por ir a manos de idio-,

       verás de manos a bo-,

       aun no dar una en el cla-,

       si bien se comen las ma-

       por mostrar que son curio-.

       Y, pues la expiriencia ense-

       que el que a buen árbol se arri-

       buena sombra le cobi-,

       en Béjar tu buena estre-

       un árbol real te ofre-

       que da príncipes por fru-,

       en el cual floreció un du-

       que es nuevo Alejandro Ma-:

       llega a su sombra, que a osa-

       favorece la fortu-.

       De un noble hidalgo manche-

       contarás las aventu-,

       a quien ociosas letu-,

       trastornaron la cabe-:

       damas, armas, caballe-,

       le provocaron de mo-,

       que, cual Orlando furio-,

       templado a lo enamora-,

       alcanzó a fuerza de bra-

       a Dulcinea del Tobo-.

       No indiscretos hieroglí-

       estampes en el escu-,

       que, cuando es todo figu-,

       con ruines puntos se envi-.

       Si en la dirección te humi-,

      no dirá, mofante, algu-:

       ''¡Qué don Álvaro de Lu-,

       qué Anibal el de Carta-,

       qué rey Francisco en Espa-

       se queja de la Fortu-!''

       Pues al cielo no le plu-

       que salieses tan ladi-

       como el negro Juan Lati-,

       hablar latines rehú-.

       No me despuntes de agu-,

       ni me alegues con filó-,

       porque, torciendo la bo-,

       dirá el que entiende la le-,

       no un palmo de las ore-:

       ''¿Para qué conmigo flo-?''

       No te metas en dibu-,

       ni en saber vidas aje-,

       que, en lo que no va ni vie-,

      pasar de largo es cordu-.

       Que suelen en caperu-

       darles a los que grace-;

       mas tú quémate las ce-

       sólo en cobrar buena fa-;

       que el que imprime neceda-

       dalas a censo perpe-.

       Advierte que es desati-,

       siendo de vidrio el teja-,

       tomar piedras en las ma-

       para tirar al veci-.

       Deja que el hombre de jui-,

       en las obras que compo-,

       se vaya con pies de plo-;

       que el que saca a luz pape-

       para entretener donce-

       escribe a tontas y a lo-.

      AMADÍS DE GAULA A DON QUIJOTE DE LA MANCHA

      Soneto

      Tú, que imitaste la llorosa vida

       que tuve, ausente y desdeñado sobre

       el gran ribazo de la Peña Pobre,

       de alegre a penitencia reducida;

       tú, a quien los ojos dieron la bebida

       de abundante licor, aunque salobre,

       y alzándote la plata, estaño y cobre,

       te dio la tierra en tierra la comida,

       vive seguro de que eternamente,

       en tanto, al menos, que en la cuarta esfera,

       sus caballos aguije el rubio Apolo,

       tendrás claro renombre de valiente;

       tu patria será en todas la primera;

       tu sabio autor, al mundo único y solo.

      DON BELIANÍS DE GRECIA A DON QUIJOTE DE LA MANCHA

      Soneto

      Rompí, corté, abollé, y dije y hice

       más que en el orbe caballero andante;

       fui diestro, fui valiente, fui arrogante;

       mil agravios vengué, cien mil deshice.

       Hazañas di a la Fama que eternice;

       fui comedido y regalado amante;

       fue enano para mí todo gigante,

       y al duelo en cualquier punto satisfice.

       Tuve a mis pies postrada la Fortuna,

       y trajo del copete mi cordura

       a la calva Ocasión al estricote.

       Más, aunque sobre el cuerno de la luna

       siempre se vio encumbrada mi ventura,

       tus proezas envidio, ¡oh gran Quijote!

      LA SEÑORA ORIANA A DULCINEA DEL TOBOSO

      Soneto

      ¡Oh, quién tuviera, hermosa Dulcinea,

       por más comodidad y más reposo,

       a Miraflores puesto en el Toboso,

       y trocara sus Londres con tu aldea!

       ¡Oh, quién de tus deseos y librea

       alma y cuerpo adornara, y del famoso

       caballero que hiciste venturoso

       mirara alguna desigual pelea!

       ¡Oh, quién tan castamente se escapara

       del señor Amadís como tú hiciste

       del comedido hidalgo don Quijote!

       Que así envidiada fuera, y no envidiara,

       y fuera alegre el tiempo que fue triste,

       y gozara los gustos sin escote.

      GANDALÍN, ESCUDERO DE AMADÍS DE GAULA, A SANCHO PANZA, ESCUDERO DE DON QUIJOTE

      Soneto

      Salve, varón famoso, a quien Fortuna,

       cuando en el trato escuderil te puso,

       tan blanda y cuerdamente lo dispuso,

       que lo pasaste


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