El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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del día, cuando el mar empezó a agitarse. De pronto brotó de él una negra columna de humo, que llegó hasta el cielo y se dirigió después hacia la pradera. Los reyes, asustados, se subieron a la cima del árbol, que era muy alto, y se pusieron a mirar lo que tal cosa pudiera ser. Y he aquí que la columna de humo se convirtió en un efrit (2) de elevada estatura, poderoso de hombros y robusto de pecho. Llevaba un arca sobre la cabeza. Puso el pie en el suelo, y se dirigió hacia el árbol y se sentó debajo de él.

      Levantó entonces la tapa del arca, sacó de ella una caja, la abrió, y apareció en seguida una encantadora joven, de espléndida hermosura, luminosa lo mismo que el sol, como dijo el poeta: ¡Antorcha en las tinieblas, ella aparece y es el día! ¡Ella aparece y con su luz se iluminan las auroras! ¡Los soles irradian con su claridad y las lunas con las sonrisas de sus ojos! ¡Que los velos de su misterio se rasguen, e inmediatamente las criaturas se prosternan encantados a sus pies! ¡Y ante los dulces relámpagos de su mirada, el rocío de las lágrimas de pasión humedece todos los párpados!! (1)Asr: parte del día en que empieza a declinar el sol(2) Efrit: astuto, sinónimo de genio Después que el efrit hubo contemplado a la hermosa joven, le dijo: "¡Oh soberana de las sederías! ¡Oh tú, a quien rapté el mismo día de tu boda! Quisiera dormir un poco". Y el efrit colocó la cabeza en las rodillas de la joven y se durmió.

      Entonces la joven levantó la cabeza hacia la copa del árbol y vió ocultos en las ramas a los dos reyes. En seguida apartó de sus rodillas la cabeza del efrit, la puso en el suelo, y les dijo por señas: "Bajad, y no tengáis miedo de este efrit". Por señas, le respondieron:

      "¡Por Alah sobre ti! ¡Dispénsanos de lance tan peligroso!"

      Ella les dijo: "¡Por Alah sobre vosotros!

      Bajad en seguida si no queréis que avise al efrit, que os dará la peor muerte". Entonces, asustados, bajaron hasta donde estaba ella, que se levantó para decirles: "Traspasadme con vuestra lanza de un golpe duro y violento; si no, avisaré al efrit".

      Schahriar, movido del espanto, dijo a Schahzaman: "Hermano, sé el primero en hacer lo que ésta manda". El otro repuso:

      "No lo haré sin que antes me des el ejemplo tú, que eres. mayor". Y ambos empezaron a invitarse mutuamente, haciéndose con los ojos señas de copulación. Pero ella les dijo:

      "¿Para qué tanto guiñar los ojos? Si no venís y me obedecéis, llamo inmediatamente al efrit". Entonces, por miedo al efrit hicieron con ella lo que les había pedido. Cuando los hubo agotado, les dijo: "¡Qué expertos sois los dos!"

      Sacó del bolsillo un saquito y del saquito un collar compuesto de quinientas setenta sortijas con sellos, y les preguntó: "¿Sabéis lo que es esto?" Ellos contestaron: "No lo sabemos". Entonces les explicó la joven: "Los dueños de estos anillos me han poseído todos junto a los cuernos insensibles de este efrit.

      De suerte que me vais a dar vuestros anillos". Lo hicieron así, sacándoselos de los dedos, y ella entonces les dijo: "Sabed que este efrit me robó la noche de mi boda; me encerró en esa caja, metió la caja en el arca, le echó siete candados y la arrastró al fondo del mar, allí donde se combaten las olas. Pero no sabía que cuando desea alguna cosa una mujer no hay quien la venza.

      Ya lo dijo el poeta: ¡Amigo: no te fíes de la mujer; ríete de sus promesas! Su buen o mal humor depende de los caprichos de su vulva! ¡Prodigan amor falso cuando la perfidia las llena y forma como la trama de sus vestidos! ¡Recuerda respetuosamente las Palabras de Yusu f! ¡Y no olvides que Eblis hizo que expulsaran a Adán por causa de la Mujer! ¡No te confíes, amigo! ¡Es inútil! ¡Mañana, en aquella que creas más segura, sucederá al amor puro una pasión loca!

      Y no digas: "¡Si me enamoro, evitaré las locuras de los enamorados!" ¡No lo digas! ¡Sería verdaderamente un prodigio único ver salir a un hombre sano y salvo de la seducción de las mujeres!

      Los dos hermanos, al oír estas palabras, se maravillaron hasta más no poder, y se dijeron uno a otro: "Si éste es un efrit, y a pesar de su poderío le han ocurrido cosas más enormes que a nosotros, esta aventura debe consolarnos".

      Inmediatamente se despidieron de la joven y regresaron cada uno a su ciudad.

      En cuanto el rey Schahriar entró en su palacio, mandó degollar a su esposa, así como a los esclavos y esclavas. Después ordenó a su visir que cada noche le llevase una joven que fuese virgen. Y cada noche arrebataba a una su virginidad. Y cuando la noche había transcurrido mandaba que la matasen. Así estuvo haciendo durante tres años, y todo eran lamentos y voces de horror. Los hombres huían con las hijas que les quedaban. En la ciudad no había ya ninguna doncella que pudiese servir para los asaltos de este cabalgador.

      En esta situación el rey mandó al visir que, como de costumbre, le trajese una joven. El visir, por más que buscó, no pudo encontrar ninguna, y regresó muy triste a su casa, con el alma transida de miedo ante el furor del rey. Pero este visir tenía dos hijas de gran hermosura, que poseían todos los encantos, todas las perfecciones y eran de una delicadeza exquisita.

      La mayor se llamaba Schehrazada, y el nombre de la menor era Doniazada: (1) (1) Schehrazada: "Hija de la ciudad".

      Doniazada: "Hija del mundo La mayor, Schehrazada, había leído los libros, los anales, las leyendas de los reyes antiguos y las historias de los pueblos pasados.

      Dicen que poseía también mil libros de crónicas referentes a los pueblos de las edades remotas, a los reyes de la antigüedad y sus poetas. Y era muy elocuente y daba gusto oírla.

      Al ver a su padre, le habló así: "¿Por qué te veo tan cambiado, soportando un peso abrumador de pesadumbres y aflicciones…?

      Sabe, padre, que el poeta dice: "¡Oh tú, que te apenas, consuélate! Nada es duradero, toda alegría se desvanece y todo pesar se olvida".

      Cuando oyó estas palabras el visir, contó a su hija cuanto había ocurrido, desde el principio al fin, concerniente al rey. Entonces le dijo Schehrazada: "Por Alah. padre, cásame con el rey, porque si no me mata, seré la causa del rescate de las hijas de los muslemini (musulmanes) y podré salvarlas de entre las manos del rey". Entonces el visir contestó: "¡Por Alah sobre ti! No te expongas nunca a tal peligro".

      Pero Schehrazada repuso:

      "Es imprescindible que así lo haga". Entonces le dijo su padre: "Cuidado no te ocurra lo que les ocurrió al asno y al buey con el labrador.

      Escucha su historia:

      Fabulas del asno, el buey y el labrador.

      Has de saber, hija mía, que hubo un comerciante dueño de grandes riquezas y de mucho ganado. Estaba casado y con hijos.

      Alah, el Altísimo, le dió igualmente el conocimiento de los lenguajes de los animales y el canto de los pájaros. Habitaba este comerciante en un país fértil, a orillas de un río. En su morada había un asno y un buey. Cierto día llegó el buey al lugar ocupado por el asno y vió aquel sitio barrido y regado. En el pesebre había cebada y paja bien cribadas, y el jumento estaba echado, descansando. Cuando el amo lo montaba, era sólo para algún trayecto corto y por asunto urgente, y el asno volvía pronto a descansar.

      Ese día el comerciante oyó que el buey decía al pollino: "Come a gusto y que te sea sano, de provecho y 'de buena digestión. ¡Yo estoy rendido y tú descansado, después de comer cebada. bien cribada! Si el amo te monta alguna que otra vez, pronto vuelve a traerte.

      En cambio, yo me reviento arando y con el trabajo del molino". El asno le aconsejó:

      "Cuando salgas al campo y te echen el yugo, túmbate y no te menees aunque te den de palos. Y si te levantan, vuélvete a echar otra vez. Y si entonces te vuelven al establo y te ponen habas, no las comas, fíngete enfermo.

      Haz por no comer ni beber en unos días, y de ese modo descansarás de la fatiga del trabajo".

      Pero el comerciante seguía presente, oyendo todo lo que hablaban. Se acercó el mayoral al buey para darle forraje y le vió comer muy poca cosa. Por la mañana, al llevarlo al trabajo, lo encontró enfermo.


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