Cuando es real. Erin Watt
¿Que a diferencia de todos los demás chicos con los que fui al instituto, estoy completamente perdida y que jugar a las casitas con un famoso cualquiera es lo único que llena mi existencia ahora mismo?
El helado derretido no tiene las respuestas. Suspiro y cierro todas las pestañas del navegador antes de abrir mi biblioteca de música. Puedo seguir regodeándome en mi pena o seguir con el curso de mi vida, el cual me he establecido a mí misma. Supongo que el último es más productivo, así que bajo por la enorme lista hasta encontrar el álbum que estaba buscando, hago clic en la primera canción, y luego coloco el ordenador a mi lado en la cama.
Mientras hurgo en el último cajón de mi escritorio en busca del cuaderno de bocetos, la intro de uno de los sencillos más famosos de Oakley Ford, «Hold on», se oye a través de los altavoces de mi portátil. En cuanto empieza a sonar, de pronto me transporta a mi segundo año de instituto. Estaba totalmente obsesionada con el disco. Y por extraño que parezca, no me recuerda a Oakley, sino a W.
W y yo empezamos a salir más o menos cuando Ford salió a la venta. Solía burlarse de mí porque me gustaba, pero entonces un día lo oí tararear una de las canciones y conseguí que admitiese que a él también le gustaba. Luego dibujé dos manos unidas en mis Vans para capturar el momento.
Encuentro el cuaderno y un juego de lápices de dibujo, pero no empiezo a crear el boceto de inmediato. Primero abro internet y busco fotos de Oakley, porque no estoy segura de poder dibujarlo de memoria.
Vale, lo admito. El chico está bueno. Muchísimo. Ese pelo rubio desordenado, esos penetrantes ojos verdes, y su cuerpo musculoso y tonificado, siempre ataviado con vaqueros rotos y una camiseta ajustada. Por Dios.
Hago clic en foto tras foto. Imágenes de sus conciertos. De él en Los Ángeles tomadas por los paparazzi. De él y su madre en preestrenos de películas. De él en el rodaje de una de las películas de su padre.
Oakley Ford vive en un planeta completamente disferente, por lo que parece. Es una Celebridad, con C mayúscula. El único hijo de Katrina y Dustin Ford, una pareja de Hollywood importante, o al menos lo fueron antes de su divorcio. Ha ganado Grammys y el People’s Choice Awards, y lo embadurnaron en pintura verde después de actuar en los premios del programa de Nickelodeon cuando tenía catorce años. Ha aparecido en la portada de un millón de revistas, incluido ese reportaje sexy para Vogue que estoy mirando ahora mismo.
Decido escoger una foto de ese reportaje, la que está sentado contra un fondo negro, mirando directamente a la cámara. Su mirada es tan intensa que hasta me da un escalofrío.
Empiezo a dibujar con el sonido de su preciosa y rasgada voz cantándome de fondo en mi cuarto.
***
Una semana después de nuestra falsa ruptura, W viene a casa y nos quedamos en mi cuarto. Tonteamos en mi cama durante horas hasta que dice a regañadientes que se tiene que ir.
—Es tarde. Debería irme —anuncia sobre las diez.
Quiero protestar que no es para nada tarde, pero yo no soy la que tiene clase a la mañana siguiente.
—Vale.
Debe de notarse mi reticencia, porque me besa con dulzura en la frente.
—Al menos nos podemos ver, ¿no? No es tan malo.
¿Que no es tan malo? Esta semana ha sido una tortura sin poder hablar con él. Quedé con Kiki y Carrie unas cuantas veces y, como verdaderas mejores amigas, se pasaron todo el tiempo asegurándome que W es un cabrón y que estoy mejor sin él. Les seguí el juego, aunque echarle mierda encima al chico del que sigo enamorada fue pura agonía. Pero, bueno, no quiero ser la típica novia infantil y dependiente, así que solo sonrío y asiento.
—Odio esta situación —murmura mientras bajamos a la planta inferior.
El alivio me embarga. Él también lo siente, gracias a Dios.
—Yo también.
Nos quedamos de pie en la entrada abrazándonos durante unos instantes, su frente pegada a la mía, y sus brazos alrededor de mi cintura. Pienso en todos los abrazos que nos hemos dados en estos últimos dos años. Todas las bromas privadas y los mensajes fortuitos y el hecho de que nunca me he ido a la cama sin que W me llame para desearme buenas noches.
—Mark y yo hemos decidido que vídeos pensamos que son los mejores —dice. Su cálido aliento me roza la nariz—. Va a editarlos para unirlos todos esta semana y luego te mando el archivo por email.
Me tenso ligeramente, y espero que no lo note.
—Me muero de ganas de saber qué opina ese agente de nuestro canal.
—Y yo—digo con falsa alegría. Luego intento distraerme respirando ese aroma tan familiar a limón de su loción de afeitado.
Tras un último beso, observo con ojos desolados cómo sale de mi casa hasta su coche. Es el mismo todoterreno viejo que tenía en el instituto, y mientras se aleja, pienso con anhelo en todos los morreos y besos que nos hemos dado en ese coche.
Arriba, me dejo caer en la cama y vuelvo a tuitear sobre mi pena.
Vaughn Bennett @VeryVaughn
Escuchando Ford en repetición = la mejor cura para un corazón roto.
Estoy mintiendo en ambas cosas, porque no estoy escuchando Ford, y tampoco hay ninguna cura para un corazón roto. Ni siquiera para uno de mentira.
***
—Tienes que publicar el dibujo esta noche —me anuncia Claudia cuando Paisley me tiende el teléfono.
Claudia no me está llamando a mi número… todavía. Estoy segura de que eso cambiará en cuanto mi relación con Oakley sea portada de las revistas.
Han pasado dos semanas desde mi «ruptura», así que llevo esperando esa petición desde que el primer pago llegó a la cuenta bancaria de Paisley, pero eso no significa que lo haya estado deseando.
Como todavía no me permiten que deje mi trabajo, he hecho cuatro turnos en Sharkey’s y me he dejado ver toda deprimida debido a la ruptura frente a mis compañeros. Aunque no es que eso sea muy difícil. Ni tampoco el aceptar el cheque de veinte mil dólares; el primero de muchos. Se decidió que los cheques irían a nombre de mi hermana por si acaso, porque si se filtraba que Diamond Talent Management me estaba enviando cheques, los buitres empezarían a rondarme de inmediato. Si se hacían a nombre de Paisley, la agencia puede defender que los pagos forman parte de su salario.
Las mentiras que están creando me parecen complicadas e innecesarias, pero yo nunca he hecho nada así antes, mientras que para Claudia parece ser algo de su día a día.
—¿Por qué esta noche? —gruño, en su mayor parte por llevarle la contraria. Como es técnicamente mi jefa, en realidad no debería estar gruñéndole, pero esta relación es la más rara que haya tenido nunca en la vida. Una parte de mí espera que me despidan.
—Porque tenemos que avanzar con esto. Publica el dibujo. Oak lo verá en un par de horas. En cuanto le dé a favorito a tu tuit, prepárate para que te lleguen una bandada de mensajes. Responde solo unos cuantos.
—A lo mejor deberías decirme tú cuáles he de responder
—murmuro con sarcasmo.
—Ah, no. Todo esto debe de ser natural —objeta Claudia, ignorando mi sequedad—. Pero vas a recibir muchísimos. No vas a poder contestarlos todos. Mañana por la mañana, ¡serás toda una estrella de las redes sociales! Solo recuerda que no les vas a gustar a todos. Los fans son posesivos con Oak, así que ignora los mensajes crueles y céntrate solo en los que te den ánimos. ¡No te olvides de que todos desearían ser tú, sin importar lo que publiquen!
Tras darme ese mensaje de ánimo tan cuestionable, me cuelga. Saco el dibujo que por fin pude terminar hace un par de días. Me pregunto qué le parecerá a Oakley. No es malo, pero no me encanta, y no porque su cara no me haya salido exactamente