Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia. María Isabel Zapata Villamil
n.o 1 (2004): 28. y Javier Fernández Sebastián, Diccionario político y social del mundo iberoamericano (Madrid: Fundación Carolina, 2009), 26-27.
54 Palti, “De la historia”, 71-72.
55 Fernández Sebastián, Diccionario político y social del siglo XIX español, 28.
56 Palti, “De la historia”, 73.
57 Koselleck, Futuro pasado, 337.
58 Koselleck, Futuro pasado, 339-340.
59 Reinhart Koselleck, The practice of conceptual history (Stanford: Stanford University Press, 2002), 111-112.
60 Koselleck, The practice, 127-128.
61 Koselleck, Futuro pasado, 43-44.
62 Aimer Granados, “Imaginarios culturales sobre España en la celebración del centenario de la independencia de Colombia”, En Enemigos íntimos. España, lo español y los españoles en la configuración nacional hispanoamericana 1810-1910, coord. por Tomás Pérez Vejo (México: Colegio de México, 2011), 246.
63 Aimer Granados, “Hispanismo, nación y proyectos culturales. Colombia y México: 1886-1921. Un estudio de historia comparada”. Memoria y Sociedad 9, n.o 19 (julio-diciembre de 2005): 5-18.
CONFIGURACIÓN DE LA OPINIÓN PÚBLICA EN AMÉRICA LATINA: LA NUEVA HISTORIA INTELECTUAL
A lo largo de este capítulo, se explora cómo se configuró la opinión pública de finales del siglo XIX y comienzos del XX, la cual cimentó los discursos generados en torno a la celebración del centenario de la independencia, tanto en Colombia como en México. Solo conociendo sus rasgos principales es posible comprender de igual modo las características y las motivaciones e intenciones que generaron los discursos en torno al centenario de la independencia, en un sentido que trasciende su simple contenido. En concordancia, no solamente se estudiará cómo y qué se discutía en esas sociedades sobre un hecho específico, sino también las implicaciones que tiene la concepción misma de opinión pública adentro de ello, al igual que su formación, sus medios de expresión, quiénes intervenían en ella y con qué fines.1
Para no centrarse simplemente en los contenidos incluidos en la prensa de comienzos del siglo XX, como fue antes mencionado en la introducción, se partirá de lo que hoy se conoce en algunos círculos académicos como la nueva historia intelectual.2 Esa nueva historia intelectual se preocupa por analizar los cambios semánticos dados, para reconstruir los lenguajes que se gestan en un periodo específico.3 Por su parte, el análisis de esos lenguajes no solo tiene como objeto el conjunto de términos que los integran, sino que también contempla el análisis de la manera como estos se fueron creando. Para eso, se hace necesario ver los cambios de sentido que sufren los conceptos; las diversas formas como se relacionan, y la manera como aparecen nuevas constelaciones de conceptos, según los cambios de sentido que operan en ellos.4 Se arguye que los cambios de significado de algunos conceptos adquieren sentido cuando son observados a la luz de los nuevos lugares de articulación, según sus contextos. Es posible encontrar un ejemplo de tales propuestas en la obra de François Xavier Guerra;5 más específicamente, en su estudio sobre el ciudadano en América Latina.6 En dicho trabajo, Guerra considera que los atributos correspondientes al ciudadano no se dan de hecho, sino que se construyen como resultado de un proceso cultural que se organiza adentro de una historia personal y social. Según ese marco, el ciudadano no era el mismo en la república antigua que el que es en la actualidad, o la nación moderna no será la misma que la nación del antiguo régimen.7
Con el objetivo de postular un estudio el cual se aproxima a los conceptos contenidos en los discursos que constituyen la opinión pública, la presente investigación no se concentrará solamente en analizar los significados y los sentidos de dichos conceptos, sino también en contemplar su constante proceso de desgaste, desplazamiento y renovación.8 Con tal objetivo presente, no es pertinente limitar la observación al conocimiento general de la lengua, sino que los aspectos mencionados se deben relacionar simultáneamente con la familiaridad que tiene una sociedad con ello: con el uso continuo o discontinuo de determinado concepto. En este capítulo, se estudiará cómo el concepto de opinión pública no ha sido estático, ni puede ser concebido como algo separado de la acción; a continuación, se arguye que, como otros conceptos, este se convierte en mediador de la acción de la política moderna: le da sentido a esta, y sirve de punto de apoyo para las instituciones.9 En esa medida, cuando se habla de analizar la opinión pública del centenario de la independencia en Colombia y México, no solo se habla de lo que se dijo sobre tal celebración; de quién lo dijo; qué medio utilizó, y a quién le habló, sino que también se contempla para qué lo hizo, o en busca de qué efecto.10 De tal modo, a lo largo este capítulo se explora cómo se conformó la opinión pública y quiénes intervinieron en ella. En concordancia, se analizará lo que se dijo y mediante qué medio se dijo, al igual que cómo y para qué se dijo en los siguientes tres capítulos.
Concepto de opinión pública en el siglo XIX según sus definiciones e historia
En términos generales, este primer capítulo estará dedicado a definir el tipo de opinión pública que se organizó entre finales del siglo XIX y comienzos del XX; algo que lleva a considerarla el nuevo marco en el que se articulaban los discursos del momento. De tal modo, primero se estudiará cómo se define ese concepto en los diccionarios durante el siglo XIX, y a continuación se abordará cómo se ha configurado la opinión pública de acuerdo con su propia historia.
En primera instancia, es posible contemplar los cambios que la noción de opinión pública contiene según la forma como aparece en los diccionarios y la manera en que es caracterizada. En el Tesoro de la lengua española castellana,11 publicado en el año 1611 y preparado por Sebastián de Covarrubias, aparece solamente la palabra opinión. Aquel volumen contiene la afirmación de que esa noción solo puede tener carácter de certeza desde la perspectiva de la ciencia porque, de lo contrario, es posible que puedan aparecer varias opiniones ante una misma cosa, con lo que sería incierta y quedaría sin autoridad. Por otro lado, la palabra público aparece por aparte, refiriéndose a lo que todos saben y es “notorio publica vos y fama”.12 Igualmente, en el Diccionario de la Real Academia Española de 1737 se encuentra la idea de que toda opinión era algo incierto, pues se podían encontrar opiniones distintas de una misma cosa.13 Lo mismo se encuentra en las definiciones de los años 1780, 1803 y 1869. Así, el cambio se sitúa en la nueva característica que se le adjudicó, desde 1869, a la definición de público; delimitación que empezó a incluir una caracterización por grupos, tendiéndose a hablar de públicos, en plural: “el conjunto de las personas que participan de unas mismas aficiones o con preferencia concurren a determinado lugar. Así se dice que cada escritor o cada teatro tiene su público”.14 Como se nota en el año 1914, es claro que la definición de público fue ampliándose por el sinnúmero de sustantivos a los que se les empezó a adjudicar la característica de público, como administración, fe, calle, deuda, higiene, lo cual mostraba cada vez más la necesidad de control por parte del Estado en algunos asuntos en los que no se inmiscuía.15 Solo hasta 1956, se incluyó el adjetivo de público en la definición de opinión, en el Diccionario de la Academia de la Lengua, lo cual quería decir “sentir o estimación en que coincide la generalidad de las personas acerca de asuntos determinados”.16 Con lo que se acaba de exponer, lo cual se confirmará más adelante, se evidencia en qué grado a lo largo del siglo XIX la opinión pública se fue asentando y diversificando en su interior. Así como ya se evaluaron distintas definiciones relacionadas con la opinión y lo público por separado, se expondrá más adelante cómo la opinión pública se fue alejando del criterio de verdad e, internamente, se fue diversificando en conformidad con múltiples grupos de intereses que entraban en confrontación y negociación. Lo expuesto evidencia que, si se inicia con la consulta del concepto en el diccionario, es posible encontrar pistas de su cambio, pero si se recurre a la historia misma de la noción, será posible ahondar en su proceso de constitución.
Cabe recordar que, para saber lo que las palabras quieren decir,