Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke


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representación comunicativa de la sociedad, el mercado viene a ocupar […] el lugar central como mecanismo de coordinación de los intercambios entre individuos” (Brunner, 1979h: 17). Esta supeditación de la creatividad social al mercado sustrae materias, como la educación y la salud, de la regulación política. Deja que sean reguladas por el mercado en lugar de que su regulación dependa de una comunicación abierta a la discusión, el conflicto y las demandas sociales. En el mercado solo rigen las demandas monetarias. El mercado sitúa la creatividad social al nivel del consumo; la sociedad pierde capacidad de actuación sobre sí misma. De esta manera, “su proceso de autoformación ha sido enajenado en beneficio de su clase dominante” (Brunner, 1979h: 20).

      (4) Políticas de producción ideológico-cultural. Bajo el régimen autoritario se reorganiza esta producción de un modo que conduce a la concentración monopólica de la infraestructura material de tal proceso; se concentra la propiedad o control de diarios, semanarios, radios y televisión. Por otra parte, la intelectualidad adscrita al bloque autoritario, revela incapacidad para desarrollar influencia hegemónica. No emerge ningún movimiento ideológico o cultural significativo, salvo las concepciones en torno al mercado (una ideología del mercado).

      Pese a esa relación de poder que configura la vida cotidiana, esta aparece bajo la ilusión de estar sujeta exclusivamente a las determinaciones de los individuos. Por otra parte, en concordancia con la tradición etnometodológica, Brunner sostiene que “el orden se reproduce, concretamente, a través de la actividad concreta de cada hombre. Es decir, el hombre reproduce el orden actuándolo: como ocupante de [posiciones diversas: marido, alumno, trabajador, etc.]”. En todos los momentos de la vida cotidiana, la cultura está presente como interioridad que existe en su actividad práctica, lingüística, etc. También “la conciencia es […] una producción práctica determinada por el ser cotidiano” (Brunner, 1979h: 2, 3).

      Brunner sigue elaborando sus ideas sobre el régimen autoritario en “Ideología, legitimación y disciplinamiento en la sociedad autoritaria” (1980k). Particularmente discute con respecto a nociones de ideología de autores que la conciben en cuanto contenidos discursivos específicos. Así, por ejemplo, para Garretón (1978) el “contenido” central de la ideología de la dictadura chilena sería la doctrina de seguridad nacional. El Estado autoritario, entonces, actuaría mediante represión e ideología. No obstante, según el análisis de Brunner, es muy discutible que tal concepción de seguridad nacional haya pasado a formar parte de la conciencia social y que legitime el orden autoritario. Del mismo modo, dice Brunner (1980k: 4), los estudios sobre el autoritarismo latinoamericano “son débiles en el abordamiento de la ideología autoritaria. De allí que el énfasis se ponga, reiteradamente, en la eficacia de la represión. El estudio de la ideología tiende entonces a ser sustituido por una sociología del miedo”. En lugar de esa noción de ideología como contenidos, Brunner sostiene que lo ideológico se refiere a la continua producción de sentidos que tiene lugar en una sociedad mirada desde el punto de vista de las luchas de poder o, en sus términos, “desde el punto de vista de las situaciones estratégicas que resultan de una distribución (constantemente disputada) del poder” (Brunner, 1980k: 6).

      En esa perspectiva, lo que adquiere centralidad, entonces, es la organización de la cultura que “se refiere a las condiciones sociales de producción, circulación y consumo (o reconocimiento) de esos sentidos. Ella expresa, con relativa permanencia, la distribución del poder y la conformación del Estado existente en una sociedad dada y ‘organiza’, […] lo que Verón (1978) denomina la ‘semiosis’ de la sociedad, esto es, su constante producción de sentidos. Apelando a otra terminología, se dirá que ella ‘organiza’ la dimensión comunicativa de la sociedad, es decir, aquella que se forma a partir de prácticas o interacciones situadas (situadas en cuanto ubicadas en situaciones estratégicas) que a su vez es el terreno donde molecularmente tiene lugar la producción de sentidos” (Brunner, 1980k: 6).

      La organización de la cultura, en la interpretación de Brunner, media entre las clases y la distribución del poder entre ellas, con sus derivaciones en la conformación del Estado y la producción de sentidos que se manifiesta en las interacciones situadas.

      Su análisis lleva a nuestro autor a argumentar que en la organización autoritaria de la cultura lo relevante no es la ideología, sino los mecanismos disciplinarios, dentro de los cuales el mercado es fundamental. Las disciplinas operan privadamente, atomizadamente, capilarmente, y su acción tiende a pasar desapercibida. Apelan a la desigualdad de los individuos y operan por la vía del sometimiento práctico. En el Estado autoritario, la integración social no se logra básicamente por vía ideológica ni por una apelación normativa, sino que fundamentalmente a través del mercado. “El mercado asume ahora tareas de integración social como sistema de autogobierno individualizado, anónimo y no político. De hecho, el mercado debe sustituir la política […]. Por un lado, le corresponde reproducir la estructura de desigualdades, dándole a esta una representación puramente monetaria. Por otro lado, tiene que sustituir al Estado, hasta donde sea posible, en la producción de bienes de uso colectivo, atomizando la demanda respecto a ellos y sometiéndolos al poder (de compra) de los individuos […]” (Brunner, 1980k: 11).

      Por sus características propias, el disciplinamiento “excluye la posibilidad de construir un mundo de sentidos, y reduce la comunicación a un condicionamiento operante de los comportamientos a partir de los estímulos provistos por la situación disciplinaria. En estas condiciones, un problema principal que enfrenta la sociedad disciplinaria es un déficit de sentidos” (Brunner, 1980k: 20).

      Frente a ello, en la sociedad autoritaria se desarrollan simultáneamente tres estrategias: (1) estrategia de neutralización de los agentes comunicativos, (2) estrategia de recuperación de los sentidos por vía del mercado, y (3) estrategia de producción ideológica. La segunda es una estrategia clave y que opera con una discursividad débil, a diferencia de la estrategia ideológica, pero con gran fuerza práctica, con capacidad para inducir motivaciones de comportamiento adaptativo. Bajo la dominación autoritaria, el mercado se convierte en “la esfera principal del intercambio de sentidos, bajo la forma del intercambio de objetos y símbolos consumibles […]. Se trata, en este caso, de crear una pseudo esfera de comunicación donde los individuos concurren todos dotados de un poder fáctico: el dinero” (Brunner, 1980k: 22). Conjuntamente con la operación y efectividad fáctica del mercado, es en torno a él que se construye el discurso ideológico central del autoritarismo, destacando sus potencialidades como mecanismo de asignación de oportunidades y recursos. Es un discurso con efectos prácticos. “El discurso del mercado es un poderoso instrumento ideológico [que] se identifica […] con una de las tradiciones ideológicas burguesas más arraigadas en la cultura de occidente: el liberalismo” (Brunner, 1980k: 23, 24).

      Con tal concepción, Brunner dice que reservará la noción de ideología exclusivamente para los discursos intelectuales de elaboración racionalizada sobre determinados sentidos que generan cuerpos relativamente coherentes de enunciados, capaces de lograr reconocimiento y de fomentar la producción de sentidos en esa misma perspectiva interpretativa (Brunner, 1980k: 7). El discurso central del autoritarismo es el del mercado. Las construcciones ideológicas han sido de menor importancia, y más bien coyunturales, como es el caso de la doctrina de seguridad nacional o el discurso integrista católico.

      De tal modo, en su análisis sobre la sociedad bajo la dictadura de Pinochet, Brunner progresivamente le va dando un lugar central al mercado, tanto por sus efectos prácticos como en cuanto a eje de un nuevo discurso que había ido adquiriendo mayor consistencia y difusión. Al respecto, cita, por ejemplo, el trabajo de Moulian y Vergara (1979a, 1979b), que hemos comentado previamente. Es una materia relevante para el discurso de la izquierda que hasta ahora tenía poco o nada que decir en la materia. El mercado carecía de presencia significativa en el relato. Brunner es uno de los intelectuales que contribuyen a incorporarlo a tal relato, a través de una elaboración discursiva en que lo conecta con diversos otros elementos: clases, poder, dominación, reproducción de la desigualdad, etc.

      En los años 1970 y 1980, en Chile, Brunner es probablemente el más importante


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