Bellas ficciones. Yolanda Patín

Bellas ficciones - Yolanda Patín


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la ironía, quien padeció también una dolorosa pérdida erótica (duelo al fin).

      VII

      Todo el tono del libro se resume en este prólogo: “Esperanza es esa cosita con / plumas posada en el alma— / y canta un canto sin palabras— / y jamás calla —nada nunca— (Fragmento de un poema de Emily Dickinson que Vero tradujo para Marijí)”.

      Vero y Marijí... así, con esta familiaridad, nos sentamos en el porche de su casa.

      VIII

      Ya es medianoche. Ya estamos en su nueva casa. Nos damos cuenta de que la noche —la imaginada noche— es oscura, sombría.

      La oscuridad tiene una particularidad: borra todo, borra nuestros propios rasgos, nos despoja de cualquier sentido de identidad.

      La poeta nos susurra, en este fragmento de ese hermoso poema críptico, “El día que salí a cazar gatos”, que tiene un gran ritmo al comienzo del libro: “Me encontraba ante el umbral / despierta bajo sombras / dormidas cuando / la cosas fueron apareciendo”.

      Y, ante nuestros ojos, emerge un bestiario particular: lobos, gatos, vampiros, caballos, ardillas, coyotes, jirafas, renos, castores, perros de agua, dragones, zorros…

      IX

      Tomo esta página del “Pequeño homenaje a Apollinaire”, de Octavio Armand:

      El Bestiario según Foucault:

      En el pensamiento medieval, las legiones de animales, a las que había dado Adán nombre para siempre, representaban simbólicamente los valores de la humanidad. Pero al principio del Renacimiento, las relaciones con la animalidad se invierten: la bestia se libera, escapa del mundo de la leyenda y de la ilustración moral para adquirir algo fantástico, que le es propio. Y por una sorprendente inversión, va a ser ahora el animal el que acechará al hombre, se apoderará de él y le revelará su propia verdad.

      X

      Decía que este libro es bellamente circular. El primer poemario de Yolanda Pantin se llama Casa o Lobo. Ahora, con esta reivindicación de la ferocidad animal, nos reitera: “¡Perro! dicen los palurdos / como un insulto a cualquiera. / ¡Perros! Si supieran… // Ocurriría en cualquier momento. Una mirada / ¡Zas! Y el lobo hambriento”.

      XI

      La poeta alude a su ser en un tiempo muy remoto, animal.

      El animal, lo irracional, acecha al hombre hoy.

      XII

      Este bestiario de Yolanda Pantin es simbólico. A diferencia de las palabras, los símbolos le hablan tanto al intelecto como al corazón; crean ecos, vasos comunicantes, resonancias, trochas y asociaciones inaccesibles a las palabras. Los símbolos apelan a lo intuitivo, por lo tanto su alcance y su valencia son más poderosos que los de cualquier palabra.

      XIII

      El terror, los fantasmas, las sombras, los vampiros…, ya comienza a emerger el clima de su libro. Y de pronto, un altar, el amanecer, las 6 a. m. Y desde allí, ya, su voz es más abierta ante la luz: “Lo que amamos ya es recuerdo / y esta casa aunque está viva / es su fantasma”. Así termina este recorrido por el primer salón de la nueva casa de Yolanda Pantin.

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