Más allá de la pareja. Eve Rickert
¿Qué le puedo ofrecer a las personas con quienes tengo una relación?
• ¿Qué me hace sentir que me cuidan, quieren y protegen?
• ¿Qué cosas me dan miedo de las relaciones? ¿Por qué?
• ¿Cómo me puedo proteger para que no me hieran? ¿Esas estrategias me ayudan en mi búsqueda de conexión o la dificultan?
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El cuidado de nuestras relaciones
Toda persona que intenta generar amor
con alguien no disponible emocionalmente, sufre.
bell hooks
Cuando comienzas el camino del poliamor, tus relaciones pueden crecer en todas direcciones. Sacudirse el molde de la monogamia significa que eres libre para construir tu vida a tu medida, en consonancia con una actitud comprensiva hacia quienes te rodean. No podemos decirte cómo será tu vida. De todos modos, te podemos decir algo, sobre todo si empezáis siendo dos que abren una relación preexistente: va a cambiar.
Muy probablemente, cambiará de maneras que no te esperas. Si tu relación actual tiene puntos débiles, el poliamor tiene sus maneras de encontrarlos. Intentar amortiguar esos cambios poniendo reglas no va a dar buen resultado, por las razones que comentamos en el capítulo 10. Las cosas que crees que podrían ser importantes podrían no serlo y cosas sobre las que no has pensado en absoluto podrían suponer un reto para ti. Hemos hablado con innumerables relaciones que han llegado al poliamor y lo que hemos oído una y otra vez es: «Cuando hablamos sobre esto, las cosas que nos parecían más importantes, no lo fueron y sobre las que no habíamos pensado, lo fueron».
La primera parte de sentar las bases para el poliamor te incumben a ti: cosas como la seguridad, la autoconfianza y la flexibilidad. La segunda parte supone preparar unas condiciones favorables para que crezca tu relación actual, si tienes una. Las herramientas para hacer estas dos cosas tan diferentes son muy similares. Quienes ahora no tienen una relación o son polisolteras no deben saltar necesariamente este capítulo, porque la experiencia de relaciones anteriores y las creencias que tenemos todavía pueden sorprendernos de maneras inesperadas y desagradables.
La cuestión de la seguridad
¿Por qué buscamos tener relaciones románticas? Para la mayoría, las relaciones son una manera de sentir que nos aman y nos valoran, así como para compartir parte de nuestra vida con quienes nos apoyan y cuidan. Cuando encontramos una relación, o dos, queremos sentir seguridad en ellas: sentir que podemos relajarnos en la seguridad del amor que nos dan nuestras relaciones.
En las relaciones poliamorosas, la necesidad de seguridad tiende a manifestarse de dos maneras. Primero, podemos tener la tentación de buscar seguridad controlando a las personas con quienes tenemos una relación. Nos puede parecer tentadora la idea de que, si conseguimos que nuestras relaciones hagan lo que queremos, sentiremos más seguridad, bien limitando el acceso de las personas con quienes tienes una relación a terceras personas para generar nuestra sensación de seguridad contra la idea de que nos reemplacen, o bien restringiendo la libertad de acción de nuestras relaciones con otras personas.
En cambio, si tenemos empatía, querremos que las personas con quienes tenemos una relación se sientan seguras. Por lo que podría tentarnos aceptar sus restricciones, con la esperanza de que haremos que nuestras relaciones se sientan más seguras. La seguridad es un asunto complicado. Por un lado, nuestras decisiones afectan mucho a la seguridad de nuestras relaciones. Por otro, la auténtica seguridad tiene que construirse desde nuestro interior. La seguridad que depende de las acciones de otra persona es frágil, y se pierde fácilmente.
Hay cuatro principios sobre la seguridad personal que parecen ser verdad:
• Es imposible «hacer» que otra persona se sienta segura. Podemos facilitar una actitud comprensiva y de apoyo dando confianza, escuchando, comportándonos de manera considerada, pero estas acciones no pueden convertir a otra persona en segura. Se requiere trabajo personal de esa otra persona para que tenga la sensación de seguridad y confianza.
• Es casi imposible construir una relación sólida de cualquier tipo en medio de la inseguridad. Esto parece ser especialmente cierto en el poliamor.
• La inseguridad crea sus propias pruebas y refuerza sus propias premisas. No hay nadie con el tiempo y esfuerzo suficientes para hacer que una persona insegura vea la luz y se dé cuenta de que su inseguridad es infundada. Deberá enfrentarse voluntaria y deliberadamente a esa inseguridad, comprenderla y entonces decidir superarla.
• Enfrentarse de forma voluntaria y deliberada a la inseguridad, comprenderla y decidir superarla es un trabajo aterrador, incómodo. Mirar de frente nuestros demonios interiores es tan incómodo que puede hacer que parezca más fácil gatear sobre cristales rotos rociados con alcohol y veneno de serpiente. Es poco común que una persona esté dispuesta a hacerlo sin que le empujen a ello. Y este principio tiene una conclusión final.
Intentar evitar molestar a una de nuestras relaciones cediendo ante su inseguridad, o evitando lo que pueda provocarla, puede, precisamente, propiciarla, reforzando en lugar de aliviar el problema. Precisamente las cosas que haces para intentar que sienta más seguridad pueden empeorar esa inseguridad.
Otro punto que hemos aprendido: por muy contradictorio que parezca, a veces una sensación duradera de seguridad se deriva más de saber que teniendo una relación con quien puede irse, decide quedarse, que de intentar obligarle a que se quede.
La puesta en práctica de la seguridad
La inseguridad es tóxica. No puedes confiar en alguien que siempre temes perder. No puedes convertirte en miembro de una relación que crees que no te «mereces». Nunca podrás alcanzar la felicidad si no crees que eres suficiente para ella. Cuando sentimos inseguridad, nos puede impedir ver el amor que nuestras relaciones nos ofrecen, lo que nos puede hacer sentir aislamiento, lo que nos provocará más inseguridad, lo que nos impide todavía más ver el amor que nos están ofreciendo.
LA HISTORIA DE EVE
Siempre he sido profundamente insegura. No hace mucho, tuve una epifanía: es como imaginarse que cada persona arroja un círculo de luz a su alrededor. Esa luz es su cariño. La gente te deja acercarte a su luz, dependiendo de cuánto les gustas. En todas mis relaciones –personales y profesionales, románticas o de amistad– siempre me he sentido fuera de ese círculo de luz, siempre dudando de si dar un paso adelante, siempre pidiendo permiso para entrar. Y siempre sintiéndome un poco avergonzada de pedirlo, sin saber nunca si sería bienvenida.
Incluso con mis amistades más cercanas, nunca me he visto incluida en ese círculo, por lo que nunca pude sentirme simplemente tranquila y segura de que esa relación existía y que seguiría existiendo. Por decirlo de otra manera, siempre sentí que yo solo era la que lo pedía, nunca la que lo ofrecía, como si el tiempo que pasaba con las personas que me importaban fuera algo que les quitaba, no algo que me daban. Esta percepción causó que se terminaran al menos dos de mis relaciones, porque me hizo alejarme, para dejar de invertir en ellas: sentía que dedicarme a las relaciones con las personas que me importaban era una carga para ellas.
Tenía un amigo cercano en la universidad que, durante un año, pasó la mayoría del tiempo conmigo. Un fin de semana pasamos tres días haciendo senderismo en las Olympic Mountains. Recuerdo sentarme a su lado junto a la hoguera, sintiéndome insegura (por supuesto), preocupada de que quizá le estuviese sacando de quicio. Esa idea cruzaba mi mente, Espero que mi amigo no me odie. De repente me di cuenta de lo absurdo de esa idea: Si te odiase ¿por qué iba a pasarse tres días en las montañas contigo?
Hizo falta, oh, una década y media más para que entenderlo de esa manera se volviese algo normal para mí. Cuando tuve la epifanía de los círculos de luz, me di cuenta de que, en la mayoría de mis relaciones, había estado dentro del círculo todo