No tan incendiario. Marta Sanz
título de tres de sus libros me llegan a la punta de la lengua: Isaac Rosa, autor de El país del miedo (Seix Barral, 2008), La mano invisible (Seix Barral, 2011) y de La habitación oscura (Seix Barral, 2013).
2. A veces da la sensación de que la cultura de la izquierda habla de cosas que, afectándonos desde un punto de vista sentimental, son en realidad las que menos nos afectan. De lo que más miedo nos da hablar es de nuestra vida y de una experiencia cotidiana que, en el ámbito literario, se estiliza y se expurga hasta quedarse en los cueros del amor, la fantasía, el ácido lisérgico, los caballeros templarios, el bar… Pero ¿no vas cada mañana al trabajo?, ¿no te pagan poco?, ¿no se te muere un amigo sin sedación?, ¿tienes una casa donde vivir?, ¿crees en los príncipes azules?, ¿te ves gordo?, ¿te parece que el amor es básicamente una cuestión de química?, ¿no sabes si dar una propina en la peluquería después de que te hayan cortado el pelo?, ¿das limosna?, ¿respondes con amabilidad a los vendedores telefónicos?, ¿crees que siempre te están timando?, ¿sabes que te están timando y eres incapaz de reaccionar?, ¿te sientes superior a los otros?, ¿has perdido amistades por juntar la polla con la olla?, ¿a veces te sientes tan bueno que te crees tonto?, ¿reclamas en un supermercado si la compra no te llega a la hora fijada y se te descongela la merluza?, ¿mides las consecuencias de tus actos?, ¿quiénes son tus amigos?, ¿tienes amigos? Ahora quiero citar, por lo menos, dos novelas de Belén Gopegui: La conquista del aire (Anagrama, 1998) y El padre de Blancanieves (Anagrama, 2007); una de Elvira Navarro, La trabajadora (Mondadori, 2014); otra de José Ovejero, Nunca pasa nada (Alfaguara, 2007); y una tercera de Fernando Royuela que habla de un resucitado mientras escribe la sátira terrible del mundo en que vivimos, Cuando Lázaro anduvo (Alfaguara, 2012). También las dos singulares novelas de Pelayo Cardelús: El esqueleto de los guisantes (2006) y Las vacaciones de Iñigo y Laura (2013). Las dos publicadas en Caballo de Troya. Y las de Juan Vilá aparecidas en Piel de Zapa: m (2013) y El sí de los perros (2014).
3. Lo anterior se relaciona con el robo de nuestro lenguaje: solidaridad, compromiso, libertad, igualdad, fraternidad, conciencia crítica, humanidad, humanismo y humanitarismo. Todos los términos forman parte del glosario de Camus. Las entradas del diccionario sartriano se han quedado en blanco gracias a la frecuente utilización de una estrategia prestada del nuevo, auténtico y financiado periodismo de investigación: el de la prensa rosa. La vida privada de Sartre lo deslegitima. A veces leo artículos donde acabo imaginándome la bragueta de Jean Paul.
4. Giorgos Lanthimos en su película Canino (2009) presenta a una familia que es la parábola de una sociedad que infantiliza a sus miembros protegiéndolos no tanto de sus pulsiones como de una capacidad crítica e intelectual que les permita ver y, en consecuencia, sufrir. Para ello, los padres aíslan a sus hijos tras los muros de un jardín –la literatura, el paraíso, la ficción balsámica– y les hurtan el lenguaje: generan un idioma paralelo, con los significados desplazados, que impide la comprensión de los referentes visibles y de las nociones abstractas. Los padres, el discurso hegemónico, cargan interesadamente el lenguaje de significados ficticios para manipular a sus hijos. La crítica a esa permeabilidad del lenguaje y del pensamiento es la faceta ácida de la propuesta metodológica de la posmodernidad. En Canino las interferencias en el significado llevan a la creación de una nueva antropología, a la instauración de nuevos miedos –los gatos–, de un renovado tótem y tabú, de un novedoso desarrollo biológico: la caída del canino es la marca de madurez, el síntoma de una edad adulta que permite emprender una vida autónoma. La hija mayor se salta los dientes mirándose al espejo.
5. También se ha instaurado una conexión semántica inquebrantable entre democracia y capitalismo. Casi todas las palabras hurtadas se las han apropiado los «capitalistas filantrópicos» como Bill Gates. Más allá del pragmatismo, de la rentabilidad y de la eficiencia, más allá de la máscara del buen corazón, los bachilleres tendrían que seguir estudiando latín para entender las relaciones de significado, la lógica, la coherencia y la cohesión –a veces hormigón puro, emplasto indestructible– de los discursos sobre los que ejercer la crítica.
ILUSTRACIÓN 414
Žižek aprieta fuerte el lápiz
Si usted abre en You Tube los vídeos en los que Slavoj Žižek (Liubliana, 1949) asegura que los vegetarianos se están convirtiendo en «mon-keys», puede creer que está ante un iluminado irrespetuoso que cecea más allá de la exigencia fonética de su apellido. Pero Žižek es un pensador irreverente: de formación interdisciplinar, marxista y lacaniano, le da la vuelta a los lugares comunes de una ideología neoliberal que, camuflada como los camaleones, asumimos co-mo estilo de vida. Žižek aboga por un discurso anticapitalista, desacomplejado, que no base sus estrategias emancipatorias en reivindicaciones ecológicas, feministas o multiculturales, sino económicas y sistémicas. Para Žižek la revolución, representación de la utopía, podría tener como eslogan uno de los leitmotivs de La ópera de cuatro cuartos: «¿Qué es el robo de un banco comparado con la fundación de un banco?».
Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales (Paidós) nos descubre a Žižek como pensador no políticamente correcto, sino correctamente político.
¿Es Bill Gates un filántropo?
Para Žižek, cuando un capitalista emprende acciones filantrópicas da un sentido a su vida. El beneficio no es sólo psicológico sino sistémico: esas caridades liman las contradicciones del capitalismo y retardan su crisis.
¿Quién encarna al mal en nuestras sociedades?
Los cómplices en la devastación universal que huyen de las consecuencias de sus acciones depredadoras, «viviendo en urbanizaciones cercadas, alimentándose de productos macrobióticos…».
¿Quiénes son los culpables de las víctimas del liberalismo?
Frente a los responsables de los crímenes comunistas, en la barbarie capitalista parece que nadie ha de purgar ninguna culpa. Que todo es resultado del curso natural y objetivo de la Historia.
¿Qué implica mi obligación de ser tolerante?
Tiene que ver con la exigencia intolerante por parte del otro de reservar su espacio.
¿Son respetables todas las creencias?
Sobre la condescendencia y el relativismo, que impone la idea de que nunca existe una verdad, descansa la falsa tolerancia. Žižek se pregunta y se responde: «¿Por qué creemos que la tolerancia es el remedio en lugar de serlo la emancipación, la lucha política o el combate armado? La respuesta se halla en (…) la «culturización de la política». Las diferencias políticas, derivadas de la desigualdad política o de la explotación económica, se naturalizan y neutralizan bajo la forma de diferencias «culturales».
¿Qué es la corrección política?
La corrección política es un ejemplo de la política liberal del miedo.
¿Qué es lo que enmascara el multiculturalismo?
El multiculturalismo es un modo de racismo que camufla el hecho de que «… en la lucha emancipatoria no son las culturas, en su identidad, las que unen sus manos, es el reprimido, el explotado y el que sufre».
Esperemos que nadie, escudándose en el apasionamiento del filósofo, le cuelgue la desprestigiada marca de «mesías». Por su parte, Žižek, que rehabilita las figuras de Robespierre o Lenin, no debería dejarse llamar «El Elvis de la Teoría Cultural»: el rótulo es antiestético. E inexacto.
El estilo de Žižek es vehemente. Como si apretara mucho el lápiz contra el papel.
La equidistancia no se convierte en buenismo fashion: no se reduce cada sentimiento o idea, a culpabilidad, a un tipo de activismo que lejos de transformar el mundo afianza sus injusticias. Žižek se opone a esa mentalidad de oenegé donde las caridades nos ayudan a vivir la ficción de que somos buenos.
Aplica el imaginario conceptual freudiano y lacaniano para analizar la realidad sociopolítica e histórica.
Utiliza ejemplos de la cultura de masas