Cuando es real. Erin Watt

Cuando es real - Erin Watt


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      Capítulo 2

      Ella

      —No.

      —No has oído lo que tengo que decir —razona mi hermana.

      —No hace falta. Tienes esa mirada. —Saco el beicon del microondas y echo cuatro tiras en cada plato.

      —¿Qué mirada? —Paisley observa su reflejo en la parte de atrás de la cuchara que he usado para remover los huevos.

      —La que dice que no me va a gustar lo que me vayas a decir. —Me detengo al terminar de servir el resto del desayuno de los gemelos en los platos—. O que soy demasiado joven para entenderlo.

      —Ja. Todos sabemos que eres más madura que la mayoría de adultos. Ojalá fueses más impulsiva. Facilitaría las cosas.

      —¡El desayuno está listo! —grito.

      El ruido de pisadas en la escalera hace que Paisley suspire. Nuestros hermanos pequeños son muy ruidosos, ingieren una cantidad de comida increíble y todo nos resulta bastante caro. Lo único que puedo decir es: gracias a Dios por el nuevo trabajo de Paisley. Apenas nos mantenemos a flote, aunque Paisley ha obrado milagros con el poco dinero del seguro de vida que nos dejaron nuestros padres. Yo aporto algo de dinero con mi trabajo de camarera en Sharkey’s, pero no nos sobra mucho. Spencer y Shane insisten en que no nos tenemos que preocupar por su matrícula de la universidad porque planean conseguir una beca deportiva que cubra los gastos por completo. Pero a menos que sea por una competición de comida, no cuento con ello.

      Al tiempo que los gemelos devoran el desayuno, Paisley llena sus vasos de leche y coloca una servilleta junto a sus platos. Ojalá la usen en lugar del trapo de cocina, aunque tampoco lo espero.

      Bebo de mi café con leche y mientras tanto, observo a mis hermanos de doce años devorar lo que será la primera de sus seis comidas al día. Mientras gruñen por las cortas vacaciones de Navidad, pienso en lo genial que es no haber tenido clase este año, no como ellos.

      —Vaughn —me llama Paisley urgentemente—. Todavía tengo que hablar contigo.

      —Ya te he dicho que no.

      —Lo digo en serio.

      —Vale. Habla.

      —Fuera. —Señala la puerta de atrás con la cabeza a los gemelos.

      —No vamos a escucharos —dice Spencer.

      Shane asiente porque ese es su proceder; Spencer habla y Shane lo apoya, aunque realmente no esté de acuerdo.

      —Fuera.

      El movimiento de cabeza de Paisley parece doloroso esta vez, así que tengo piedad de ella.

      —Tú primero.

      La puerta con tela metálica se cierra tras salir. Doy un sorbo a mi bebida, la cual se está enfriando rápido, mientras observo cómo Paisley busca las palabras necesarias, lo cual me preocupa porque Paisley nunca se queda sin palabras.

      —Vale, quiero que me escuches. No digas nada hasta que haya terminado.

      —¿Has bebido demasiados Red Bull esta mañana? —inquiero. Ambas sabemos que Paisley es una especie de adicta a la cafeína.

      —¡Vaughn!

      —Vale, vale. —Hago el gesto de cerrar la boca con una cremallera—. No diré una palabra más.

      Ella pone los ojos en blanco.

      —Eso hay que hacerlo después de la última palabra, no antes.

      —Detalles, detalles. Ahora, habla, que he prometido no interrumpirte.

      Paisley toma aire.

      —Vale, ya sabes que por fin me han dado mi propio cubículo en el trabajo y no tengo que compartirlo con esa otra asistente, ¿no?

      Asiento. «Ellos» son sus jefes de Diamond Talent Management. Oficialmente, su puesto es el de asistente general de marcas, pero técnicamente es una recadera con pretensiones; va a por el café, hace un montón de fotocopias y pasa muchísimo tiempo programando reuniones. Juro que la gente para la que trabaja se reúne más que las Naciones Unidas.

      —Bueno, pues mi cubículo tiene un pequeño tablón de anuncios en la pared. Se me permite poner fotos y ayer coloqué algunas. Ya sabes, como la de mamá y papá que nos encanta, esa en la que salen besándose en el paseo marítimo. Y aquella de los gemelos en el campamento de béisbol. Y también colgué la que te hice en la hoguera de la playa en tu cumpleaños el mes pasado.

      Trato de evitar el impulso de sacudir la mano para decirle que se dé prisa. Paisley tarda mucho en ir al grano.

      —¡Bueno, pues eso! Jim Tolson pasaba por al lado de mi cubículo…

      —¿Quién es Jim Tolson? —pregunto, rompiendo mi voto de silencio.

      —Es el hermano de mi jefe. Es el representante de algunos de los músicos más importantes del mundo. —Paisley está tan entusiasmada que tiene las mejillas sonrojadas—. Bueno, pues pasa y ve tu foto en mi tablón y me pregunta si la puede coger un momento…

      —¡Uf! No me gusta cómo pinta esto.

      Me mira mal.

      —No he terminado. Me has prometido quedarte callada hasta que acabase.

      Me trago un suspiro.

      —Lo siento.

      —Y yo le digo que vale, pero que la traiga de vuelta porque es mi foto favorita de mi hermana pequeña. Así que se lleva la foto y se mete en el despacho de su hermano durante un rato. Allí hay muchos asistentes y todos hablan de tu foto…

      Vale, ahora es cuando no me gusta a donde conduce esto.

      —Pasa algo gordo en la agencia —añade Paisley—. No sé qué es, porque soy una mera asistente, pero el señor Tolson no ha dejado de entrar y salir de la oficina, lleva discutiendo con su hermano toda la semana y hasta se reúnen en la sala de reuniones en secreto.

      Juro que si no va al grano pronto me volveré loca.

      —Entonces, al terminar mi turno, mi jefe, Leo, me cita en el despacho de Jim y empiezan a preguntarme sobre ti. —Ha debido de ver mi expresión de preocupación porque no tarda en tranquilizarme—. Nada muy personal. Jim quería saber cuántos años tienes, qué te gusta, si has tenido problemas con la justicia…

      —Eh, ¿qué?

      Paisley bufa en señal de molestia.

      —Quería asegurarse de que no eres una delincuente.

      Me da igual el voto de silencio. Me siento demasiado confusa como para mantenerme callada.

      —¿Y ese agente por qué…?

      —Representante —me corrige.

      —Representante. —Pongo los ojos en blanco—. ¿Por qué le intereso tanto a ese representante? Has dicho que representa a músicos, ¿acaso quiere ficharme? Le has dicho que no se me da bien cantar, ¿no?

      —Por supuesto. Esa ha sido una de sus preguntas, si tenías «aspiraciones musicales». —Forma comillas con los dedos—. Se puso bastante contento cuando le dije que: a) no eres música y b) quieres ser profesora.

      —¿Entonces es para que sea su pareja? Porque qué asco, ¿cuántos años tiene ese tío? —pregunto con incredulidad.

      Hace un gesto con la mano.

      —Tiene treinta y algo, creo. Y no es eso.

      —¿Hay un eso? Porque me lo empiezo a preguntar.

      Paisley se detiene un momento. A continuación suelta las siguientes palabras sin respirar.

      —Quieren que finjas ser la novia de Oakley Ford este año.


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