Monja y casada, vírgen y mártir. Vicente Riva Palacio
multitud volvió á alzar un murmullo que me impidió continuar escuchando: era que comenzaba la ejecucion de los hombres.
«Yo no necesitaba saber mas, y todo estaba claro para mí: el hombre libre que habia hecho libre á Luisa, era Don Manuel: él, sin duda, por envidia era el que habia enterrado el Cristo en la puerta de la tienda de Don José, y lo habia denunciado despues al Santo Oficio para perderlo, y Luisa habia sido su cómplice, y seguramente ella era la que habia introducido furtivamente el otro Cristo al cuarto de mi amo, y ella sabia que aquella noche terrible debian llegar los familiares á la casa de mi amo, y me precipitaba á cometer el delito para librarse tambien de mí, y su fuga estaba ya preparada..........
«Porque era seguro, era Luisa la muger casada que estaba en relaciones con Arellano, y que habia denunciado la conspiracion despues de exaltarla.
«Aquella muger era un demonio, con un rostro tan hechicero y una alma tan infernal.
«Las ejecuciones terminaron: los cadáveres fueron decapitados, y treinta y tres cabezas se clavaron en escarpias en medio de la Plaza.—En la noche de ese dia tenia yo fiebre.
«Un mes estuve luchando entre la vida y la muerte: mi ama nada omitió para salvarme, y gracias á eso la enfermedad cedió.
«Entre las esclavas encargadas por mi ama Doña Beatriz de asistirme, habia una jóven que se llamaba Servia, y que fué la que con mas constancia se dedicó á mi curacion.
«Cuando estuve sano, el recuerdo de Luisa que me venia como un remordimiento, cedió ante el amor puro que concebí por Servia; la jóven inocente me amo tambien.
«Pero yo no podia dejar de ser una amenaza para Luisa, y ella debió comprenderlo, porque apenas estuve sano fui preso de órden de la Audiencia, y conducido á las cárceles de palacio.
«Mi sentencia no era dudosa, y recibí la noticia de prepararme á morir como cristiano.
«Servia desolada se arrojó á los piés de mi ama Dª Beatriz, y le declaró nuestro amor, y mi ama se compadeció de nosotros.
«El dia de mi ejecucion estaba señalado, yo no conservaba ya esperanza ninguna, ¿quién se habia de interesar por este pobre esclavo?
«Pocos dias antes habia tomado posesion del vireinato, segun supe despues, el señor Marqués de Guadalcazar, que vino con su esposa y sus niñas; la fama de virtud y de hermosura de mi ama Doña Beatriz, cautivó á la vireina, que hizo llamar á mi amo Don Juan Luis de Rivera, para conseguir de él que mi ama entrase en palacio en calidad de dama de honor.
«Don Juan Luis llegó á la casa contentísimo con aquel honor, pero temeroso de que Doña Beatriz se rehusase, y acertó á llegar en el momento en que Servia de rodillas le pedia que implorase por mi vida.
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