Raices históricas de san Juan de la Cruz. José Carlos Gómez-Menor Fuentes

Raices históricas de san Juan de la Cruz - José Carlos Gómez-Menor Fuentes


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Cruz

      I

      Los diferentes caminos de la Historia

      El diccionario de la Real Academia de la Lengua define la voz historia del siguiente modo: “Narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados”. Como todas las definiciones del diccionario, aquí se recoge una visión convencional que alude al uso lingüístico con el que suele emplearse el término “historia” en una comunidad de hablantes. Además de este uso, la Academia aclara otras acepciones de este término: 2.- Disciplina que estudia y narra estos sucesos. 3.- Obra histórica compuesta por un escritor. 4.- Conjunto de los sucesos o hechos políticos, sociales, económicos, culturales, etc., de un pueblo o una nación. 5.- Conjunto de los acontecimientos ocurridos a una persona a lo largo de su vida o en un período de ella. Es en esta última acepción en la que se incluye el género peculiar de las biografías.

      Los hechos, los acontecimientos y las acciones humanas suceden en unas coordenadas espacio-temporales y deben ser interpretados. A esta tarea es a la que dedica su esfuerzo la actividad de los historiadores.

      Todo esto pone de relieve que la historia debe encuadrar las acciones o los sucesos protagonizados por los individuos o los grupos dentro de un marco más grande, para que puedan ser interpretados adecuadamente. Ya sea ese marco más concreto o más abierto, como un contexto cultural, o una mentalidad o unas circunstancias determinadas.

      Las principales dificultades se presentan cuando el historiador quiere conocer algunos hechos sobre los que apenas existen datos a los que agarrarse. Por ejemplo, investigaciones basadas en documentos que solo permiten datos fragmentarios, puntuales, muy separados entre sí. A veces maravilla que ciertos documentos se hayan conservado por azar en los archivos cuando no se ve utilidad ninguna que aconseje su conservación. Así, por ejemplo, libros de cuentas, de los siglos XIV y XV, acerca de fincas propiedad de cabildos catedrales, o parroquias, fincas luego vendidas o desaparecidas tras la ya lejana fecha (si tomamos como referencia a España) de la desamortización del ministro Mendizábal. Aquellos libros de refitor, minuciosos y a veces con datos casi sólo válidos para un período de pocos años, conservados por la favorable circunstancia de disponer de grandes espacios, en salas claustrales o en semisótanos oscuros; casi olvidados por los archiveros, almacenados más por rutina que por amor al diligente trabajo de los colectores y administradores de unos bienes que permitieron la sustentación a eclesiásticos de la Baja Edad Media. Documentos que se han conservado milagrosamente, mientras otros muchos –los más– han perecido por causa de humedades, de incendios, o por la acción de la polilla o de voraces ratoncitos hambrientos, permitidos por desidia.


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