Réquiem por Tijuana. Néstor Robles

Réquiem por Tijuana - Néstor Robles


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se calla. Por un breve momento, Esteban medita lo que acaba de escuchar.

      —A lo mejor no le dieron el puesto y se aventó al río…

      —No tienes remedio, Esteban: eres un pinche morrito de cinco años. Con permiso.

      Cuando apenas Esteban se sienta y bebe un sorbo directo de la caguama, Roxana le grita desde la puerta:

      —Ah, y sí, maricón, sus jales eran para Guiness, no como los tuyos, pinche borracho pendejo.

      Las carcajadas de los presentes atacan a Esteban, quien durante la noche se dedica a beber en silencio, escuchando y tolerando cualquier porquería de la rocola.

      En el camino de regreso a casa, Esteban se duerme y sueña que una bola gigante de piedra lo sigue mientras conduce por la Vía Rápida. Llega a casa a las tres de la madrugada y se duerme sin desvestirse ni quitarse los zapatos. Luego sueña que se sienta en un sillón giratorio de piel y lo hace girar, y gira y gira y gira y no lo puede detener.

      3

      —Pásale, Esteban, bienvenido. Ponte cómodo.

      —Buenos días, señor Núñez. Gracias.

      —¿Cómo estás?

      —Bien, bien, señor, ¿y usted?

      —Un poco cansado, Esteban. Verás, toda la semana he tenido entrevistas y nomás no encontramos al indicado. Espero que seas el bueno.

      —Yo también.

      —Bueno. Dice aquí que has tenido varias lecturas en festivales, fuiste corrector de estilo y… ah, sí, lo más importante: una novela inédita. Cuéntame.

      —Sí. Se llama Bestias en revolución. La escribí durante la beca estatal, hace como tres años, pero no me ha convencido. Sigo apretando tuercas.

      —Ah, sí, típico, ¿no? La primera novela que nunca está lista para soltarse, sí. ¿De qué trata? Me encanta el título: promete mucho. ¿Es una historia de horror?, ¿una novela policíaca o de aventuras? Cuéntamela, Esteban. Estoy muy interesado.

      —Bueno, es que la trama es un poco larga y compleja. ¿Tiene tiempo?

      —No, Esteban, no tengo tiempo. Es lo que menos tengo y para eso necesito que me cuentes. Quiero decir que seas breve: inicio, desarrollo y desenlace; fácil.

      —Eso es muy cierto: tiempo es lo que nos hace falta.

      —No tienes idea.

      —Es una novela de horror ubicada en Tijuana. Es una historia de mujeres lobas que se convierten cuando tienen un orgasmo. Estas morras son teiboleras, ¿no? La maldición la trajo una que vino de Montezul, un pueblo ficticio, pero eso no se sabe hasta el final. ¿Se siente bien, señor Núñez?

      —Sí, sí, sí. Sigue, sigue.

      —¿Está sudando?

      —No, Esteban, continúa.

      —¿Le duele la cabeza?

      —No, Esteban, continúa.

      —¿Lo estoy aburriendo?

      —¡No…! —Núñez abre los ojos y casi están nublados por completo. Respira agitado—. Esteban, por favor, necesito que sigas narrando.

      —Bueno, Bestias en revolución es al mismo tiempo una novela negra. La trama sigue a un policía que investiga la aparición de los cuerpos de hombres desnudos en los bares y tables de la avenida Revolución. Paralelamente hay una mujer coprotagonista que se ve obligada a bailar para pagarse la universidad. Ella se infecta. ¿Está seguro que quiere que continúe?

      —¡Sí! —Núñez se levanta: más flaco, más arrugado, más alto—. ¿Este detective y esta mujer se conocen? ¿Cuál es su relación?

      —Este… sí, se conocen eventualmente. Se enamoran, pero no pueden estar juntos, por lo menos ella no quiere porque sabe que cuando se venga se lo va a chingar.

      —¿Y qué pasa al final? ¿Sí se lo chinga?

      —No… bueno, en la última parte están cogiendo bien y bonito hasta que ella se viene y se convierte en loba, pero el policía se la echa antes de que se lo chingue. Luego se mata porque se da cuenta de que está infectado. No se convierte pero puede infectar a otras morras. En fin, es una alegoría de las enfermedades venéreas, ¿no? En total son como cien páginas. No es mucho.

      Núñez se sienta lentamente. Respira agitado. Sus ojos recuperan el color normal.

      —¿Se siente bien, señor Núñez?

      —Muy bien, Esteban, muy bien. Gracias por compartir tu historia. Espera la llamada de mi secretaria.

      —¿Es todo?

      —Es todo.

      —¿Pero no me va a entrevistar?

      —Lo acabo de hacer, Esteban, gracias. Tengo más citas esperando. Conoces la salida. Gracias por compartir tu tiempo. —Esteban confundido. Rogelio sonriente. Esteban sale del Fondo de Sapiencia con dolor de cabeza. Hasta el sol le molesta. Siente cruda. Vomita. Recibe una llamada: una invitación a salir de peda. No, gracias, dice, hoy no, me siento mal, terrible. ¿Cómo te fue en la entrevista?, le preguntan. Bien, supongo, quedaron en llamarme. Uy, es mala señal. Bueno, te cuidas. Descansa, Esteban.

      Esteban llega directo a su cuarto. Duerme. Nada más se levanta a orinar y vomitar. Luego ya no puede conciliar el descanso. Entre sueños escucha una risa. Los ojos nublados de Rogelio Núñez lo acechan como el ojo de Sauron. Durante las siguientes semanas la pasa en la cama. La fiebre se apodera de su cuerpo y no lo deja levantarse. Un par de amigos lo visitan, pero Esteban se queda dormido fácilmente en medio de las pláticas incoherentes. Esteban trata de escribir pero le salen historias sin sentido, palabras con faltas ortográficas. Se queda viendo idiotizado la pantalla y los ojos de Núñez lo siguen acechando. Le parece verlos entre las letras, que parecen escribirse solas, y le dicen: «Necesitas un trabajo. Regresa al Fondo de Sapiencia».

      El joven decide darse un regaderazo. El agua lo altera. Se da topes contra la pared hasta quebrar unos azulejos. La sangre se mezcla con el agua y forman un remolino rojo que desaparece por el desagüe. Se desmaya. La casera lo encuentra moribundo.

      Despierta en cama. Un vendaje alrededor de la cabeza. Ya no siente tanta fiebre. Se levanta. Sale al patio a fumar un cigarrillo. Se queda viendo la puesta del sol. Mi nombre es Esteban Toribio, se dice, y soy escritor. No tengo inspiración. Necesito tiempo. Tal vez un empleo me distraiga. Necesito pagar la renta. Tengo que llamarle a Núñez.

      4

      NOTA ENCONTRADA

      EN EL BLOG DE UN NARRADOR

      ¿Qué está pasando con la literatura mexicana? ¿A dónde se han ido nuestros cuentistas y nuestros novelistas? Hay sobrepoblación de poetas. Lo peor de todo: poetas malos. Un amigo me dice que para ser poeta se necesita ser viejo y sabio. Pero ser viejo no es garantía. Sabio tampoco. Igualmente llama la atención la desaparición de tantos escritores. Los rumores dicen que se han autoexiliado y publican bajo el anonimato en algún lugar de Sudamérica o Europa. No lo creo. Alguien se está deshaciendo de ellos: su nombre es Rogelio Núñez. No es coincidencia que desde que ocupa la silla del Fondo de Sapiencia, el primer escritor muerto haya aparecido en el río. Así sucesivamente, a lo largo del año de su servicio en Tijuana, más de sesenta escritores han aparecido en el mismo lugar y con la misma marca: descabezados. ¿En dónde están sus cabezas? No es posible que crímenes así continúen ocurriendo y sigan impunes. Si tú que estás leyendo esto conoces al culpable o, ya ni la chingas, tú eres el culpable, tengo un mensaje para ti: Detente o desaparece.

      TRES COMENTARIOS DE LA ENTRADA

      Mandíbulas escribió:

      No mames. Le están haciendo un favor a la ciudad: pinches mamadores del presupuesto estatal. Síganselos echando.

      Cara de papa escribió:

      Juarjuarjuar,


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