Vivir sin manicomios. Franco Rotelli
sentirse bien. Articulados con los servicios públicos de asistencia social convertidos en laboratorios de producción de relaciones y conexiones, donde no se expropia a los sujetos sino que los pone en circulación en la dinámica social.
Lo que se pone en discusión es la línea de demarcación entre mercado de trabajo y los lugares de asistencia. En paralelo con poner en discusión la lógica del despilfarro que esta en la base de la eterna escasez de lo público. Que transmite violencia, prepotencia y cultura de invalidación. Es la cultura asistencialista, el mercado de la invalidación; que debe trocar a ser una asistencia que active otros recursos humanos y financieros. Configurar un mercado de la validación saliendo al mercado real, activando energías, creando recursos y proyectos. Que por supuesto deben ser ayudados para conjugar instancias de rehabilitación, producciones de bienes y servicios, innovaciones culturales, formaciones diversas. Compitiendo en el mercado habitual con producciones de calidad y cualidades estéticas. Eso hace que las personas, recuperando derechos de ciudadanía, hagan “fructificar su inteligencia y sea estimuladas a haberlo, para dar lo que puede dar y para recibir lo que más sea posible.”
Aclara y amplia consideraciones sobre las formas del funcionamiento de las cooperativas, remarcando las maneras de las que son alentadoras de las búsquedas y que ponen en juego inteligencias, voluntades, energías y aptitudes de las personas, multiplicando el intercambio social. Estimulando perfiles de “socios emprendedores” mas que de “socios trabajadores”.
Relata que las empresas sociales también fueron vía de acceso para jóvenes desvalidos de proyectos, con dificultades en sus hogares, que desconocían el mundo del trabajo y/o tenían formas más o menos graves de malestares psíquicos, con patologías indefinidas, en el borde de la toxico-dependencia. Todos en estado de deprivación cultural.
La tarea es constante y difícil. Es también tarea de des-institucionalización de la rehabilitación tradicional, hacia la apertura de espacios y construcción de nuevos ámbitos de libertad en los que la personas puedan adquirir nuevas prácticas y adquirir nuevos instrumentos de intercambio.
Ya en los finales del escrito, plantea cuestiones significativas sobre relaciones entre los centros de salud mental y la empresa social y sobre las maneras de evaluar resultados. Redondeando la propuesta y la experiencia con formulaciones de gran prospección, como lo de “…la empresa social que, en el fondo, no es sino la empresa de darle existencia a lo social, de darle energía y materia” para que entre los individuos exista comercio (…) y nuestro objetivo consiste en vivificar la escena, erigir las “plazas del Mercado”. Si no lo hacemos, no nos quedará otra cosa que gestionar un residuo inerte: la enfermedad, la incapacidad.”
7.- “Foucault, Trieste y Toto”, es un trabajo clave, que retroactivamente intensifica sentidos a cantidad de aseveraciones de los escritos anteriores, relanzando creativamente núcleos centrales de las realizaciones triestinas en una versión que amalgama ingredientes filosóficos, antropológicos, políticos y estratégicos. Escrito pasional y condensado, que invita a varias lecturas para abarcar mejor sus rique-zas y la importancia clave para reflexiones y acciones.
La clásica frase “la libertad es terapéutica” puso el énfasis en lo que fue la tarea en el interior del hospital psiquiátrico: producir una escuela concreta de libertad que no podía menos que realizar y exigir la destrucción del mismo hospital. La ampliación de libertades y la producción de simetrías como palanca de transformación de la cultura del miedo que es axial en la institucionalización psiquiátricomanicomial. En la estereotipada relación con el loco esta siempre la realidad y la ideología del miedo. Discute con Foucault que se ocupa de los saberes como herramientas del poder, marcando que no se dio cuenta que todos los saberes que están en juego en los dispositivos manicomiales son esclavos del miedo.
Después utiliza las búsquedas de Foucault sobre el trabajo del saber en la formulación de instrumentos del poder, para dar cuenta que la jugada triestina rompe radicalmente con eso, cuando formulan que ellos asumen que “no saben lo que es la locura” en cuanto eso sería presunción de dominio sobre lo que por definición no puede ser dominado. Trieste sale de la trampa ubicándose en el registro de los derechos. Buscando restituirles a todos el derecho a sus peculiaridades, de “restituir dignidad a lo peculiar”. Con lo que utilizaron el poder que la sociedad otorga a los psiquiatras para conseguir “tiempo y modos a los internados para que salgan de su condición de oprimidos,… a fin de activar las estrategias de su emancipación… a fin de acompañarlos de nuevo dentro del cuerpo social”. Por eso el complejo camino de ocuparse de los pacientes a través del camino de la desinstitucionalización y la invención de otras instituciones, creadoras de otras subjetividades para pacientes y psiquiatras, sin amedrentamientos. Lo que no excluye el uso simultáneo de psicofármacos, psicoterapias de distinta índole y otros tipos de aproximaciones terapéuticas; pero cuida de hacer de sus marcos referenciales concepciones universalistas sobre la complejidad de las personas.
Es una manera de utilizar el mantenimiento del estatuto de la medicina por encima del enfermo, aunque no como abuso de poder sino como forma de garantía dada por quienes no pretenden tutelar, sino cuidar condiciones concretas para que las personas con dificultades para eso “ingresen al contrato social”.
En Trieste y en los lugares donde se han logrado resultados semejantes, la locura se vuelve relativa, permite que los sujetos se muevan, metabolicen subjetivaciones en variados tipos de intercambios, vivan sus peculiaridades sin estar sometidos a los universos arrogantes de saberes, clasificaciones y sobremedicaciones.
Los Escritos de Rotelli y la situación argentina en Salud Mental
Todos de los escritos de Franco Rotelli incluidos en este libro son de absoluta oportunidad y actualidad para la situación de las políticas y las prácticas de Salud Mental en nuestro país.
Entrar aquí en la historia de los desarrollos, obstáculos y arrasamientos que hacen a la existencia del campo de la Salud Mental en la Argentina no es pertinente, así como tampoco lo es detallar sus vicisitudes, lo destacable es marcar que se ha dado sobre un fondo doctrinario en crecimiento desde sus comienzos en los 50 del siglo pasado. Que ha mantenido sus objetivos y formulaciones fundacionales enriquecidas con los avances en las experiencias de sus realizaciones y del afinamiento conceptual y doctrinario en las varias disciplinas y perspectivas que se integran en el campo de la Salud Mental. Entre ellas las que han tenido significativo desarrollo en estas décadas son las que vienen impulsadas por las jurisprudencias y las políticas que tienen que ver con los Derechos Humanos y Sociales. Si bien desde los principios de Salud Mental se denunciaba y luchaba contra la segregación y la violencia ejercida sobre los “locos” y sus familias, o sobre las personas alcohólicas o con problemas de drogas, es simultáneamente con el incremento mundial y nacional de las luchas por esos derechos que se comienza a visibilizar las problemáticas del sufrimiento mental y sus maneras culturales de trato inhumano como un problema que necesariamente debe ser visibilizados como violación a derechos fundamentales. Con lo que se fueron produciendo marcos legales en consonancia con numerosos Principios, Acuerdos, Declaraciones internacionales y recomendaciones de organismos internacionales. A los que nuestro país adhirió y que en algunos colaboró en redactar, comprometiéndose a utilizarlos como orientadores para la planificación de políticas públicas.
Es así que a fin del año 2010, el Congreso de la Nación promulgó con el Nº 26657 la Ley Nacional de Salud Mental; y, trabajosamente, el Decreto Reglamentario Nº 603 apareció en el 2013. Ambos producto del trabajo colectivo en debates y aportes de muchos actores sociales, aprovechando y comparando experiencias en curso, con otras que quedaron truncas y otras que están comenzando; decantando años de recorridos y evaluando los principales obstáculos; también tomando referencia en legislaciones internacionales y provinciales de los últimos 20 años. La ley del Congreso de la Nación queda estratégicamente ubicada como faro y mandato para las políticas públicas sociales, de salud y de salud mental como uno de sus componentes. Instaurar por Ley Nacional los valores y principios de la Salud Mental era una necesidad; como lo han sido y viene dando resultados, a veces muy lentamente, otras leyes fundamentales que en estos años permitieron abrir cuestiones que aparecían muy cerradas por los efectos del genocidio y del neoliberalismo tanto en el imaginario social como en concepciones sobre la vida. Ahora están vivamente planteadas