La nueva tierra (Métodos,ejercicios,oraciones). Omraam Mikhaël Aïvanhov

La nueva tierra (Métodos,ejercicios,oraciones) - Omraam Mikhaël Aïvanhov


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ninguna advertencia. Pero si sabéis comportaros con vuestras células, ellas os previenen del más mínimo trastorno, porque os aman...

      Los pensamientos y las palabras positivas que enviáis a cada uno de vuestros órganos y de vuestros miembros producen cambios benéficos. Si cada día, durante algunos minutos, os acostumbráis a pensar en vuestras células y a hablarles, podréis mejorar vuestra salud.

      Haced por ejemplo este ejercicio. Poned vuestra mano sobre el plexo solar, y en esta posición dirigíos a vuestras células: pedidles que remedien todo lo que no funcione bien en vosotros, pero dadles las gracias también por su buen trabajo. Ellas os entenderán porque el plexo solar dirige todos los procesos inconscientes del organismo: secreción, crecimiento, circulación, digestión, eliminación, respiración... De esta forma podéis hablar a vuestras células, ser entendidos por ellas, y eso tanto más cuanto mayor sea vuestra fe y el poder de vuestro pensamiento.

      Cómo espiritualizar todas nuestras actividades

      Muchos se imaginan que para ser espiritual hay que consagrarse a la meditación y a la oración. No, cualquier trabajo, incluso espiritual, se convierte en algo extremadamente prosaico cuando no introducimos en él una idea sublime, un ideal superior; y al contrario, cualquier trabajo prosaico puede ser espiritualizado si sabemos introducir en él un elemento divino. La espiritualidad no consiste en rechazar toda actividad física, material, sino en hacer todo en aras de la luz, para la luz y por la luz. La espiritualidad es saber utilizar cualquier trabajo para elevarse, para armonizarse, para unirse a Dios.

      Sea cual sea vuestra ocupación, aunque no sea nada más que por uno o dos minutos, debéis habituaros a establecer varias veces al día la unión con Dios. No es la duración de la concentración lo que cuenta, sino la intensidad. Concentraos así un momento, y después os paráis; un poco más tarde os volvéis a concentrar de nuevo durante un momento, etc...

      Si os ejercitáis en restablecer constantemente la unión con Dios, lograréis alcanzar cualquier meta que emprendáis con mucha más facilidad que antes. Cuando nos unimos a Dios antes de cada trabajo, de cada ocupación, el sello del Eterno marca todo cuanto hacemos. Debéis uniros, pues, constantemente a Él, estéis donde estéis; es así como cada una de vuestras acciones se impregnará de una influencia celeste...

      Haced el siguiente ejercicio: a cada hora, pronunciad la fórmula: “¡Gloria a Ti, Señor!” y dirigid vuestro pensamiento hacia Dios. Comenzad por hacer este ejercicio 12 veces al día consultando vuestro reloj. Más tarde, cuando os hayáis acostumbrado, será para vosotros tan beneficioso que nada podrá expresar el gozo que esta fórmula os aportará.

      Cuando andéis, al avanzar sucesivamente el pie derecho y el pie izquierdo podéis decir: “Sabiduría, Amor... Sabiduría, Amor...”

      Cuando lavéis la vajilla, cuando estéis barriendo, etc., podéis decir: “Señor, de la misma manera que yo lavo estos platos, lava mi alma... De la misma manera que yo limpio el suelo, limpia mi corazón de sus impurezas...”, etc.

      Cualquiera que sea la acción que llevéis a cabo, podéis uniros al amor, a la sabiduría, a la verdad, a fin de que estos principios participen en vuestras actividades y les den vida. Por ejemplo, cuando comáis, decid: “Como el primer bocado por el amor, el segundo por la sabiduría, el tercero por la verdad...”

      Mientras que os vestís por la mañana, a medida que cogéis una prenda, decid: “Por el amor... por la sabiduría... por la verdad...” Y no os hará ningún mal el añadir: “Por la pureza... por la justicia... por la belleza...”

      Cuando tenéis el pensamiento ocupado por estas virtudes, desencadenáis fuerzas sublimes que vosotros mismos ponéis en acción. Cuando estáis cocinando, vuestros gestos son mágicos. Podéis, por lo tanto, preparar los platos diciendo: “He aquí el amor, he aquí la sabiduría, he aquí la verdad...” Y el que coma este alimento será iluminado.

      Cuando tocáis o movéis los objetos, hacedlo como si todo vuestro cuerpo estuviese cantando y bailando y veréis cómo la armonía de vuestros gestos se reflejará sobre vosotros todo el día. La gente da patadas a los muebles, da golpes con las puertas, zarandea las sillas sin darse cuenta que la forma en la que hace las cosas la pone en tal o cual estado. Pero probad un día en que vosotros estéis nerviosos, coléricos. Decid: “¡Ah! este es el momento de hacer ejercicios...” Y coged entonces un objeto, hacedle algunas leves caricias, así, amablemente, y en ese mismo momento sentiréis que transformáis algo en vosotros mismos, como si cambiarais las corrientes.

      La importancia de la armonía

      Meditad cada día sobre la armonía, amadla, deseadla, a fin de introducirla en cada uno de vuestros gestos, de vuestras miradas, de vuestras palabras. Por la mañana, al despertaros, pensad en comenzar el día concertándoos con el mundo de la armonía universal... Cuando entréis en una casa, vuestro primer pensamiento debe ser: “¡Que la armonía y la paz reinen en esta casa!”

      Impregnaos continuamente de la palabra armonía, guardadla en vosotros como una especie de diapasón, y en el momento en que os sintáis un poco inquietos o confundidos, coged este diapasón, escuchadle, y no hagáis nada antes de haber armonizado de nuevo todo vuestro ser. La armonía es la base de todos los éxitos, de todas las realizaciones divinas. Antes de comenzar cualquier cosa, aprended a concentraros en la armonía y entonces podréis ejecutar trabajos que darán resultados por toda la eternidad.

      ¡Aprended a dar las gracias!

      Los humanos son ingratos con el Creador, ingratos con la naturaleza, e incluso los unos con los otros. No saben que la gratitud, el reconocimiento, son fuerzas desconocidas que desintoxican el organismo y neutralizan los venenos.

      Haced este ejercicio: intentad, por ejemplo, dar las gracias durante todo el día. Sí, durante todo el día, repetid: “Gracias... gracias... gracias... gracias...” Diréis: “¡Pero así perdemos nuestro tiempo!” Al contrario, así lo ganáis.

      La primera tarea del discípulo que quiere perfeccionarse es la de aprender lo que es gratitud, porque de esta forma un día obtendrá la clave de la transformación de la materia, de su propia materia.

      Por la noche

      La mañana está unida a la noche que le precede; la noche está unida a la mañana que le sigue. Cada uno de estos momentos, deben prepararse con antelación. Es muy importante que por la noche, al acostaros, no os vayáis de cualquier manera al otro mundo, porque debéis presentaros delante de seres muy elevados, muy luminosos. Debéis por lo tanto purificaros, limpiaros y prepararos para este viaje.

      Cómo hay que lavarse

      Antes de acostaros, debéis lavaros, pero no la cara, porque entonces os desprendéis de todos los buenos fluidos que os protegen y os quedaríais desmagnetizados. Si habéis hecho trabajos muy sucios, pasaros por la cara un guante de aseo mojado, pero no os lavéis con mucha agua. Lavaos el cuerpo, las manos, los pies, pero no la cara.

      En cuanto a los pies, es también aconsejable que os los lavéis todas las noches con agua muy caliente, lo más caliente que podáis soportar, porque un baño de pies tiene una buena influencia sobre el plexo solar. No es necesario que mantengáis mucho tiempo los pies en el agua, pero hacedlo conscientemente, e incluso habladles mientras los laváis. Podéis decirles: “Mis queridos pies, nunca me había dado cuenta de que soportáis todo el peso de mi cuerpo y me conducís por todos aquellos lugares donde yo quiero ir. Ahora comprendo todos los servicios que me hacéis, y a partir de ahora os estaré más agradecido por vuestra humildad y vuestra paciencia...”

      Preparación para el sueño

      1. Importancia del último momento

      Un discípulo da mucha importancia a la forma de dormirse, porque es la noche la que determina el día siguiente. Así pues, antes de acostarse, se une al mundo invisible, y deja de lado todo lo que le ha turbado durante el día: los problemas, las inquietudes, las desgracias... piensa en los errores que ha podido cometer a fin de repararlos durante la noche y se abandona, al fin, al Ángel de la muerte – es el nombre que la Cábala da al Ángel del sueño – porque cada noche morimos para resucitar a


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