Narrativas de la historia en el audiovisual colombiano. Isabel Restrepo
de guerra con la bandera de Estados Unidos haciendo presencia en Panamá, para evitar que el ejército colombiano hiciera frente a la revuelta.
La versión de don Pedro, que complementa el editorial en el que The World acusa a Roosevelt, contrasta con la de quienes rechazan lo publicado por el periódico, catalogándolo como “una nueva infamia de esos periodistas mendaces”, en favor de “un pueblo incapaz de gobernarse”. Con esto último, la película alude a las declaraciones de Roosevelt, con las cuales justificó su intervención en la separación de Panamá, compartidas también por una parte de la ciudadanía, pero rechazadas por otros norteamericanos que, como Paterson y Moore, consideran que la política imperialista de Roosevelt tendría como consecuencia “el odio y el rencor de todos los pueblos de la tierra” hacia los Estados Unidos. Por lo tanto, la película no solo le apuesta al reconocimiento de las demandas colombianas, sino también a restaurar el honor de la bandera norteamericana y el nombre del “laborioso y honrado pueblo yanquilandés” mancillado por Teodoro Roosevelt.
De este modo, en la película no se establece una relación de antagonismo entre Colombia y Estados Unidos, sino de solidaridad entre los ciudadanos norteamericanos honrados y justos y con Colombia, y el presidente de esa nación caracterizado como imperialista y mentiroso. Este último, luego de que se difunde el editorial de The World, lleva a juicio a su director, James Moore, acusado por difamación. Para defenderse de la acusación de calumnia y demostrar la veracidad de sus afirmaciones, Moore envía dos agentes secretos a Bogotá con la misión de buscar pruebas, mientras que Roosevelt manda espías de su gobierno para impedir que las encuentren. Después de varios contratiempos propios de una trama de aventuras, los agentes de The World consiguen las pruebas y llegan a tiempo para presentarlas en el juicio en el que Moore triunfa sobre Roosevelt, quedando absuelto. De esta forma, la película no solo nos presenta una versión de la historia, que es la que defienden los protagonistas y pretenden negar los antagonistas, sino que muestra además cómo esa versión adquiere legitimidad –luego de haber sido tachada de difamatoria– al sustentarse en pruebas documentales. Dichas pruebas, que son el objeto de disputa entre quienes pretenden mantenerlas ocultas y quienes luchan por encontrarlas, no tienen una función narrativa en la película, ya que nunca conocemos su contenido, sino que representan la autoridad que tienen como certificado de veracidad de la historia que se sustenta en ellas: son la prueba de que hay pruebas.
Vista así, Garras de oro no se centra tanto en argumentar una versión de la historia, sino en legitimarla desmintiendo la puesta en cuestión de su veracidad. De este modo, la película asumió una postura frente a la historia a partir de la cual el pasado se entiende como objeto de controversia y la historia como escenario de lucha simbólica, en el que se enfrentan distintas versiones sobre la separación de Panamá y se toma partido por una de ellas.
Aunque las pruebas de The World no solo demostraban la injerencia norteamericana en la separación de Panamá, sino también la complicidad de funcionarios y representantes del Gobierno colombiano, en Garras de oro se omite esto último, de manera que Colombia es representada como una víctima inocente de las políticas imperialistas de Roosevelt, sobre las cuales recae todo el énfasis del argumento. En ese sentido, la película asume la misma actitud nacionalista que Lorenzo Marroquín expuso en su libro Historias de Panamá, avalando las pruebas de The World que respaldaban las reivindicaciones de Colombia, pero omitiendo las que le fueran contrarias. A pesar de la mención que se hace del diputado “Ratabizca” en la película, que alude de manera satírica a la existencia de funcionarios colombianos corruptos, este personaje, que no tiene nombre propio ni vemos en pantalla, no aparece tampoco relacionado directamente con el asunto de Panamá que investigan los agentes de The World. Desde ese punto de vista, la versión de la historia que suscribe Garras de oro corresponde a la adaptación nacionalista que consideraba antipatriótico buscar culpables en el territorio nacional, y se adhería a la leyenda negra que atribuía la separación de Panamá exclusivamente a Roosevelt, desde una perspectiva que dirigía su mirada hacia el norte, esperando que los propios ciudadanos norteamericanos hicieran justicia a la causa colombiana.41 De suerte que el argumento de la película resulta ser una especie de venganza simbólica, en la que la memoria adquiere relevancia como sustituto de la justicia.
Puesto que en esta película el pasado se ubica como marco de ambientación para el desarrollo de un argumento imaginario, que opera como recurso didáctico para la comprensión de un acontecimiento al cual se le atribuye una importancia trascendental, Garras de oro podría catalogarse como un film de reconstitución histórica, caracterizado por José María Caparrós como aquel que no solo representa el pasado, sino que lo interpreta, manifestando la voluntad de articular un discurso en el que lo más importante no es la reconstrucción fiel de los acontecimientos o de un periodo específico, sino la capacidad de transmitir su importancia y trascendencia.42
Notas
1. Jambrina, Garras de oro.
2. Juana Suárez y Ramiro Arbeláez, “Una muda conspiración contra Roosevelt: Garras de oro (The Dawn of Justice)”. Nexus Comunicación, no. 7 (2010), http://bibliotecadigital.univalle.edu.co/bitstream/10893/5236/1/una%20muda%20conpiracion.pdf; Álvaro Concha, “Cali Film”, en Historia social del cine en Colombia, Tomo 1. 1897-1929 (Bogotá: Publicaciones Black María Escuela de Cine, 2014), 310-32; Juan Buenaventura, Colombian Silent Cinema: The Case of Garras de oro (Kansas: University of Kansas, Theatre and Film, 1992); Yamid Galindo, “Garras de Oro: un film silente y político sobre la pérdida de Panamá”, Historia y Espacio, no. 20 (2003): 119-34, http://bibliotecadigital.univalle.edu.co/bitstream/10893/944/1/p.119-134_2003.pdf.
3. Concha, Historia social.
4. Ibid.
5. Nazly Maryith López, “Garras de oro (1926)”, en Miradas esquivas a una nación fragmentada. Reflexiones en torno al cine silente de los años veinte y la puesta en escena de la colombianidad (Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, Instituto Distrital de Cultura, 2006), 67-80; Juana Suárez, “Caos, mitos y silencios. El primer cine colombiano”, en Cinembargo Colombia. Ensayos críticos sobre cine y cultura (Cali: Universidad del Valle, Programa Editorial, 2009), 27-56; Jaime Andrés Castro, “Retratos del antiimperialismo en Colombia: la separación panameña en el cine y el teatro”, en El imaginario antiimperialista en América Latina, coords. Andrés Kozel, Florencia Grossi y Delfina Moroni (Buenos Aires: Ediciones del CCC, 2015), 157-70, http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/gt/20151021093846/imaginario.pdf.
6. Hugo Chaparro Valderrama, “Cine colombiano 1915-1933: la historia, el melodrama y su histeria”, Revista de Estudios Sociales, no. 25 (2006): 33-37, http://www.scielo.org.co/pdf/res/n25/n25a05.pdf.
7. Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria (Madrid: Siglo XXI Editores, 2002).
8. Concha, Historia social, 322.